.En busca de los Orígenes

Primera y segunda parte.

Contempló el amplio galpón desde la vereda de enfrente. Todos los días antes de entrar lo hacía. Era como si tomara coraje antes de entrar a la rutina laboral diaria.

El galpón ocupaba casi toda la manzana. El sector que no estaba ocupado por la construcción de chapas que estratégicamente orientadas disipaban el efecto térmico del sol, era un amplio playón donde se ubicaban los vehículos de los empleados. Desde el techo todo hacía pensar que se trataba de una construcción destinada a ser una fábrica. El techo tenía un perfil que lo hacía asemejar a un serrucho para ofrecer la menor cantidad de superficie al sol con lo cual no absorbía temperatura y a su vez servía para disipar la que se producía en el interior. Las paredes tenían amplios ventanales que no se hallaban a la altura de la vista de un ser humano, salvo que alguno midiera 3 metros. Evidentemente no las habían construido para mirar hacia el exterior sino para ventilación. La puerta de entrada era amplia y se hallaba siempre abierta como para que pudieran entrar de a diez personas a la vez.

Dejó de mirar a la construcción y miró el dispositivo que llevaba en su muñeca que servía para medir el tiempo. Faltaban cinco minutos para la hora de entrada oficial a su trabajo. Cruzó lentamente la calle mirando hacia ambos lados para evitar los vehículos que se desplazaban en ella. En realidad no era una calle. Era la incursión ciudadana de una ruta que conducía hacia ciudad Golfo Negro. Terminó de cruzar y se detuvo unos instantes en la puerta de entrada a preguntarle a uno de los de vigilancia como andaba en el día de hoy. Luego entró y a cinco metros apoyó el dedo en la máquina que registraba la hora de entrada. En el interior, todo era movimiento. En la medida que uno transcurría en el ámbito interno de ese galpón, se daba cuenta que no se trataba de una fábrica, sino más bien de un taller de reparación. Daba la sensación que era un taller mecánico pero de tamaño más grande. Dejó el bolso en un pequeño cofre de 20 por 20 cm. y se dirigió a su puesto de trabajo. El interior estaba compuesto por múltiples hileras de puestos con múltiples personas trabajando en diferentes tareas. De vez en cuando, se veía un chisporroteo de alguien que estaba soldando alguna pieza. En general había mucho movimiento en el interior de aquella construcción. Homo se tomó su tiempo en llegar a su puesto. Trabajaba seis horas en  ese lugar pero sabía que tenía tiempo de sobra. Caminó por el pasillo principal hasta casi la mitad del recinto y luego dobló hacia la izquierda y fue pidiendo permiso y esquivando la gente hasta llegar a su asiento. Luego en su sitio, esperó a que llegara su primer paciente.


En busca de los orígenes

 

Paredes manchas azul plomizo luz difusa natural. Suelo calcáreo cuadriculado liso rojo negro humedad frio, medidas cortas estrechez incomodidad. Techo bajo al alcance insuficiente agujereado improtector.

Lluvia gotas dispersas charcos frio estremecimiento.

Sueño cansancio agotamiento extenúes impotencia falta de fuerzas.

Refugio en ruinas de piso estrecho techo bajo. Puerta rectangular inexistente. Cielo aire grises inmensidad monótona contornos indefinidos distancias inapreciables.

Cuerpo pequeño recuerdos sin retornos memoria nublada. Sueños latentes incomprensibles fantásticos irreales. Producto mental sin explicación símbolo inalcanzable de una realidad pasada.

Refugio de los ataques naturales construcción aislada en medio de suelo y aire inmensidad aterradora. Soledad inespantable abandono sin motivos unidad sin razonamientos existencia sin fundamentos principio sin recuerdos génesis sin certidumbre producto eterno.

Paredes manchas luz sombra rectangular medidas reducidas. Objeto extraño fantástico fascinante enloquecedor atrayente. Objeto de vidrio pulido brillante azogado circular. Metal perimétrico dorado limpio lustroso decorado hojas flores ramas relieves figuras. Vidrio circular azogado pulido reflejos figura contornos indefinidos reproducción artificial de realidad natural. Reflejos reproductores copiadores, imagen familiar conocida.

Lluvia charcos dispersos frio estremecimiento.

Imagen humana sobre cristal pulido, figura propia producto de reflejos luminosos sobre vidrio circular.

Cosas extrañas inexplicables: el refugio improtector, la puerta inexistente, el vidrio que reflejaba una extraña figura, el paisaje casi agresivo, el rollo de papel que tenía en la mano, él mismo, su origen, su existencia. Cosas extrañas inexplicables, incomprensibles.

De pronto se había dado cuenta que sus pensamientos eran más claros. Esa nube que ocupaba su cabeza, se había desvanecido. Podía coordinar mejor sus pensamientos pero todavía no podía comprender bien todo cuanto lo rodeaba.

Examinó detenidamente el lugar donde se hallaba. Era una casilla de material revocada con barro que en algunos lugares faltaba y dejaba ver en parte los toscos ladrillos con los que había sido hecha la construcción. Tenía tres metros por uno y medio; la altura apenas se elevaba a un metro ochenta. El techo y el piso curiosamente no armonizaban con las paredes: el primero estaba hecho con yeso que tal vez había sido blanco pero que ahora se hallaba sucio y la humedad había perforado con su paciente trabajo de gota a gota. El piso estaba formado por baldosas cuadradas de veinte centímetros de lado, calcáreas, de color rojo  y negro, dispuestas de tal manera que parecía un tablero de ajedrez. Estaban desparejas, algunos bordes sobresalían sobre otros. Tal vez había sido obra del que los había colocado o tal vez había sido el tiempo el culpable.

En una de las paredes había una abertura rectangular, hace mucho alguna puerta la cerraría; las bisagras arrancadas demostraban eso. Por esta entrada (o salida, depende del lado que se lo mire) se veía el paisaje exterior que consistía en un campo llano hasta el horizonte, sin ninguna insignificante elevación que quebrara esa extensa monotonía. Kilómetros y kilómetros de nada. Ningún  árbol, ninguna planta, ni siquiera un mísero pastito. El piso estaba constituido por arena fina y liviana de color gris claro que más se asemejaba a ceniza. Pero no. No podía ser tanta cantidad de cenizas. ¿Qué cosa tan inmensa se habría quemado?

Desvió por un instante la mirada, fue entonces cuando notó nuevamente la presencia del extraño cristal enmarcado en metal. Era un espejo, una ventana puesta en el interior de un cuarto para mirar hacia adentro de ese cuarto. Reproducía minuciosamente todo lo poco que había ante él. El espejo le devolvía su imagen copiada hasta en los más mínimos detalles pero al revés.

Se miró detenidamente. En el espejo había un rostro inexpresivo, era el de él, pero se parecía más al de un muñeco. Pelo bastante corto, peinado cuidadosamente hacia atrás; frente amplia, acentuada por las entradas; cejas gruesas, espesas, renegridas; ojos grandes, prominentes, de mirada penetrante; nariz pequeña pero con amplios orificios; boca grande de labios finos; oídos con grandes pabellones. Todo esto enmarcado en el contorno ovoide de su cara. El cuerpo era grande, atlético. Las extremidades largas y robustas.

En la mano, apretado fuertemente por los gruesos dedos, tenía el rollo de papel. Le revelaría algún secreto o tal vez le disiparía las infinidades de dudas que poseía acerca de su existencia, sus orígenes y también su porvenir. Había una sola manera de enterarse. Desenrolló lentamente la delgada cartulina. En su  interior había veinte hojas tamaño oficio escritas de ambos lados. Sobre pentagramas impecablemente impresos había notas musicales no menos cuidadosamente escritas a mano. Algo entendía de música, lo suficiente para saber que la distribución de los símbolos daba como resultado una música aburrida y cansadora. El título de esta extraña partitura era: la verdadera verdad.

Vaya título-pensó. Debe ser obra de uno de los ponderados genios…o de un loco. Para él ambos eran lo mismo pero con algunas pequeñas diferencias imperceptibles.

De todas maneras decidió conservarlo. Lo guardó cuidadosamente en el único bolsillo que poseía su pantalón. Notó que estaba sucio con la misma ceniza del paisaje. La remera de hilo negro desarmonizaba con el clima frio y lluvioso que había en el exterior de ese refugio en ruinas. Al pensar en esto todo su cuerpo se sacudió. Tenía frio y miedo. La inmensa soledad era lo que le aterraba.

Se asomó por la ventana; sabía lo que iba a hallar: nada. Estuvo largo rato mirando como si estuviera calculando la distancia que había hasta el horizonte.

Era indudable que quedándose en ese refugio no cambiaría nada. Sin duda tenía que caminar, explorar y, tal vez, encontrar a alguien. Se preparó psicológicamente para caminar pues sabía que en cien kilómetros a la redonda no hallaría a nadie ni a nada.

Miró por última vez el interior de ese refugio, que le había servido para evitar los efectos de la tormenta pasada, y comenzó a caminar.

A cada paso se le enterraban los cinco centímetros de suela de sus botas en esa fina arena que cada vez que la miraba, se le parecía más a ceniza.

De tanto en tanto, cuando se cansaba, miraba hacia atrás para corregir su ruta teniendo en cuenta lo que ya había andado. Al mismo tiempo dirigía su mirada hacia la pequeña construcción que cada vez se hacía más pequeña rumbo al horizonte.

El camino que había elegido era cualquiera. Tal vez lo estaba acercando o tal vez lo estaba alejando de quien sabe qué. Él no sabía.

La noche lo sorprendió caminando por el imponente desierto, el sueño lo sorprendió un kilómetro más adelante.


La hoja de papel en el bolsillo

Se dio cuenta que se hallaba con vida. Así, repentinamente. No es que había nacido en este preciso instante sino que estaba tomando conciencia que estaba vivo. Ya era grande tal vez 30 años o quizá 40. ¿Qué individuo nace con 30 o 40 años de edad? Tal vez lo que él creía que era un nuevo nacimiento, en realidad era un nuevo estado de conciencia de las cosas.

Se hallaba dentro de un refugio y afuera se veía la inmensidad de la nada.

Luego de haber pasado por un momento de desconcierto se dio cuenta que además de la ropa solo tenía como toda pertenencia unas hojas de papel en el bolsillo posterior de su pantalón. Al principio no lo había notado, solo se dio cuenta de su presencia cuando se sentó en el piso a pensar. Para alguien que "nace" hace unos instantes, todo es nuevo. Los sacó de su bolsillo y los desdobló lentamente. Parecían muy viejos y no quería romperlos o que simplemente se desintegraran entre sus dedos. Las hojas de papel eran cinco; escritas de un solo lado. Cada una de ellas comenzaba con un punto y luego una serie de letras que no entendía. En realidad no sabía leer. 

Un año después aún conservaba los papeles en el bolsillo trasero de su pantalón, había aprendido a leer y había traducido parcialmente las letras que estaban a continuación del primero de los puntos. Les quedaba el resto de los cuatro puntos.

Durante este año había salido del refugio, se había mezclado con la gente, no solo había aprendido a leer sino que le habían enseñado a caminar mientras se construyen los caminos y además le habían enseñado que el que consigue ser libre ha hallado un gran tesoro. Poco tiempo le costó entender que lo de tesoro era en sentido figurado. En este año le pasó miles de cosas más pero que enumerarlas nos llevaría todo un año. Mientras tanto seguía tratando de entender lo que decían los cinco puntos.

Lo poco que había podido traducir del primer punto hablaba de libertad y él recordó que le habían dicho que eso era un tesoro. Esto le entusiasmó aún más. 

Varios años después, al final de sus días, había traducido todo lo que estaba escrito en los papeles que llevaba en el bolsillo trasero de su pantalón y los releyó con los ojos húmedos: los papeles no decían nada. Al principio le pareció una broma absurda pero luego entendió la tremenda realidad cualquier indicación que nos den para ser libres, nos está acotando la libertad.

 

Historia del planeta Tloon

Desde los inicios hasta la actualidad.

 

Históricamente el planeta Tloon comenzó a formarse en la mente de un número reducido de personas que aspiraban a vivir en un mundo perfecto. Pronto se dieron cuenta que era muy difícil idear un mundo perfecto que satisfaga las necesidades imaginativas de todo el mundo; precisamente debido a la diversidad de la humanidad que compone a este mundo, este otro mundo (el imaginario) debía ser lo suficiente diverso para satisfacer a todo el mundo y que todo eso estuviera contenido dentro de un solo mundo.

Al principio se esbozaron dos tipos diferentes de mundos pero todo era blanco o negro no existía los medios tonos, los grises o las alternativas no tan extremistas.  Se propuso crear cuatro tipos diferentes de mundos con lo cual ya las variantes eran más fáciles de acomodar aunque tampoco cubrían todas las expectativas de la gente. Entonces se decidió llamar a consenso y que cada uno de los individuos aportara los lineamientos sobre qué tipo de mundo quería. Se obtuvieron casi tantas opciones como participantes en la convención. A esta altura es conveniente aclarar que cuando hablamos de los primeros humanos que planificaron el planeta Tloon estamos hablando de unos pocos, tal vez miles, pero no de todos los habitantes del planeta Tierra.

Es decir se obtuvieron miles de esquemas diferentes de un planeta imaginario que posteriormente se clasificaron en cuatro subzonas sin límites precisos ya que dichas zonas se interdigitan con los casos que se diferencian muy sutilmente y además también depende de la óptica de la persona que hace las clasificaciones.

Posteriormente se abocaron al siguiente paso. Hasta este momento toda la planificación había sido teórica (en general todas las planificaciones son teóricas. lo que queremos enunciar es que la planificación se  había hecho sin que se tuviera en cuenta si dicho proyecto era realizable en la vida real). Es interesante tratar de construir un mundo ideal pero a veces de tan ideal y muy difícil y hasta casi imposible de llevar a cabo. Una certeza había y era que si se quedaban a mitad del camino, solo obtendrían un mundo igual a este planeta Tierra.

 

Según el historiador Ricardo "Cacho" Fuentes la casi totalidad de los habitantes del planeta Tloon son provenientes del planeta Tierra. Se cree (no hay datos fidedignos al respecto) que originariamente la población que posteriormente compuso el planeta Tloon, fue aislada y confinada en una gran biblioteca que debían escribir utilizando todas las combinaciones posibles de las letras del alfabeto, los signos de puntuación y el espacio.

Luego de finalizada esta ardua tarea que demando miles de años. El pueblo fue liberado de la biblioteca en un mundo que lo prometían como perfecto donde serían satisfechas todas las necesidades y la justicia reinaría.

El pueblo así asentado en esta región que al principio era solo unos pocos kilómetros cuadrados, comenzó a reproducirse y multiplicarse en forma exponencial. El territorio explorado comenzó también a ampliarse conquistando cada vez más zonas hasta poblar totalmente el planeta.

Actualmente se trata de una población pacifica que vive en perfecta armonía y sin conflictos bélicos. En su historia, sin embargo, figura una gran guerra que duro diez años y se extendió por todo el planeta. Cuando termino esta gran guerra se replantearon muchas cosas, una de las cuales era lo innecesario que fue la guerra. A partir de entonces nadie mata a un semejante. No porque se haya acabado la violencia sino porque gracias a un ingenioso dispositivo implantado en los genes mismos de la población, quien mata a otro, muere de la misma manera.

El tiempo en Tloon comienza a contarse a partir del primero de febrero del año tres mil cuatrocientos cincuenta y seis que es la fecha en que se abrió la biblioteca y el pueblo gano el derecho a expandirse por el planeta libremente sin tener que pensar en escribir libros. Otra fecha que se conmemora es el 29 de febrero del 3456 que es el momento en que se deciden a abandonar los límites de la ciudad inicialmente fundada y expandirse por todo el planeta. Esta ciudad inicial se denominaba Miserkarpl y se cree que es la ciudad más antigua del planeta, aunque en la actualidad no se conoce su paradero, muchas sectas religiosas sostienen que aún existe y que debería ser considerada la capital del mundo.

Geografía

La geografía de Tloon es muy particular en ella podemos encontrar prácticamente todas las variantes de los climas.

En el norte, por hallarse próximo al círculo polar, predomina el clima frió con escasas lluvias y homogéneo prácticamente no hay variaciones térmicas entre el día y la noche. Los días tienen escasas horas de luces, y la noche se prolonga más allá de las 16 hs.

Más hacia el sur en la parte central de la región se halla el nudo central de las cadenas montañosas. De él surgen cuatro cadenas montañosas que se extienden separándose a cada uno de los puntos cardinales. Pero no en sentido norte-sur ni oeste-este sino que una cadena baja de noroeste hacia sureste y otra de noreste a suroeste.

Por debajo, la zona sur tiene un clima que va en degradé desde el clima templado casi subtropical pasando por el húmedo de llanura y concluye bien en el extremo sur con nieves permanentes.

En el oeste el clima es homogéneo más bien seco debido a la lejanía con respecto al mar y precisamente por estar protegido por la amplia cordillera. Estos terrenos son bajos. El centro de esta amplia "palangana", está a 70 mts por debajo del nivel del mar. Todo esto hace que la región presente un microclima propio, templado e independiente del resto de los climas que la rodean.

En la zona este el clima es de tipo marítimo, si bien es templado, las variaciones térmicas entre el día y la noche son bastante amplias con lo cual puede tenerse calor húmedo durante las horas del día con disminución de la misma a partir de las 18 hs coincidente con la puesta del sol y un clima fresco por la noche aunque sin llegar a temperaturas extremas.

Golpeó la puerta, ya había tocado el timbre pero no confiaba en él. Esa puerta de madera sin adornos pertenecía a un laboratorio. Cuando iba a golpear nuevamente, escuchó pasos que se acercaban del otro lado.

Cuando se abrió la puerta, apareció un hombre de baja estatura, pelo canoso revuelto, anteojos de gruesos vidrios y escasa barba en el mentón.

-      ¿Qué tal Sergio? –así se llamaba el científico- ¿Todavía seguís con los cosos esos de la luz?

-      Ah. Sos vos…Pasá.

Entró. No le llamó la atención ese recibimiento de pocas palabras. Sergio era así, hablaba solo lo necesario. Siempre que no se tratara de su tema preferido, entonces era difícil hacerlo callar.

El laboratorio estaba ubicado en las afueras de la ciudad. Consistía en una construcción que ocupaba aproximadamente un cuarto de manzana. A cierta distancia una reja de alambre electrificado rodeaba todo el edificio. En la única entrada, constantemente había dos hombres montando guardia.

El interior del edificio constaba de dos habitaciones grandes, más una pequeña que era el baño. Una de ellas estaba ocupada por un generador que podía producir electricidad para abastecer a toda una ciudad. La otra aunque relativamente vacía, tenía todas las paredes llenas de tableros y cablerío. En una de las esquinas, tal vez para romper la monotonía, había un bar con dos banquetas. En el centro exacto de la habitación (digo exacto porque a Sergio le gustaba la perfección y la simetría) había una cosa que más se asemejaba a una silla eléctrica que a formar parte del instrumental de ese laboratorio.

-      Ponete cómodo, Homo. Si querés tomar algo, servite vos mismo.

Sergio lo había llamado por su sobrenombre: Homo. Todos lo llamaban por él. Curiosamente nadie conocía su verdadero nombre; incluso él mismo casi lo había olvidado.

Homo se dirigió hasta el bar donde observó que todas las botellas estaban llenas y cerradas. Había de todo tipo de bebidas alcohólicas pero él tomó un famoso refresco Yanqui de color marrón oscuro.

Se dio vuelta y miró a Sergio, estaba metido entre los cables mirando lo que hacían la docena de hombres que estaban trabajando. De tanto en tanto consultaba con un plano aunque más parecía por hábito que por no acordarse. Se veía pequeño, más de lo que era. Parecía formar parte de la máquina que estaban armando; y en realidad era así porque esa máquina le había costado treinta años de diagramación, diez de experimentación en pequeña escala, cinco para conseguir financiación por parte del gobierno y cinco más para construirla. Le había costado gran parte de su vida pero eso no importaba. Lo realmente importante ahora era que la estaban terminando de armar y que pronto harían el primer experimento con un hombre. El conejito humano iba a ser Homo.

Mientras terminaba de tomar su refresco, Homo pensaba en que parecía mentira lo que podía llegar a hacer el ser humano por dinero. Hace veinte años, cuando estaba a punto de morirse de hambre, firmó un contrato con Sergio por el cual este se comprometía a mantenerlo, ya sea dándole de comer, pagándole ropa y financiándole todos los gustos que Homo se quisiera dar. Hace veinte años, le había parecido el mejor contrato de su vida. Darse todos los gustos, como los ricos, sin tener que trabajar. Jamás pensó que esa complicada maquina se llegase a construir.

Se acercó lentamente al grupo de personas que estaban trabajando y dijo en voz baja para no molestarles:

-      ¿Sergio, me podés explicar de nuevo para qué sirve este cachivache? Ya que voy a ser yo el que lo va a usar, quiero saber para que se utiliza.

Sergio pareció ofenderse con el adjetivo cachivache con que había calificado a su obra de arte científica pero de todos modos accedió a la explicación:

-      Esto que estamos terminando de construir es la obra más grandiosa que haya realizado hombre alguno-comenzó a decir Sergio con tono de profesor dictando una cátedra. Homo contuvo un bostezo-Sirve, aunque a mí mismo me cuesta creerlo, para que un hombre pueda viajar a la velocidad de la luz.

-      ¿Y para qué querés tanta velocidad si el máximo que permiten en las autopistas es de 200 km por hora?

-      ¡Silencio! ¡no digas estupideces y dejame continuar! Por dónde iba… Ah, sí. La increíble velocidad que podrá desarrollar el ser humano gracias a esta máquina, producto de mi invención, le permitirá hacer viajes espaciales en más corto tiempo o a estrellas más lejanas. Si consideramos que nuestro sol que es la estrella más cercana, dista a cinco minutos viajando a la velocidad de la luz que, en un tiempo se consideró instantánea, comprenderemos que para visitar otros planetas de otros sistemas solares que distan a muchos millones de kilómetros, es imprescindible que el hombre alcance esta fantástica velocidad de 300.000 kilómetros por segundo.

Para qué querrá ir al sol, pensó Homo, si en él hace tanto calor. Continúo escuchado, de todos modos el tema le interesaba.

-      El mío, como todos los grandes inventos, es fácil en su funcionamiento. Lo único que hace es amplificar la energía que fluye por las neuronas del cuerpo humano.

¿Neuronas?, pensó Homo, no entiendo nada pero debe ser importante.

-      Todas nuestras sensaciones, nuestros pensamientos, nuestras emociones, son transportados, mediante impulsos de energía, desde cualquier parte de nuestro cuerpo hasta el cerebro e incluso de un lado a otro dentro del mismo encéfalo. Toda esta maquinaria que hemos instalado, convierte a este edificio en un gran trasformador que amplificará esa energía, que para nosotros representaría nuestro yo, hasta una intensidad de 100.000 voltios. De esta manera el Yo de pura energía del ser humano, podrá existir sin  necesidad del cuerpo  viajar, como el rayo, a la velocidad de la luz. El método por el cual se realiza la transformación, no te lo voy a explicar porque es un secreto. Aparte aunque te lo dijera no lo entenderías.

-      Hay algo que no entiendo-preguntó Homo- ¿Cómo es eso del Yo?

-      Lo que nosotros llamamos “Yo”, que otros llaman alma, es producida por el aporte de los cinco sentidos, nuestros pensamientos, nuestros recuerdos y nuestros sentimientos. Está en estrecha relación con el cuerpo, ambos se complementan y se necesitan. Lo que yo pretendo con mi máquina es amplificar la energía que representa el yo de una persona hasta tal punto que no necesite medio material alguno para existir.

Homo agradeció la explicación (que solo sirvió para confundirlo más) y se puso a recorrer con la mirada todas las instalaciones. Le llamaba la atención tantos cables que iban de un lado a otro, tantas lamparitas que prendían y apagaban, tantas conexiones…

Sergio continuó vigilando cada una de las instalaciones que hacían los técnicos que el gobierno le había asignado.

Homo se sentó en el bar pero sin perder de vista los movimientos de los que trabajaban. Cosa inútil pues por más que mirase no iba a poder aprender nada. Pensó en lo sabio que debían ser los técnicos para hacer tantas cosas raras y que una vez, funcionasen. Recordó que una vez había desarmado un ventilador que no funcionaba con el propósito de repararlo. Terminó comprando uno nuevo.

Luego de largo rato, Sergio dejó su tarea por un momento y se dirigió al bar a tomar algo. En un vaso de los que se utilizan para tomar whisky, puso partes iguales de jugo de ananá y de uva y le agregó dos cubitos. Mientras bebía esta preparación notó que Homo estaba con la mirada perdida en el vacío.

-      ¿En qué estás pensando?-le preguntó-¿Qué te preocupa?

-      Estaba pensando-le respondió Homo sin mirarlo-en un contrato que firmé hace veinte años…

-      ¡Ah! El contrato-dijo Sergio sonriendo-¡Qué suerte tuviste! Nunca te faltó dinero.

-      ¿Suerte? ¿Te parece?-el rostro de Homo demostraba enojo-¿Te parece que el dinero que gasté en veinte años puede comprar una vida humana?

-      Un momento. Cuando te contraté no compré tu vida sino que te mantuve con vida para que tuvieras el honor de ser el primer hombre que viajara a la velocidad de la luz.

-      …o de ser el primer voluntario que se ofrece para que lo ejecuten en la silla eléctrica. Cuando firmé el contrato, me hallaba desesperado por el hambre y el dinero siempre enceguece. Vender mi vida por un puñado de dinero. ¡Qué idea absurda¡

-      ¡A mí también me pagan por construir esta máquina y no me quejo!

-      Pero vos estás haciendo lo que te gusta.

-      Te equivocás. Me pagan por construir un arma; ya que un soldado de pura energía es indestructible y el país que lo posea puede ser el más poderoso del mundo.

-      ¿Y si no estás de acuerdo para qué la construís?

-      Esta máquina ha consumido muchos años de mi vida. La quiero terminar  hacer tan solo una prueba. Ya veré más tarde el modo de destruirla. Me conformo con que un solo hombre entre millones pueda viajar a la velocidad de la luz. Eso solo ya justificará mis muchos años perdidos.

Los ojos de Sergio se pusieron más brillosos que de costumbre. Homo guardó silencio. Se sintió disminuido y molesto al mismo tiempo. Estaba enejado con él mismo por haberse preocupado solo por su vida. Si el experimento salía bien conservaría la vida pero muchos seres podían morir si esa máquina era empleada como arma; si algo fallaba, él perdería la vida pero ese montón de cables jamás podría ser usado en contra de la humanidad.

Homo se quedó pensando. Sergio terminó de beber los jugos y retornó a su tarea.

Luego de dos horas, cuando Homo estaba llegando a la cumbre de su aburrimiento, uno de los técnicos dijo: terminamos.

Esta palabra sacó a Homo de la somnolencia producida por la espera.

-      Perfecto –dijo Sergio– Ahora vamos a poner todo en funcionamiento. Dentro de diez minutos haremos la primera prueba, dentro de quince, haremos el segundo intento.

El corazón de Homo comenzó a latir de prisa. Sabía que cuando hablaban de la segunda prueba se referían a él.

Cuando bajaron la palanca que ponía en marcha el generador, toda la máquina comenzó a zumbar y miles de lámparas que servían de monitor, se encendieron. A medida que el sonido se hacía más intenso, los marcadores de la intensidad de la corriente, se movían hacia el máximo.

-      Perfecto. Potencia al máximo – dijo Sergio – Iniciemos la prueba uno.

Para la prueba uno, utilizaron un mono pequeño. Luego de anestesiarlo, lo ataron a la silla, que se hallaba en el centro de la sala, con anchos cinturones de cuero.

Los técnicos hicieron señas para indicar que todo estaba listo. Sergio agarró fuertemente la palanca que controlaba el paso de energía. Homo contuvo la respiración. Los técnicos se alejaron del sillón donde estaba el mono. Sergio bajó decididamente la palanca.

Las agujas se agitaron enérgicamente. Como un eco todo el cuerpo del simio vibró durante un instante. Luego se quedó inmóvil como un muñeco.

Homo recordó que debía respirar de vez en cuando. Exhaló e inspiró profundamente; luego contuvo nuevamente la respiración.

Durante el minuto que siguió a la bajada de la palanca, sucedió el hecho más extraño que ha observado jamás el hombre.

Todos los músculos del mono, que hasta ese momento habían estado en tensión, se relajaron. Al cabo de unos segundos, una extraña aureola de luz de color rojo cubrió el cuerpo del mono. Con el transcurso del tiempo, la luz fue pasando por todos los tonos de los rosas, el violeta neutro, todos los tonos de los celestes hasta llegar al azul con algunos reflejos violáceos.

Pocos instantes después, una imagen, copia fiel del simio, se elevó por encima del cuerpo que parecía dormir sobre el sillón. Había salido del interior del mono, era su fuerza vital. Todos se quedaron mirándolo con la boca abierta, algunos dijeron “es fantástico”, otros apenas “oh” Homo en cambio miraba con ojos aterrados, era la primera vez que veía esto, nunca lo había imaginado.

-      Lo mataron-dijo-El experimento Salió mal. Lo han electrocutado.

-      No-le contestó Sergio-todo ha salido bien. El mono no murió. Esa imagen que ves es el yo, o sea el alma del mono que se separó del cuerpo.

-      …y bueno. ¿Acaso cuando se separa el alma del cuerpo no es estar muerto?

-      En otras condiciones, sí, pero en esta no. Todo salió bien. Vení que te vamos a anestesiar para iniciar la prueba dos.

-      ¡No! Ustedes me están mintiendo para matarme a mí también. Jamás me ofreceré como conejito de la India.

No había terminado de decir esto cuando comenzó a correr en dirección de la puerta.

Los técnicos se quedaron inmóviles por un instante, solo reaccionaron cuando Sergio gritó que no lo dejaran escapar.

En su desesperación, Homo tomó una silla del bar  la arrojó contra los técnicos. Corrió hacia la puerta, la abrió e intentó salir. Digo intentó porque Homo se había olvidado de los dos guardias que custodiaban la puerta. Empujó a uno pero el otro lo tomó por el hombro, lo hizo girar y le dio un puñetazo en el mentón al mismo tiempo que se oía la voz de Sergio gritando:

-      Traten de atraparlo pero no lo lastimen… más que lo necesario.

Homo vio todo negro, se sintió sin fuerzas y notó que caía.

Se despertó sobresaltado. Miró a su alrededor, seguía rodeado de la ceniza que hacía las veces de arena en ese extenso desierto. El sol estaba bastante alto, por él calculó que eran aproximadamente las diez de un día que había comenzado hace muchas horas sin que él lo notara.

Se puso de pie, estiró los brazos y bostezó. Fue entonces cuando recordó el refugio en ruinas. Lo buscó a la lejanía pero no lo encontró. Sintió temor giró nuevamente buscándolo con la mirada. Finalmente se convenció de que no estaba. Misteriosamente el refugio había desaparecido. Tembló, estaba aterrorizado porque ese pequeño habitáculo significaba todo para él. Era cuanto conocía de ese extraño mundo. Era también el objeto que lo guiaba en su camino; ahora sin él a la vista no sabría hacia dónde dirigirse. Pensó un poco, luego decidió seguir caminando. Nada conseguiría si se quedaba en ese sitio. Se dirigió hacia donde creyó que iba en el día anterior.

Mientras caminaba trató de pensar en algo para entretenerse y no apreciar el largo camino. Sus pensamientos eran escasos porque su pasado era diminuto: apenas el día anterior.

De pronto recordó algo que le había sucedido a la noche mientras dormía. Era lo que comúnmente llamamos sueño. Para él se trataba de un producto mental sin explicación. Sin duda era un símbolo de significado inalcanzable que, tal vez, representaría una escena de su vida en el pasado. Pensó que en el pasado él era Homo, el hombre que por necesidad había firmado ese contrato. Imaginó que el experimento se había llevado a cabo, que él había logrado viajar a la velocidad de la luz. Pero, siendo así, ¿en dónde se encontraba ahora? ¿Qué era esto? ¿Habría viajado a otro planeta de algún distante sistema solar o, tal vez, se hallaba en la tierra pero en un futuro muy remoto en relación con su época de nacimiento? No descartaba esta posibilidad enunciada por Einstein en su famosa teoría. Supuso que para él, al viajar a la velocidad de la luz, el tiempo transcurría más lento. Imaginó que había hecho un viaje que le demandó cinco años de ida y cinco de vuelta; para él había trascurrido diez años pero para las personas de la Tierra ese lapso había sido igual a cien años. En un siglo puede pasar tantas cosas, hasta incluso una guerra mundial atómica que destruyera toda la humanidad. La ceniza que había esparcida por todas partes, corroboraba en parte su teoría.

Por un momento dejó de pensar y prestó atención  a su alrededor, todo era igual que siempre: el amplio llano que se extendía, por los cuatro costados, hasta el horizonte. Solo había un detalle que destruía la monotonía del paisaje: las pisadas que iba dejando tras de sí.

Buscando otra explicación para lo que había vivido la noche anterior, recordó que alguien le había dicho que hay religiones que sostienen que mientras estamos durmiendo en este mundo, estamos despiertos en otro y, de esa manera, una persona es dos a la vez. Esta teoría no lo convencía mucho aunque no la descartó totalmente. Optó por pensar que se trataba simplemente de un sueño que reflejaba un pasado que él había vivido pero con algunas modificaciones.

Algo le llamó la atención y lo distrajo de sus meditaciones. Un reflejo en el horizonte comenzó a hacerse cada vez más evidente debido a que el sol se ocultaba. Se veía como un punto en la lejanía, podía confundirse fácilmente con una estrella pero no era así. La tonalidad de la luz era diferente a la que producen los cuerpos celestes. Pensó que se trataba, sin duda, de una ciudad o de cualquier otra cosa hecha por el hombre. En esos momentos no se sintió solo, dejó de sufrir esa soledad que lo había acompañado desde que había despertado en aquel refugio en ruinas. Su corazón comenzó a latir de prisa. Apresuró el paso aunque aún le quedaba cerca de un día de camino para llegar.

La noche lo sorprendió caminando, no podía ser de otra manera. Caminó una hora más, total no era necesario ver en esa monótona llanura. Cuando se sintió al borde de ser vencido por el sueño, comenzó a cavar un pozo en forma de flecha apuntando hacia donde estaba el destello. Por alguna extraña razón, el refugio en ruinas había desaparecido durante la noche anterior, no quería que le ocurriera lo mismo con esa supuesta ciudad.

Cuando terminó con su tarea, se sentó en la arena a mirar hacia el lugar de donde provenía la luz que se asemejaba a una salida de sol. Esta luz era lo más bello que había observado en los últimos dos días. Los reflejos teñían de un tenue color amarillo a una franja del cielo que estaba sobre el horizonte.

El peso del sueño en los parpados le parecía insoportable. Se acostó. De a poco se fue introduciendo en ese mundo que desconocía más que el que habitaba cuando estaba despierto.

El sol de frente lo despertó porque le molestaba los ojos. La primera sensación que tuvo fue de desconcierto: no había soñado. Esto descartaba la teoría que decía que mientras estamos dormimos aquí estamos despiertos en otra parte. La segunda sensación que tuvo fue extrañarse ante lo breve que parece una noche en la que dormimos pero no soñamos. La tercera y más importante fue un malestar en el estómago. Esta molestia le llamaba la atención debido a que él no sabía lo que era tener hambre.

Al principio, lo desesperó la idea de que hallara la muerte antes de que pudiera llegar hasta la que él suponía que era una ciudad. Luego se tranquilizó y pensó que, tal vez, pudiera hacer ese día de camino y una vez en la ciudad, alguien lo curaría de su mal. Luego de mirar hacia donde apuntaba la flecha, emprendió el viaje. Ya no se veía el resplandor pero sin embargo él sabia en que dirección caminar para encontrar lo que buscaba.

Mientras caminaba, por unos recuerdos que retornaron a su mente, se dio cuenta que esa noche había soñado; aunque estos recuerdos eran muy vagos.

Una de las imágenes que pasó por su mente como un flash en medio de la oscuridad, le permitió recordar uno de los sueños. En el protagonizaba a un loco que, luego de ser sometido a una prueba mental es encerrado en uno de los famosos centros de rehabilitación que lo único que hacen es enloquecerlos más.

El principio del sueño es brumoso lo que más recuerda es un dialogo que tuvo con otro internado.

- no recuerdo por qué me trajeron aquí. Vos por qué estas encerrado junto conmigo.

- no estamos encerrados-le respondió el otro-Estas rejas que ves son, efectivamente para separar a los locos de los cuerdos. Los del otro lado son los locos.

- Entonces por qué estamos encerrados

- Ya te dije que no estamos encerrados. Lo que sucede es que los locos son tantos y la jaula es tan grande que da la impresión de que están en libertad.

- Ah. Nosotros estamos afuera y como somos pocos, la reja parece rodearnos a nosotros y no a ellos.

- Claro- el extraño se quedó mirándolo fijamente, luego continuó hablando- Como te llamas A que te dedicas

- Mi nombre no lo sé. Creo que mis amigos me llaman Homo. Soy viajero. Hago viajes por… Todavía no lo he averiguado pero estoy seguro de que soy viajero. ¿Y vos quien sos?

- ¿Yo?...soy Dios.

- ¿Cómo?

- Sí. Soy Dios porque todo lo que se mueve es movido por otro, debe haber un ser que sea fuente del movimiento, pero en sí mismo inmóvil. Todo efecto tiene una causa; debe haber una primera causa incausada. Todos los seres son contingentes, ninguno tiene en sí mismo la razón de su existencia; debe haber un ser necesario. Todas las cosas son imperfectas y compuestas; debe haber un ser simple y perfecto. Hay un orden en el universo; todo está ordenado a un fin; tiene que haber, pues, un ordenador inteligente… en una palabra tiene que haber un Dios y, como la vacante estaba libre, yo me desempeño como tal.

- ¿…y quien te dio ese puesto?

- ¿cómo quién me lo dio? Yo mismo. ¿Acaso no soy todopoderoso? Con este puesto se vive, se come, y se duerme sin tener que hacer nada. Si querés te lo presto por algunos días. Ya se lo he prestado a Napoleón y a Carlo Magno. Hitler también me lo pidió pero a él no sé si se lo voy a prestar.

- No. Por ahora no lo necesito. Voy a ver más adelante.

Hasta ahí era todo lo que recordaba del dialogo. El sueño, no sabía cómo continuaba, tal vez no continuase; pero imaginó que luego, en el sueño, se había encerrado en el baño de ese instituto y se había resistido a salir. Curiosamente ese baño era parecido al refugio del cual, dos días atrás, había salido. Pensó que tal vez, todo esto que veía cuando estaba despierto, era una fantasía, un delirio; y que la que la verdad era ese hospital mental. Pensó que, tal vez, él era loco y que estaba imaginando ese momento. Sin embargo ese malestar en el estómago era bastante real.

En ese momento recordó que había tenido otro sueño en el cual se veía a si mismo entrando en el consultorio de un médico. El facultativo luego de revisarlo le comunicó que tratara de vivir lo mejor posible los quince días de vida que le restaban. Este sueño le llamó la atención pues en él se veía a sí mismo como si hubiera sufrido un desdoblamiento: uno era el que actuaba en el sueño y el otro el que observaba la acción del mismo. En el sueño él trataba pro todos los medios de hallar un famoso instituto en el que se realizaban experimentos de mantención de la vida mediante el frio. Durante quince días buscó en vano sin poder hallar ni siquiera datos. Ya casi sin esperanzas se recostó en un árbol. Sin poder explicarse, se halló dentro de un laboratorio donde había varios sarcófagos criogénicos. Esta historia presentaba la típica incoherencia de los sueños: los cambios de acción, las variaciones de lugar, el desconcierto y la desorientación del personaje, las finalidades absurdas.

Por un momento pensó que él, cuando creía que estaba despierto, bien podía estar también soñando pues ese paisaje y él mismo presentaban también los típicos elementos.

Retomando los pensamientos del sueño que había tenido, recordó que quería hallar ese instituto porque tenía fe que en el futuro encontraría remedio para su mal. Al igual que unos pocos, él quería donar su cuerpo para que lo mantuvieran en suspensión criónica hasta tanto pudieran curarlo. El sueño terminaba sin que supiera si había conseguido su propósito o si había muerto. Haber muerto era otra de las posibilidades. Tal vez esos sueños eran pequeños fragmentos de recuerdos de alguna vida anterior. No estaba seguro de nada.

Nuevamente dirigió la atención a la realidad, es decir a su caminata por el desierto de cenizas. Ni bien se concentró en la realidad, acudió a él el malestar al estómago que había olvidado mientras recordaba sus sueños. Ahora era más intenso, lo comparó a una herida de cuchillo. Al prestar atención a esa molestia se dio cuenta que la garganta se le había secado y que la saliva de la boca había sido cambiada por un fluido espeso que era difícil de tragar. Un sudor cálido bañaba todo su cuerpo. El líquido brotaba de su frente incesantemente y dificultaban su vista al penetrarle en los ojos. Pensó que ese malestar se debía al mal por el cual había buscado al instituto criogénico. Tembló de miedo pues supuso que se moriría justo ahora que se estaba aproximando a la verdad, es decir que, tal vez, en esa ciudad encontraría el significado de su existencia.

Si hubiera sabido que solo se trataba de hambre, sed y los efectos del sol, no hubiera temido tanto.

Apretó los ojos y sacudió la cabeza. Al levantar la vista, quedó ante él los contornos de los edificios de la ciudad. Apenas diez kilómetros lo separaban de su encuentro.

La vista se le nubló, los contornos se hicieron inexactos. Sintió que caía. Pensó que era el fin, que nunca estaría en esa ciudad.

Abrió los ojos, aun veía nublado. A su alrededor escuchaba murmullos. Por los timbres de las voces dedujo que había cuatro personas y, tal vez, alguna en silencio. Sintió un agradable aroma de perfume, sin duda había flores en el interior de la habitación. Se hallaba tendido sobre un sofá rígido pero a la vez cómodo. Ya no sentía el molesto calor que soportara cuando caminaba por el desierto; más aún, una agradable brisa corría en el interior de esa amplia habitación. Pero todavía tenía la boca reseca y sentía en la lengua un gusto amargo y desagradable.

Escuchó a su alrededor, las voces decían:

-      Abrió los ojos. Parece que no está tan mal y se puede mejorar.

-      Sí. Cuando se reanime un poco más, le daremos agua y un poco de comida.

-      ¿Quién es? ¿Por qué estaba caminando solo por el desierto?

-      Abrió los ojos pero todavía tiene la mirada perdida.

Tratando de ver a quienes hablaban, se le fue aclarando la vista. Cuando pudo ver nítidamente a las figuras, pudo comprobar que, efectivamente, se trataba de cuatro personas. Parecían cuatro hermanos debido a la apreciable similitud que había entre ellos. Todos estaban vestidos de igual modo. La ropa, que parecía un uniforme, constaba de un pantalón de hilo muy fino de color blanco, una remera del mismo color de una trama bastante abierta que pasaba de la cintura donde estaba ceñida con un cinturón de tela rústica.

Se sentó en el sofá donde había estado acostado. Fue a hacerles algunas preguntas pero uno de los del grupo se le adelantó y le interrogó:

-      ¿Quién sos?

Pensó por un instante y luego atinó a decir:

-      No sé.

-      ¿Cómo te llamás?

Otro breve silencio y luego dijo llevándose la mano a la cabeza:

-      No sé, pero creo que algunos amigos me llaman Homo.

-      ¿Qué hacías en el medio del desierto?

-      Caminaba-dijo Homo levantando los hombros-quería llegar hasta esta ciudad.

-      ¿De dónde venís?

-      No sé. Hace dos días, de repente, me di cuenta que estaba vivo. Me encontraba dentro de un refugio semidestruido que estaba en el medio del desierto, que lo utilicé para defenderme contra los ataques del tiempo. A propósito del tiempo…que es lo que ocurre con él que cuando estaba dentro de esa construcción, llovía abundantemente; en cambio al otro día, antes de desmayarme, había un sol insoportable?

-      No tiene nada de raro. ¿Por qué? Así es el clima del desierto: a veces llueve, unas veces hay cuarenta grados de temperatura, otras nieva… y otras variedades más.

Hubo un breve silencio. Solo fue interrumpido cuando uno de los muchachos dijo en voz baja, como hablando consigo mismo:

-      Una ruina… creo que eso me hace recordar algo. Alguien, una vez, me habló de una ruina que en un tiempo había sido una ciudad. Pero esta ciudad era diferente a las demás porque la mayoría de las casas eran bibliotecas que en conjunto hacían una sola de gran tamaño-hizo silencio  luego continuó- Se dan cuenta que nuestro amigo Homo ha estado, sin darse cuenta, en esa maravillosa ciudad.

-      Sí. Es cierto- dijo otro de los muchachos con cara de asombro- Yo también he oído hablar de esa fantástica ciudad.

-      Perdón – intervino Homo – Me pueden decir que tiene de maravilloso y fantástico esa ciudad. Yo solo vi un desierto y en medio de él, una construcción en ruinas de no más de un metro por dos.

-      La ciudad, que muchos llaman Demos, es fantástica por ser infinita, por no poseer principio ni fin, por ser la que habitaron seres que existieron antes que nosotros pero que no son nuestros antecesores, porque en sus libros se podía hallar la sabiduría de todo el universo, porque en ella vivía el Dios creador de todo ser viviente.

-      ¿…es decir de todos nosotros- preguntó Homo fascinado por el descubrimiento- y dicen que tiene existencia real?

-      Así es, de carne y huesos como nosotros.

Esto es fantástico, pensó Homo, si este Dios es de existencia material, tal vez, lo pueda hallar para preguntarle acerca de mi existencia anterior, de mi origen y de mi porvenir:

-      ¿Aún está con vida, es decir…existe en la actualidad?

-      No tenemos conocimiento cierto-dijo uno de los muchachos-Nadie sabe si vive pero él dijo que jamás moriría y suponemos que tenía razón.

Hubo un silencio, un instante en que al parecer cada uno estaba pensando algo de qué hablar. Homo aprovechó ese momento para observar todo cuanto lo rodeaba. Todos se hallaban dentro de una habitación de aproximadamente cuatro metros por cuatro por dos y medio de alto. Las paredes eran de un tenue color amarillo; el techo de blanco tiza; el piso de un extraño rosa formado por un fondo anaranjado que se aproximaba al rojo y en el cual había contenido pequeñas piedras blancas; los marcos de las puertas y las ventanas eran de un color neutro que se asemejaba al celeste. Los muebles eran sencillos, una mesa roja con patas blancas y sus respectivas sillas, ubicada en el centro de la habitación; un sillón grande y dos pequeños haciendo juego, cerca de las paredes. En el más grande de ellos, instantes antes, Homo había estado acostado. No dejó de observar también, un viejo ventilador en funcionamiento, de él provenía la agradable brisa que él había sentido cuando se despertó. La ventana se hallaba cubierta por una fina cortina de color crema con bordados más oscuros. Por ella se veía el exterior de la casa que era de dos pisos. Se podía ver las pocas cuadras que componían el pueblo, más allá de ellas, el desierto por el que había caminado, se mostraba imponente por la extensión.

Giró la cabeza. Detrás de él, a través de una puerta, se veía un pasillo y al final, un espejo. Este curiosamente asemejaba al que había en aquel pequeño refugio en el que se había visto por primera vez.

En medio de la sala, alrededor de la mesa, se hallaban las cuatro personas que lo habían salvado de morir en el medio del desierto. Curiosamente no recordaba cómo se llamaban.

-      Es extraño- dijo Homo para participar a los demás de su asombro- No recuerdo como se llaman ustedes.

-      Creo que no es tan extraño- dijo uno de los muchachos- Aun no te hemos dicho como nos llamamos.

Se fueron presentando cada uno a sí mismo. Homo aprovechó para observar sus rasgos.

-      Yo soy Ari. ¿Por qué no nos has preguntado antes como nos llamamos?

Ari era un muchacho de físico atlético. Su rostro serio daba la sensación de que siempre estaba enojado. En lo que respecta a las otras señas, eran similares a la de los otros tres, lo cual afirmaba que se trataba de hermanos.

-      Yo soy Aidivne. ¿Por qué nosotros que hemos buscado durante muchos años a la ciudad Demos, no la hemos hallado y vos por casualidad has estado en ella?

Aidivne era de baja estatura y delgado, de rostro feo y voz desagradable.

-      Yo soy Alug. Acepta comer con nosotros. Dentro de poco vamos a almorzar.

Alug era el más gordo de los cuatro. Era de carácter alegre y despreocupado.

-      Yo soy Aibrebos. Ari tiene razón: ¿por qué no nos haz preguntado antes como nos llamábamos? ¿Es que, acaso, nosotros no somos importantes?

Aibrebos era quien poseía la mejor presencia de todos. La ropa, pese a ser igual que la de los otros tres, la usaba con cuidada elegancia.

-      Gracias por haberse presentado- comenzó a hablar Homo con cierta timidez por las preguntas que le habían hecho- Creo que Ari y Aibrebos tienen razón, fui un descuido mío no haberles preguntado antes. Lo que sucede es que estaba preocupado en averiguar dónde me hallo, quien soy, para qué estoy aquí, cuál es mi origen. Discúlpenme.

No sé, Aidivne, por qué no han hallado hasta ahora a la ciudad perdida de Demos pero creo que yo tampoco he estado en ella. De todas maneras si ustedes quieren los puedo llevar hasta las ruinas donde yo me di cuenta por primera vez que estaba vivo. En cuanto a tu proposición, Alug, la acepto. Tengo apetito y además no tengo a donde ir. Espero que ustedes me puedan dar solo un plato de comida… si no es molestia.

-      No. Si no es ninguna molestia- respondió Alug- no podemos negarle un plato de comida a alguien con tu estado.

Las cinco personas pasaron a la cocina a través de una amplia puerta corrediza. En esa habitación había otra persona, una mujer cuidaba la comida que se cocinaba sobre un aparato que pese poseer todas las características de una cocina, le faltaba algo importante: no poseía hornallas y menos aún, fuego.

Debido a las presentaciones, Homo conoció a aicirava y viceversa. La muchacha que poseía una belleza total, es decir en el rostro en la expresión, en el tono de vos, en la manera de pensar; estaba vestida con ropa de misma tela que la de los muchachos pero a diferencia de estos, era entallada y de mejor confección. Como para complementar la hermosura de su cara y su muñeca, tenía puesto aros y pulseras de diseño delicado y de valor incalculable debido a las joyas que poseían los pendientes.

La comida le resultó muy agradable a Homo pese a que los alimentos estaban muy impregnados en aceite. No tan agradable le resultó la conversación que se sostuvo durante el almuerzo. Esto se debió más que todo al hecho de que hablaban entre si y lo dejaban a él de lado.

Las conversaciones de poca profundidad (parecía que eran más que nada para pasar el rato) eran más o menos así:

AIBREBOS: -Ayer estuve trabajando toda la tarde pero vieron que hermosas flores que tenemos ahora en nuestro jardín. Sin duda creo que son las mejores de todo el vecindario.

AIDIVNE: -No te creas. Esta mañana vi a dos cuadras de aquí a una casa que tenía un jardín muy cuidado. Lo que me llamó especialmente la atención fueron unas flores rojas de especial belleza que había en él. Cómo me gustaría tener esas flores en nuestro jardín. Mañana si aso de nuevo, le voy a pedir algunas para plantar nosotros.

ARI: -No te va a servir de nada. Seguramente no te dará ninguna porque sabe que son las únicas en la ciudad y no quiere que otros las tengan –mostró los dientes apretados y añadió- El día que pase por enfrente de su casa se las voy a arrancar todas.

Alug no hablaba, solo se limitaba a comer. Cuando terminaba lo que tenía en el plato, se volvía a servir y seguía comiendo. Y así continuó hasta ingerir lo que cabía en cinco platos.

Aicirava no habló en toda la comida, solo lo hizo a los postres:

-      Cuando podemos ir en busca de la ciudad perdida –dijo con cierto tono de liderazgo, todas la escucharon en silencio- Hay un gran tesoro encerrado en ella.

-      Claro- dijo Homo que ya no podía aguantar sin hablar- sus casas poseen muchos libros. Supongo que todos en cierta medida deben ser interesantes.

Todos lo miraron con cara de asombro. Homo, luego de un instante de silencio, preguntó:

-      ¿Qué sucede? ¿Qué dije?

-      No sé qué entendiste vos- respondió Aiciraqva- cuando dije tesoro me refería a uno verdadero. No pronuncié esa palabra en el sentido metafórico.

Homo bajó la vista y se limitó a decir “disculpen”. Estaba muy molesto por esa confusión que le demostraba que en esa casa eran muy materialistas.

-      Debemos ir de inmediato- dijo Aidivne- No veo por qué los habitantes de esa ciudad poseían esa fortuna y nosotros no la podemos tener.

-      Los puedo guiar hasta ella cuando ustedes quieran- dijo Homo levantando la vista que hasta ese momento la tenía dirigida hacia el plato- pero les vuelvo a decir que el refugio de donde salí dista mucho de ser la ciudad que ustedes mencionan.

-      Yo creo que no debemos perder tiempo- dijo Aicirava casi como una orden- otros pueden encontrar la fortuna antes que nosotros. Saldremos ya mismo.

Prácticamente no se habló nada más. Todos se dedicaron a hacer los preparativos para el gran viaje. Homo estuvo un rato mirándolos sin hacer nada. Luego les avisó que iba a dar una pequeña vuelta por la ciudad mientras ellos terminaban con su tarea. Le contestaron afirmativamente, casi sin prestarle atención.

Las casas no tenían mayor diferencia que el color de sus frentes o las flores que había en sus jardines. La ciudad (mejor sería decir pueblo) se asemejaba mucho a esos barrios para obreros en que todas las casa fueron construidas al mismo tiempo y con el mismo plano. Lo único que, de vez en cuando, rompía la increíble simetría del pueblo era el hallazgo de una casa de alto. Pero estas no se asemejaban a una de dos pisos sino más bien a dos de un piso puestas una arriba de la otra.

Homo advirtió que la calle por donde caminaba, extrañamente se hallaba vacía como si se tratara de un pueblo desierto. Por un momento, Homo, tuvo la idea que tal vez los únicos seres con vida fueran los cinco muchachos que lo habían salvado en el desierto.

Continuó caminando mientras miraba hacia todos lados, para descubrir alguna casa que sea diferente a las demás y algún ser con vida. Caminó y caminó, agotó todas las posibilidades de cruzar diferentes esquinas y al mismo tiempo se agotó él mismo. Cuando ya había decidido no buscar más y regresaba caminando lentamente a la casa de los muchachos, vio a la distancia una silueta humana frente a la puerta de una de las tantas veces repetidas casas. Apresuró el paso y se dirigió directamente hacia él. Era una persona de unos cuarenta años, algo adiposo y parecido a los muchachos. Esto no sorprendió a Homo pues parecía que era una característica propia de esa ciudad. Esto era parecido a la similitud de los orientales entre sí.

El hombre estaba durmiendo profundamente sobre uno de los escalones que salvaba el desnivel que había entre la vereda y el jardín delantero. Homo se detuvo junto a él, pensó por un instante; dudó si lo despertaría para interrogarlo acerca de donde habían ido todos los habitantes. Luego de un instante se decidió, ya que era el único que había encontrado en toda la ciudad, no iba a esperar a que despertara.

Lo agitó suavemente para que se despertara pero sin sobresaltase. El hombre continuó acostado sin despertarse. Homo lo movió con un poco más de energía y nada, continuaba inmóvil sumergido en su sueño. Por un instante se alejó; pensó que estaba muerto. Se acercó nuevamente y le tomó el pulso. Teniendo en cuenta que mientras dormimos, el pulso disminuye, el corazón le latía correctamente. Esto le confirmó a Homo que ese hombre estaba durmiendo. Lo agitó por tercera vez con una energía casi agresiva. El hombre solo se limitó a dar vuelta sobre sí mismo y continuar durmiendo.

Homo decidió dejar de lado la idea de tratar de despertar a ese extraño personaje y resolvió regresar a la casa donde, seguramente, los muchachos habían terminado de preparar las cosas necesarias para la búsqueda de la ciudad de Demos. Tuvo cuidado de regresar por la misma calle ya que en esa ciudad simétrica, cuyas calles no tenían nombre y las casas no tenían número, era asombrosamente fácil perderse.

Mientras caminaba las cinco cuadras que lo separaban de la casa de sus amigos, Homo volvió a meditar acerca de las cosas que le llamaban la atención: su origen, su finalidad en este mundo, sus sueño, sus amigos, la ciudad de Demos, la ciudad desierta, el hombre durmiendo en la calle, su soledad, su vida, su porvenir, el dios de existencia material.

Caminando casi sin darse cuenta llegó a la casa que era la única de dos pisos en la cuadra. Abrió la puerta de calle, la escalera de piedras negras quedó ante él. Allá arriba a una distancia de veintidós escalones había un espejo. Ese vidrio que reflejaba con esmerada exactitud todas las imágenes, era idéntico al espejo que había en aquellas ruinas donde Homo por primera vez se había sentido con vida.

Subió lentamente la escalera que lo conducía frente al espejo. Tenía un extraño temor, no lo quería mirar de frente. Observó los delicados detalles de los adornos de bronce. Siguió con la vista cada una de las líneas que en conjunto formaban flores. Bruscamente miró hacia el centro del cristal, justo en el lugar donde esperaba encontrar su imagen, no halló nada. En el espejo se reflejaba parte de los escalones, la llave con que se encendía la luz, la lámpara de cristal tallado, dos cuadros de cobre que había en la pared, pero su rostro no estaba. Homo se acercó lentamente hasta tocar con la nariz el frio vidrio, vio todo lo que lo rodeaba pero no se halló a si mismo.

Giró violentamente y caminó de prisa por el pasillo que lo alejaba de aquel misterioso espejo. Al final del pasillo había una puerta, la abrió; detrás de ella estaban los cinco muchachos que recién terminaban de preparar sendas mochilas. Se acercó a ellos con un rostro que demostraba algo de espanto y les preguntó:

-      ¿Qué sucede en esta ciudad? ¿Qué pasa en esta casa?

-      ¡Calmate! – le gritó Ari – Si seguís hablando de ese modo no te entendemos nada.

-      Todo esto es extraño – dijo Homo serenándose un poco – Cuando salí a la calle toda la ciudad estaba desierta y el único habitante que hallé, dormía un sueño tan pesado que no lo pude despertar. Luego, cuando entré a esta casa, me miré al espejo y no me vi.

Los cinco muchachos se miraron entre sí como preguntándose con la vista, luego volvieron a mirar a Homo. Entonces Alug tomó la palabra:

-      Eso es perfectamente normal en este mundo…  más aún en esta ciudad. Es lógico que no encuentres a nadie por las calles, están todos en sus casas; no salen si no hay necesidad para ello. El hombre que hallaste durmiendo en la vereda es el viejo Azerep; está dormido a toda hora, solo se despierta para comer algo y luego se vuelve a dormir en cualquier lugar que se encuentre. En cuanto a lo del espejo… -pensó un poco y luego añadió- no sé por qué no te ves pero sé que así debe ser.

-      Gracias – dijo Homo, aunque con esas explicaciones lo habían dejado pero que antes.

-      Bueno…bueno – dijo Aicirava mientras agarraba su mochila y se la ponía sobre los hombros – ya es hora de que dejemos de hablar y nos pongamos en marcha en busca de ese tesoro… es decir, de esa ciudad.

-      Si, vamos – dijo Ari cerrando su mochila – no debemos demorar más – luego mirando a Homo que no tenía nada preparado dijo con malos modos – ¿Todavía no preparastes nada? En lugar de perder el tiempo caminando por la calle podrías haber buscado las cosas que vas a necesitar en la exploración de Demos.

-      No hace falta buscarlas – dijo Homo bajando las cejas en señal de enojo – Aquí tengo un metro y un cronometro. Es todo lo que necesito.

-      ¿Qué? – exclamó Alug – En lugar de llevar comida, viajarás solo con esos dos objetos. ¿Para qué te van a  servir?

-      Para mí, lo que no se pueda medir en sus cuatros dimensiones…no existe. Alto, ancho, largo y permanencia en el tiempo; cualquiera de esos cuatro requisitos que no cumpla y no será un objeto real. – Se colocó los instrumentos en la cintura y dirigiéndose a la puerta ordenó – En marcha. Si es que vamos a encontrar esa ciudad, hagámoslo de una vez.

Inútil sería relatar la trayectoria que siguieron desde la salida de la casa hasta el medio del desierto donde se suponía que encontrarían las ruinas de las que hablaba Homo.

Este recorrido era exactamente igual al que había hecho Homo pero con pequeñas diferencias: era en sentido inverso y viajaban en un vehículo automotor lo cual acortó notablemente el tiempo del viaje.

Más arriba he escrito “donde se suponía que encontrarían las ruinas” esto se debe al hecho de que jamás hallaron aquella pequeña construcción.

-      No puede ser dijo Homo – ¡Teóricamente tendría que estar en este lugar! Aunque…pensándolo bien, la inmensidad  y la igualdad del paisaje, puede haberme confundido.

-      ¿Cómo puede ser esto? – preguntó Ari en tono agresivo – ¿Cómo pudiste olvidarte de la ubicación de una ruina en la que has estado dos días antes?

-      Claro! – agregó AIbrebos – Si hubiera sido yo el que estuvo en esa ruina, seguramente no me habría olvidado ni confundido.

-      Me parece que ya se lo que sucede – intervino Aidivne con voz burlona – Nuestro amigo Homo quiere ser el único conocedor de la ubicación de la ciudad de Demos.

Aicirava, que hasta ese momento había estado escuchando lo que se decía, rompió el silencio y dijo a Homo mirándole directamente a los ojos.

-      Escuchame! No me interesa el motivo por el que querés mantener oculta a la ciudad; no sé qué es lo que pensás acerca de nosotros, es decir que es lo que haremos una vez que la hallemos, pero una cosa te aseguro: voy a encontrar esa ciudad y ese tesoro aunque vos no me ayudés, aunque tenga que dar vuelta todo el desierto grano por grano, aunque en ello se me vaya la vida…

Mientras Homo escuchaba las palabras que decía sus “amigos”, iba dándole a su rostro rasgos de enojo;  cuando terminó de hablar Aicirava, dijo casi gritando:

-      Dejense de decir tantas pavadas juntas! – y luego de un instante en silencio añadió pero esta vez con voz más calma – Los voy a ayudar a que encuentren esa ciudad pues yo tengo interés en revisar alguno de los libros que hay en ella. No me importa lo que pretendan ustedes, por mi hagan lo que se le venga en ganas. Solo quiero que me dejen pensar un instante para ver si logro recordar algún indicio que no lleve a Demos.

-      Eso…eso – dijo Alug apoyando a Homo – Sentémonos a comer algo y mientras tanto le damos a Homo la oportunidad de que piense con tranquilidad.

Homo pensó durante casi media hora. Mientras tanto en el horizonte el sol descendía lentamente queriendo tocar las cenizas del amplio desierto. Su color había variado del intenso amarillo al rojo opaco que se había desparramado por todo el cielo tiñendo a las nubes cercanas con la sangre de la agonía del rey de las estrellas. Mientras tanto el cielo comenzaba a oscurecerse lentamente como si un gran calamar hubiera arrojado su tinta en él. En el suelo la ceniza permanecía inmutable.

Homo pensó que sería mejor que continuaran la búsqueda cuanto antes pues pronto sería de noche y tendrían que esperar diez horas que es el tiempo que dura la oscuridad en ese lugar. Les comunicó esto a sus amigos y todos subieron al vehículo en que viajaban. Homo tomó el volante esta vez. Comenzó a dar vueltas cada vez más grandes para orientarse como si se tratara de una gran paloma mensajera terrestre. De pronto el vehículo se detuvo en seco, casi todos se volcaron hacia adelante.

-      ¿Por qué frenaste tan bruscamente? – interrogó Ari - por poco nos hacés tragar los asientos de adelante.

-      Yo no fui – replicó Homo – el vehículo se detuvo solo – luego de un instante agregó – saldré a fijarme que pasó.

Homo abrió la portezuela y saltó hacia afuera del vehículo. Sintió que al llegar al suelo, la arena no resistía su peso. Rápidamente miró hacia atrás para apreciar la distancia que había caído del vehículo. Lo vio enterrado hasta los ejes, sin duda eso era lo que había motivado la brusca detención. Dentro de él, los muchachos lo miraban a través de la ventanilla.

Homo gritó “ayúdenme” y al mismo tiempo estiró el brazo en un inútil gesto de agarrarse de la portezuela que permanecía abierta, ya que esta se hallaba fuera del alcance de su mano. Este nuevo movimiento enterró a Homo hasta la cintura. Lo desesperó la idea de perder la vida ya que de esta manera nunca se enteraría de su origen. Miró nuevamente al vehículo que estaba sumergido parte de la carrocería en la arena movediza. En su interior, los cinco hermanos permanecían en sus lugares sin moverse. Homo sintió un inmenso miedo al darse cuenta de que aquellos que decían ser sus amigos, lo dejaban solo a merced de su destino. Pidió ayuda nuevamente y esta vez  sí recibió respuesta aunque no la que esperaba:

-      No te das cuenta – Gritó Ari – que nuestro vehículo también se está hundiendo.

Luego de un rato, cuando la arena le llegaba a a Homo hasta el cuello, Aidevne le dijo mientras gritaba desesperado.

-      De qué te quejás? Yo quisiera estar en tu lugar. Vos querés tanto la vida que cuando la estás por perder no te acostumbras a la idea. En cambio miranos a nosotros. Crees que estamos tranquilos porque  tenemos sangre fría? Te equivocas; lo que sucede es que no sabemos valorar la vida, nos da lo mismo estar vivos que muertos. Todo esto se debe a que nunca tuvimos motivo por el cual vivir. En cambio tu desesperación denota que aún no haz cerrado el ciclo que te habías propuesto, que aun te quedaba mucho por delante. Sin duda sos afortunado.

Homo pensó que, tal vez, para los que en vida reconocieron el placer de estar vivos y lucharon para que esa existencia no fuera vacía y sin aspiraciones, después de la muerte, encontrarían alguna gratificación.

Por un momento no pensó ni dijo nada. Miró por última vez a sus amigos. Tomó la mayor cantidad de aire posible y se sumergió en busca de las profundidades. En menos de un minuto comenzó a sentir los síntomas de malestar. Quiso abrir la boca y aspirar; con dificultad logró evitarlo pues lo único que conseguiría sería llenar su garganta de arena. Un instante después sintió que se dormía, sintió que penetraba en un sueño extraño y oscuro.

 Abrió los ojos; vio un techo de roca rústica. En medio de él una perfecta excavación circular de unos veinte centímetros de profundidad. El fondo de esa hendidura (el techo, si se tiene en cuenta que Homo está tendido en el suelo mirando hacia arriba) está ocupado por la eterna ceniza fina.

El intenso frio recorría la espalda de Homo. El piso de rocas estaba húmedo igual que su cuerpo. La remera de hilo se había roto y ya no brindaba la tenue protección a la maltratada piel. Temblaba, el frio le llegaba hasta el centro mismo de sus huesos y su cuerpo trataba inútilmente de combatirlo con rítmicas y bruscas contracciones de sus músculos. A la altura de nuca, el frio cesaba repentinamente. En esa zona un intenso calor acompañado de un insoportable dolor que se asemejaba a miles de alfileres clavándosele en el occipital.

Cuando los pensamientos se le aclararon un poco, Homo comprendió todo lo que había sucedido. La arena movediza había tenido una profundidad de tres o cuatro metros. Debajo de ella estaba la roca con aquel extraño orificio por el que misteriosamente había caído.

En ese momento se acordó de sus amigos, los que se habían quedado encima del vehículo y no lo habían querido ayudar; sin duda ellos habían quedado atrapados sobre la roca sumergidos en la arena movediza.

Horrible fin; pensó por un instante, aunque tal vez, para quien no teme morir, ningún fin debe ser horrible.

Se puso de pie, tuvo que agarrarse de la pared para no caer. Sintió que la cabeza le iba a estallar y al mismo tiempo que pesaba doscientas toneladas. Se tuvo que sentar sobre una roca y esperar largo rato hasta recuperar nuevamente la estabilidad. Miró hacia arriba. Dirigió su vista hasta el techo donde estaba aquel agujero fuera de lo común por el cual él había llegado hasta ese sitio. Miró a su alrededor con cierta desconfianza (la natural para alguien que se encuentra en un sitio que no conoce) trataba de recordar si había estado alguna vez en ese lugar ya que le parecía familiar.

El lugar donde se encontraba Homo sentado sobre una roca era un largo pasillo de piedra de aproximadamente diez metros de ancho. El piso, también de piedra, era lizo como si se tratara del pavimento de algún camino, solo que algo más irregular. Las paredes pese a ser de diseño rústico, denotaban claramente que habían sido construidas por la mano del hombre.

Se puso de pie nuevamente. El mareo se le había pasado y súbitamente, sin que él se diera cuenta, también se le había pasado el fuerte dolor de cabeza. Miró nuevamente hacia el extraño orificio por donde se supone que había caído. Pensó que, tal vez, era mejor tratar de salir a aquel inmenso desierto que conocía y donde sabía que no corría ningún peligro. Arrastró la roca en la que había estado sentado hasta colocarla debajo del agujero. Cuando lo logró, se secó el sudor que le había producido el intenso trabajo y calculó si subiéndose arriba de ella, lograría tocar el techo.

Luego de haber tomado un poco de respiro, de un salto subió a la roca y se estiró todo lo que podía para tratar de agarrarse de los bordes del agujero. Pero no todo salió como él lo había planeado, la arena (o mejor dicho la ceniza) formaba un solo bloque que no permitía el paso de ningún cuerpo sólido. Se quedó, durante largo rato mirándola, luego saltó para descender de la roca. Se sentó en ella y comenzó a mirar hacia el fondo del pasillo. Sin duda, aunque no quería, iba a tener que explorar aquel túnel en  la roca.

El pasillo daba la posibilidad de seguir dos caminos opuestos, es decir que se alejaba uno del otro. No fue difícil para Homo decidir cuál seguiría. Uno se iba oscureciendo poco a poco hasta sumergirse en una inexplorable negrura. El otro poseía una iluminación que era la justa necesaria para ver bien. Homo, que el único sentimiento que parecía tener era el de la curiosidad, trató de descubrir de dónde provenía esa luz. A simple vista no había ningún indicio de la existencia de ventanas que dejaran pasar la luz natural desde la superficie o lámparas que la produjeran artificialmente. Homo optó por cambiar de método de investigación. Pensó que la fuente de luz debía hallarse del lado contrario a las sombras de los objetos. Eso era en teoría porque en la práctica se dio cuenta que todos los objetos carecían de sombras. Entonces la luz proviene de todos los lados, pensó, pero de todos modos quiero averiguar el lugar exacto. Esta Vez buscó una fuente de calor pues sostenía que todo objeto que producía luz, necesariamente tiene que producir calor. Aproximó la mano a todo cuanto había en ese pasillo pero para su asombro, nada poseía calor, todo estaba helado. El asombro fue más que nada porque pese a que todo estaba helado, él no sentía frio aunque tenía puesto solamente una remera de hilo que estaba rota.

Mientras caminaba pensó en las probables posibilidades por las que no sentía frio. Una de ellas fue la de estar muerto; pero la descartó de inmediato. Otra de las posibilidades (la acertada) era la de no sentir las sensaciones térmica.

Se detuvo y tocó nuevamente la roca de la pared. Tal como lo había pensado, debido a la ausencia de sensaciones, le había parecido que las piedras estaban frías. Esto en cierta forma demostraba que su existencia no había comenzado el día que despertó en aquel refugio en ruinas, pues de lo contrario, si no hubiera tenido una vida anterior, no conocería la sensación de frio y de calor. Entonces recordó que cuando caminó por el desierto había sentido el calor que producía el sol. A cada momento descubría algo extraño, sin explicación; si seguía asi se volvería loco… si no lo estaba ya. Luego de pensar durante un rato llegó a la conclusión de que el golpe que había sufrido en la cabeza tenía algo que ver. Dejó de pensar en este tema al llegar a la conclusión de que todo el problema se debía a que él sufría de una amnesia que le había hecho olvidar todo lo que sucedió antes de aquel día en que se despertó dentro de aquel pequeño refugio en ruinas. De esta manera todo el problema se reducía al hecho de por qué sufría esa amnesia. Hizo un alto en sus pensamientos para observar el sendero por donde caminaba y luego continuó con las meditaciones.

Era muy probable, pensó, que no recordara el pasado por el simple hecho de que no existiera. En ese caso, por qué un pasado puede no existir. Una de las posibilidades es que no se recuerda las cosas que suceden antes de nacer. Otra es que las computadoras al ser reprogramadas, olvidan todo lo anterior. ¿Por qué se le habría ocurrido esto último? Él era un ser humano; al menos eso era lo que le parecía. ¿Y la posibilidad anterior? Él no podía haber nacido con ese tamaño.

Evidentemente había un montón de cosas que él desconocía y otras más que no entendía. Sin duda no encontraría la verdad en él mismo. En ese momento recordó que aquellos amigos le habían asegurado que en la ciudad de Demos existía un Dios de carne y huesos. Pensó que si no se trataba de una fantasía, ese dios, del que decían que era creador de todo lo que existía en ese planeta, era el más indicado para sacarle todas sus dudas: su origen, el porqué de su existencia, su futuro. Tenía que encontrarlo pues de lo contrario nunca sabría quién era.

Se detuvo por un instante (no estaba cansado pero sintió necesidad de hacerlo) y miró hacia el fondo del pasillo. Con asombro distinguió a lo lejos una silueta humana. No estaba lo suficiente cerca como para apreciar su rostro ni lo bastante lejos como para no permitir a Homo saber que se trataba de un ser igual a él.

Por un momento se le cruzó por la mente la idea de que, tal vez, ese ser fuera el creador. Luego descartó la idea por pensar que el creador debía ser un ser magnifico en todo sentido y no asemejarse a cualquier persona común y corriente. Tal vez quien estaba mirando en lo lejos no fuera el creador pero era probable que supiera donde hallarlo. Aquel individuo estaba de pie en medio del pasillo, inmóvil a unos quinientos metros. Apenas se podía distinguir pero Homo se dio cuenta que miraba hacia él.

Tal vez me ha visto, pensó Homo, le haré señas para sacarme la duda.

Homo levantó el brazo derecho y lo agitó en el aire. El individuo que se hallaba a lo lejos, lo imitó pero con el brazo izquierdo.

No cabe duda, pensó Homo, me ha visto. Quiere decir que no me hallo solo aquí.

Homo quería sacarse la duda de su existencia de una vez por todas; de modo que comenzó a correr hacia aquel sujeto. Él lo conduciría hacia el creador y de esa manera ese ser superior le diría el motivo de su existencia. El otro lo imitó, es decir: comenzó a correr hacia su encuentro.

Homo por mirar a la otra persona, no prestó atención  al sendero por donde corría el suelo era desparejo y lleno de piedras de irregular tamaño. Era difícil correr por él mirándolo, más lo era hacerlo sin prestarle atención. Entonces sucedió lo casi predecible. Uno de sus pies se detuvo bruscamente por haber tropezado con una roca. La parte superior de su cuerpo siguió la trayectoria que llevaba. Sus brazos procedieron por si mismos extendiéndose por delante del cuerpo que caía. Trataban de proteger a Homo de la agresividad de las rocas.

El golpe fue bastante fuerte pero solo produjo raspones en las palmas de las manos que Homo no prestó atención. Otra cosa ocupaba su pensamiento. Se levantó de prisa y continuó corriendo. En ese momento se dio cuenta que el otro ser había desaparecido. Continuó corriendo; pretendía llegar hasta el sitio donde instantes había estado aquel ser.

La sorpresa fue bastante grande. Apenas había hecho la mitad de recorrido cuando su nariz chocó contra un muro invisible. Cuando salió de su asombro se dio cuenta que el pasillo doblaba en ese punto. Se dio cuenta también que lo que él había supuesto un muro invisible, era un espejo. Este reproducía fielmente el doblez del pasillo, cada una de las rocas que se encontraban en él pero había algo importante que no era imitado: su cuerpo.

Homo no apareció reflejado en el espejo, esto le había dado el aspecto de muro invisible. ¿Qué hacía ese espejo en ese sitio? Esta pregunta, en realidad tenía poca importancia. Lo que ahora atraía la atención de Homo era el hecho de no ser reflejado en él. Era el segundo espejo que no registraba su figura (el otro era el de la casa de Aicirava y sus hermanos). Sin embargo el ser que había visto reflejado, bien podía ser él mismo. Todo lo reafirmaba: el espejo se hallaba a la mitad del camino entre él y el supuesto extraño; cuando él levantó la mano derecha, el otro lo imitó con la mano izquierda, es decir exactamente al revés, como la imagen de los espejos.

Comenzó a caminar alejándose del espejo. Quería sacarse una duda. ¿Por qué estando cerca no se reflejaba si estando lejos todo parecía indicar que había visto su imagen?

Cuando llegó al lugar donde había tropezado, giró y miró hacia atrás. No se vio. El pasillo sin su presencia daba la sensación de continuar recto sin interrupción.

Homo dejó caer sus hombros, se sentía abatido por varias cosas que no comprendía y muchas de las que no estaba seguro.

Comenzó a caminar nuevamente. Se dirigió hacia el espejo; cuando llegó a él, dobló hacia la izquierda en la curva del pasillo y continuó caminando. E esos momentos no le interesaba tanto averiguar por qué no se reflejaba en el espejo sino encontrar a aquel dios que le habían nombrado los muchachos. Pero…ellos le habían dicho que habitó en Demos; que le aseguraba que al final de este pasillo encontraría a esta ciudad; más aún en el supuesto caso que afortunadamente encontrara a Demos; ¿hallaría a ese dios? ¿Estaría aún con vida?

Hizo un alto en los pensamientos pues el pasillo se bifurcaba. Una de las ramas continuaba la trayectoria del pasillo por donde iba; la otra, perpendicular, doblaba hacia la derecha. Cualquiera de las dos le daba lo mismo. Optó por el que continuaba derecho.

Caminó durante varios minutos; luego el pasillo dobló a la derecha. Otros metros más y nuevamente a la derecha dos veces. Luego de la última vuelta, el pasillo comenzó a oscurecer hasta que Homo ya no pudo ver más. Continuó caminando empleando las manos como los ciegos. De pronto su mano tocó algo frente a él. Era una pared. Seguramente, pensó, el pasillo hace aquí otro doblez. Buscó hacia la derecha. No era hacia ese lado. Buscó hacia la izquierda, tampoco doblaba hacia ese lado.

Sin duda el pasillo terminaba allí.

Tuvo que regresar hasta donde se bifurcaba el pasillo y optar por la rama perpendicular a este.

Tal vez sea inútil y seguramente cansador relatar los miles de pequeños pasillos que tuvo que recorrer y otras tantas encrucijadas que tuvo que resolver. Lo importante es que luego de tres días de caminar, al final de un pasillo se halló con una ciudad. Esta al igual que los pasillos formaba en conjunto un laberinto ya que las calles eran desparejas, se cruzaban, algunas terminaban sin salida y otras se confundían. En medio de este caos de asfalto estaban las casas que no parecían ser la parte importante de esta ciudad pues eran pequeñas y todas iguales. Lo realmente importante era esa maraña de calles.

Una idea cruzó por la mente de Homo: sería, tal vez, esta la ciudad de Demos, todas las casas tendrían grandes bibliotecas cuyos libros no tendrían que estar repetidos en ninguna otra casa.

Averiguar si se trataba de Demos, no fue tan sencillo como imaginaba. La casa que visitó no poseía libros, solo una máquina de escribir junto a un televisor.

Comprobó además que en esa casa no había nadie como así también la de al lado y todas las otras; pero todas tenían el televisor junto a la máquina de escribir.

¿Qué pasará? Pensó, es que acaso en este planeta, están todas las ciudades deshabitadas.

Homo se apenó de que esa ciudad, que él suponía que era Demos, se hallara desprovista de todo ser viviente, ya que esto incluía no encontrar a ese creador del que le habían hablado los muchachos.

Recorrió a paso lento las calles de la ciudad que al parecer habían sido construidas con el propósito de confundir a quien las transitara.

El pasillo, que hacía las veces de calle, era de aproximadamente cuatro metros de ancho por dos  medio de alto. A los costados estaban las casas. Sus frentes eran lisos, revocados rústicamente en colores que se asemejaban al de las rocas y con tres aberturas;  una que hacía las veces de puerta en el medio y a los costados dos más pequeñas servían como ventanas.

El techo y el piso repetían el mismo diseño que curiosamente se empeñaba en disimular la mano del hombre.

La eterna luz continuaba estando esparcida por la atmósfera, Homo ya no se preocupaba en averiguar de dónde provenía, no tenía ningún origen. O, tal vez venía de todos lados.

Continuó caminando y al mismo tiempo tratando de captar con todos sus sentidos la totalidad de ese mundo que lo rodeaba.

El aire era fresco pero no dejaba de ser agradable aunque era muy espeso, tanto que hasta podía decirse que se tocaba. Si… y hasta sentirlo. Se percibía áspero; se asemejaba a la textura de las paredes. Aunque aparentemente no existía en ese mundo, la leve brisa dejaba en la boca un tenue sabor a tierra.

Puede ser, pensó Homo levantando los hombros, a esta altura de los acontecimientos, ya nada me extraña. Que haya olor a tierra sin que exista ni una partícula de ella, debe ser normal en este planeta.

Qué extraño. Esa frase le resultaba familiar. Pensó un instante y luego recordó que ese pensamiento había sido de Aicirava y sus hermanos. Esto le trajo a la mente a aquellos curiosos personajes junto con sus rostros, sus pensamientos, su forma de ser. En este punto es donde detuvo sus pensamientos. Nunca había estudiado con minuciosidad la manera de proceder de ellos. Le llamaba la atención que todos actuaran de forma extraña. Cómo sería el término correcto… si: artificial. Esa era la palabra que más se adecuaba. Todos se movían y hablaban de una manera pre establecida, como si siguieran cánones. ¿Pero cuáles?

Pensó un poco. Trajo a su mente frases dichas por cada uno de ellos. Revisó entre sus escasos recuerdos como quien busca algo en un baúl en el cual sabemos lo que hay pero que todo está desordenado. Tiene que haber un patrón, algo en común.

Solo cuando pensó en sus nombres más detenidamente, halló la respuesta. Todo encajaba correctamente.

Por qué Aicirava pensaba solo en encontrar la fortuna de la ciudad de Demos.

Por qué Alug solo pensaba en comer.

Por qué Ari siempre estaba preparado para reñir con todo el mundo.

Por qué Aidivne solo quería poseer lo que tenían los demás.

Claro. ¿Cómo no lo había pensado antes? Sus nombres escritos al revés describían con una sola palabra el carácter de cada uno.

Bueno, pero esto no era tan sencillo como parecía enunciado de esta manera. ¿Cómo el nombre de cada uno podía corresponder tan exactamente con su modo de ser? O tal vez sería más indicado preguntarse: como el carácter de cada uno concordaba con el nombre escrito al revés.

Claro; estas preguntas parecen iguales pero no lo son porque el nombre se pone al principio, cuando uno recién ha nacido, cuando todavía no ha demostrado cómo va a ser su carácter en el futuro…

A menos que estos muchachos hayan sido programados en el mismo momento en que habían puesto su nombre.

¿Por qué se le había ocurrido esta pregunta? Bastante absurda por cierto. ¿O tal vez no fuera así?

No, de ninguna manera. Estos eran seres humanos. Nunca pueden haber sido programado como una computadora.

Se tomó la frente con las dos manos; sentía que la cabeza le iba a estallar. Dejó de hacerse todas estas preguntas a las que él no le podía hallar respuesta. Ellas eran las que le originaban ese dolor de cabeza.

Abrió los ojos  miró hacia todos lados. Trató de distraerse para no pensar en esos interrogantes que lo estaban llevando al borde la locura (ese tenue limite al que uno puede pasar sin que se den cuenta los demás, o lo que es peor: sin que uno mismo se dé cuenta).

Se sentó; de no haberlo hecho, habría caído. Se sentía mareado. Sus sienes despedían calor.

Es extraño, pensó, que fiebre más rara; pero ni bien pensó esto, sus sienes aumentaron de temperatura. Era como si cada vez que pensara, se le desacomodara más algún tornillo flojo que tenía dentro de la cabeza.

El mareo fue en aumento hasta que cayó y se desmayó.

Si  alguna vez ha estado desmayado, sabrá que a veces es posible soñar…o, al menos, hilvanar dos o tres imágenes que después uno les da el significado.

Mientras Homo estuvo desmayado, soñó que era un científico que se hallaba solo en una ciudad en ruinas. Este científico, al borde de volverse loco por la soledad, halló una solución; un tanto fantástica pero solución al fin. Ya que no había otros seres vivos, él los construiría.

Luego de algunas planificaciones, se dedicó a armar androides iguales a él.

Se despertó. Estaba un poco desorientado pero ya no le dolía la cabeza. Es extraño, pensó, no recordaba haber estado allí al desmayarse. Estaba acostado sobre una cama en el interior de una de las casas de esa ciudad que él suponía que era Demos.

Se puso de pie  miró hacia todos lados. No había nadie en esa habitación, pero escuchó ruidos en la de al lado. Aún no tenía el suficiente equilibrio como para caminar así que solo se limitó a escuchar. Parecía como si alguien estuviera guardando utensilios metálicos. Hubo un breve silencio, luego escuchó pasos que se acercaban hacia donde estaba él. Su corazón latió más deprisa, encontraría a alguien con vida en esa ciudad. El ser se detuvo antes de atravesar la puerta y observó detenidamente a Homo quien hizo lo mismo.

De este hombre, lo primero que llamaba la atención, era su impecable vestimenta blanca; lo segundo, su extremada palidez. Era de regular estatura, pelo entrecano, ojos cansados pero atentos. Se acercó a Homo, dejó sobre la cama el maletín que llevaba en la mano y comenzó a hablar con voz tranquila y pausada:

-      Veo que se ha recuperado. Cómo se siente ahora.

-      Bien- respondió Homo con cierta desconfianza y en seguida preguntó- ¿quién es usted? ¿Qué me pasa a mí?

-      Serénese. Yo soy médico; lo he atendido Ya se encuentra bien. Todo no ha pasado más de un susto- pensó un breve instante, luego se acercó al maletín, sacó un frasco de su interior y agregó- Ahora bébase un trago de esto y luego cada vez que se sienta mal, lo vuelve a repetir.

Homo obedeció, ya no sentía tanta desconfianza pero al probar ese medicamento sintió nauseas.

Parece que su rostro había reflejado el mal trago porque el médico se apresuró a decir:

-      Si, ya sé que tiene un gusto horrible pero… ¿qué le vamos a hacer? Así son los remedios.

¿Horrible? Eso era algo más que horrible; si se pudiera comparar con algo, Homo hubiera dicho que se trataba de aceite de automóvil.

Por un instante pensó que iba a devolver hasta el estómago pero al pasar los minutos se fue mejorando y tranquilizando.

Cuando estuvo repuesto del todo, volvieron a él los viejos interrogantes y ya que este médico era el primer ser que hallaba, lo interrogó:

-      Esta ciudad es la Demos que estoy buscando con tanto interés? ¿Dónde se halla esa persona que todos lo llaman el creador? Por qué todas las ciudades están deshabitadas? ¿Por qué no me reflejo en los espejos?

-calma, calma- trató de tranquilizarlo el médico, se notaba claramente que Homo estaba algo alterado.

Algunas de las preguntas te las puedo contestar; otras no. Tranquilo… efectivamente has llegado a Demos- dijo apoyando la mano derecha sobre el hombro de Homo- Tu largo peregrinar ha terminado. Te encuentras en la eterna, la maravillosa, la tantas veces deseada ciudad de Demos. Donde se halla el creador, es una pregunta que no te puedo contestar. No porque no quiera sino porque no sé, nadie en el mundo sabe realmente donde se encuentra. Pero se comenta que quien lo busca con mucho empeño termina hallando al creador.

No sé qué te resulta extraño que las ciudades parezcan deshabitadas. Todo el mundo está en el interior de las casas, no sale a menos que sea necesario.

Ahora bien, la pregunta que me parece más ridícula de todas es la última. ¿Es que, acaso, no sabes que en este lugar quien no se halla a sí mismo no puede ser reflejado por los espejos?

-         ¿Cómo?- para Homo esto era lo más insólito que jamás escuchara – esplicame mejor eso.

-         Claro – dijo el médico haciendo ademanes de estar explicando algo tonto – la cuestión es así de sencilla: Mientras en la vida no sepas que te gusta desempeñarte ni conozcas tu pasado, jamás te habrás hallado a vos mismo y, por lógica, al mirarte en los espejos, jamás hallarás tu rostro. Espero que con esto te quedes más tranquilo y te aviso antes de que me hagas otra pregunta, que yo entiendo mucho de medicina pero que no me saquen del tema porque desconozco cualquier otro oficio.

-      Gracias. No te voy a hacer más preguntas, aunque…- Homo hizo un breve silencio, no se animaba a hablar-…vos me dijiste que no entendías de otra cosa que no fuera medicina y sin embargo cuando abriste el maletín para darme ese remedio, en su interior vi un soldador…

El rostro del médico denotó haber recibido una sorpresa, sin embargo su palidez no cambió. Por su garganta pasó un grueso trago de saliva. Tosió como para aclarar la voz; recién entonces comenzó a hablar.

Tosió como para aclarar la voz; recién entonces comenzó a hablar.

-         No es nada extraño. Hay un técnico en mi consultorio arreglándome el electrocardiógrafo y me pidió que le consiguiera un soldador. Es por eso que lo tengo aquí –hizo un gesto de mirar el reloj, se notaba intranquilo –se me hace tarde, me tengo que ir a hacer otras visitas.

Se despidió y salió a la calle con paso apresurado. Homo preguntó cómo se había enterado que él estaba enfermo y el médico no lo escuchó; o, mejor dicho, hizo como que no lo había escuchado, pero en cambio le dijo.

-         Si tenés tantas preguntas por qué no usas los libros.

-         ¿Qué libros?

-         La televisión y la máquina de escribir que encontrás en todas las casas. Esos son los libros en la actualidad.

Claro, las computadoras, pensó Homo mientras miraba como desaparecía el médico al doblar en una esquina.

Se quedó un instante pensando como si estuviera juntando preguntas para hacerle a la computadora. Luego resolvió que ya que estos aparatos no se le iban a ir, era más prioritario conseguir algún tipo de alimento.

Comenzó a revisar toda la casa hasta que entró en lo que al parecer era la cocina. Era pequeña, como todas las habitaciones de la casa. En su interior habían pocos muebles: una mesa, aquel extraño aparato como el que Aicirava cocinaba, y dos puertas en la pared. Homo se dirigió hacia la que tenía apariencia de heladera.

Un churrasco. Si, un churrasco es lo que quiero comer. Pensó Homo mientras abría la puerta. Se quedó un instante paralizado mirando con los ojos extremadamente abiertos. Evidentemente, esa no era una heladera. En su interior había dos cuerpos, uno de cada sexo, que parecían estar en un largo sueño.

Por un momento a Homo se le cruzó por la mente la metáfora de la gente que se quema tomando sol  luego tiene que dormir colgada.

Pero esto era más serio. Estaban vivos pero inanimados. Desde la cabeza y el pecho, salían cables que entraban en un tablero que estaba en medio de los dos cuerpos. Al parecer una computadora también velaba sus largos sueños.

Esto va tomando color, pensó Homo, por eso es que las calles de esta ciudad están desiertas. Todo el mundo es conserva de tomate en lata.

¿Y la otra puerta? ¿Tendría alimentos en su interior? No, sin duda su apetito como su curiosidad no eran tanto como para atreverse a recibir otra sorpresa como la anterior. Cerro lentamente la puerta donde estaban los dos cuerpos y pensó que lo mejor era olvidarse de comer e ir donde estaba la computadora y de una vez por todas sacarse todas las dudas.

Era la misma forma que un escritorio, integrado en el mismo mueble se hallaba el teclado similar al de una máquina de escribir. Al sentarse cualquier persona quedaba enfrentada a una pantalla de televisión mediante la cual, la computadora se comunica con el que la usa.

Todos estos eran detalles accesorios, lo más importante estaba sobre una mesita junto a ella. Era el libro con las instrucciones para emplearla.

Homo lo leyó con cierta velocidad. Cerró el libro y se quedó un instante contemplando el teclado de la máquina. Le resultaba extraño el hecho de sentirse familiar en el uso de la computadora. Era como si toda la vida las hubiera empleado. Se sentó y comenzó a teclear con increíble habilidad.

Un poco para practicar y otro porque la curiosidad lo arrastró, la primera pregunta que hizo fue:

¿Quién creó este mundo?

Una pequeña lucecita se prendió junto al tablero, y de inmediato en la pantalla de televisión comenzaron a dibujarse letras luminosas sobre fondo oscuro.

-         Fue hecho por el creador –decía el cartel.

-         Eso ya lo sé –tecleó Homo.

-         Entonces para que lo preguntás –volvió a escribir la máquina luego de encenderse nuevamente la lucecita.

Homo quedó un instante sin oprimir tecla alguna. Pensaba que tal vez hacer computadoras demasiado inteligentes no sería contraproducente.

-         Donde lo puedo hallar –escribió luego de ese instante.

-         El creador –respondió la máquina – quien ha hecho todo: desde una insignificante piedra hasta el más sabio de los humanos, está en todas partes. No importa hacia donde dirijas la mirada lo estarás viendo. Incluso aunque cierres los ojos, no dejarás de verlo, porque dentro tuyo, como criatura del universo, también hallarás al creador.

-         Pero es que acaso no tiene existencia material – interrumpió Homo quien ya se veía venir un discurso de por lo menos una hora.

-         Así es – respondió la máquina – el creador, quien ha hecho todo: desde una…

-         Entonces donde lo puedo hallar. Algún domicilio.

-         No lo sé – escribió en la pantalla – no tengo datos; pero desde una insignificante…

Maldición, pensó Homo, encima que no sabe dónde hallar al creador, esta máquina es idiota y reiterativa.

-         No importa hacia donde dirijas la mirada…-continuaba escribiendo la máquina.

Tanto andar. Tanto padecer, continuaba pensando Homo sin darle importancia a la máquina, y al final llego hasta este sitio donde nadie sabe cómo encontrarlo. Estoy como al principio. Tal vez después de tanto caminar esté en el mimo lugar de donde partí.

-         …porque dentro tuyo, como criatura del universo, también hallarás al creador. – la máquina continuaba escribiendo. Parecía un enfermo delirando.

Homo la apagó. Encima que tengo mis problemas, tengo que escucharla. Pero la maquina ya había logrado su cometido: había intrigado a Homo.

¿Por qué tanta insistencia en repetir lo mismo? Tal vez debiera prestarle atención. Tal vez no sepa dónde está el creador pero tenga alguna clave para hallarlo. Tal vez…

No lo pensó más. Encendió nuevamente la máquina y tecleó: está bien. Me rindo. Si esa historia sirve para hallar al creador, estoy dispuesto a escucharla.

-         Desde una insignificante piedra hasta el más sabio de los humanos. Así de simple y así de trágica es la historia. Todo comenzó con una insignificante piedra. Hace muchísimos años, la cifra es tan grande que ninguna mente la alcanza a comprender, el universo, grande y oscuro, estaba vacío, sin estrellas, planetas ni cometas que lo surcaran. Solo había en su centro una insignificante piedra de una densidad tremendamente enorme. De  pronto la oscuridad se transformó en luz  el silencio en sonido. La gran explosión repartió por todo el universo los miles de millones de fragmentos que antes habían sido aquella piedra.

Uno de esos fragmentos, que ahora llamaremos planetas, no estaba ni muy cerca de su sol para que tuviera calores insoportables; ni muy lejos con fríos intolerables. En este ambiente adecuado, la combinación de elementos fue prosperando. Al principio eran solo sustancias inertes. Pero un día casi insensiblemente, apareció la primera célula. El primer ser viviente. De ahí en más, la historia transcurre en millones de años pero que puede ser contada en pocas palabras. Luego de aparecer los seres multicelulares todo se limitó a experimentar diversos y más perfectos mecanismos para adaptarse al medio. Aparecieron y desaparecieron miles de especies diferentes. El que a nosotros nos interesa es una criatura peluda que andaba colgada de los árboles. Estos animales tenían varias razas pero para ser prácticos lo dividiremos en dos grupos: A) el mono conforme y B) el mono desconforme. Del mono conforme no hablaremos pues en millones de años, no se le moverá ni un pelo.

En cuanto al mono desconforme comenzó por no gustarle andar todo el día arriba de los árboles. Descendió. Uno de los primeros problemas con los que tropezó era que el pasto alto no le permitía ver a las fieras que se acercaban hasta que ya era demasiado tarde. Después de perder varios integrantes se dio cuenta que caminando levantado, es decir en solo dos pies, podía ver a los lejos y así salvar la vida. Aparte de esto, esta posición le sirvió para dejarle las manos libres. Con ellas pudo realizar tareas que ningún otro animal las podía hacer.

Poco a poco, su cerebro fue evolucionando para darle mayor destreza y poder realizar tareas muy sutiles. Finalmente el ser humano consigue el máximo desarrollo intelectual

La historia termina trágicamente. Demás está describir como terminó todo. El gran desierto de cenizas habla a las claras de ello. Millones de años tardó en formar al humano más sabio; solo una hora le bastó al hombre para destruir todo.

Por un instante la pantalla quedó a oscuras, luego apareció un cartel intermitente que comunicaba: Fin del programa.

Homo se quedó inmóvil mirándolo. Solo levantó su brazo para rascarse la cabeza.

La verdad es que estoy como al principio, pensó, si todo fue destruido, por qué hay casas y personas.

Cambió de posición en el asiento. Había estado demasiado tiempo leyendo la historia que le contara la computadora.

Cerró los ojos y se apretó las sienes con el pulgar y el índice de la mano derecha.

Tiene que haber una clave, pensó, la solución debe estar ante mis ojos y sin embargo no la veo.

Recordó todo su peregrinaje desde que se despertó en aquel refugio; todos los diálogos que tuvo con aquellos hermanos, toda la historia que recién le había contado la máquina.

Tiene que haber una clave. Tiene que haber una. Se repetía mientras tenía la mirada fija en la pantalla que nuevamente estaba oscura.

Una clave…clave…clave de sol…música…me parece que ya lo tengo.

Sacó del bolsillo trasero de su pantalón, las hojas que contenían aquella monótona música. Las desenvolvió con cuidado, no quería que se rompieran. Sabía que en ellas estaba la clave. Las observó atentamente.

Las notas iban subiendo y bajando en el pentagrama en forma cíclica. Indudablemente la melodía no tenía nada de importancia. Dirigió toda su atención, entonces, hacia el ritmo. Las únicas dos notas que había, negras y corcheas se repetían hasta el final pero sin orden lógico.

Orden lógico dentro de la mente de Homo pero no dentro del cerebro integrado por miles de componentes electrónicos de la computadora. La respuesta fue casi inmediata: lenguaje telegráfico. Esa extensa serie de notas tocadas en cualquier instrumento solo representaba una sucesión de puntos y rayas que son los signos empleados comúnmente por cualquier telegrafista.

Homo se tiró hacia atrás en la silla de plástico. Estoy casi seguro, pensó que esto es el relato definitivo. El que me explicará todo lo que siempre quise saber. Sonrió. Se sentía emocionado de encontrar la respuesta. Inmediatamente se puso serio nuevamente. Pensó que se estaba dejando llevar por las emociones; que se estaba adelantando a los acontecimientos. Se sentó mejor, se arrimó más a la máquina, estaba tenso. Luego que Homo tecleara la palabra traducción, la computadora comenzó a trabajar.

Un punto luminoso iba recorriendo el medio de la pantalla de izquierda a derecha. Detrás de él se formaban las letras. Cuando llegaba hasta el final, el punto regresaba hacia la izquierda, el reglón ascendía un centímetro. Así incansablemente, la pantalla le fue reflejando un extenso relato.

-         Inútil, complicado y tedioso es relatar como toda la humanidad se consumió Aparte ya no recuerdo el hecho. Fue tan monstruosa que para olvidarlo tomé el fármaco hecho a tal efecto. Ahora pienso que procedí mal pues quien olvida los errores del pasado, está condenado a repetirlos…

…la idea que la destrucción no hubiera sido total me alentaba en las largas caminatas para tratar de hacer contacto con los pocos sobrevivientes que suponía habían quedado.

Con el correr del tiempo tuve, primera sospecha y mucho más tarde la certeza, de que en todo el planeta había un solo ser humano: yo.

Quien alguna vez ha sentido soledad no sabe lo que es tener la certeza que en ningún lugar hay alguien.

Siguiendo una idea que tenía serias posibilidades de dar resultado, me dirigí al centro de investigaciones tecnológicas para la  construcción total que era donde trabajaba. Dicho centro, como todas las edificaciones importantes de la última época, había sido construido quinientos metros bajo tierra. Había sido diagramado para que fuera operado por una sola persona. Básicamente el desarrollo era sencillo: en una consola se daban las instrucciones de lo que se quería construir. Una enorme y sofisticada computadora procesaba los datos y activaba las máquinas que se encargaban desde obtener el material en bruto hasta el acabado total del producto. Aparte había una planta autónoma que si se consideraba necesario aumenta o disminuía el tamaño del modelo.

Pensar que si no se hubiera terminado la humanidad., este centro iba a ser desmantelado porque solo daba perdidas. No quiero apartarme del relato. La idea mía era simple y compleja al mismo tiempo: con toda esta tecnología iba a tratar de construir toda la humanidad.

El primer modelo lo realicé directamente con los recuerdos que conservaba del resto de la gente. Salió tan grotesco y horrible que la criatura de Frankenstein se hubiera sentido feliz de ser tan lindo. Las fallas en sus sistemas eran tantas que jamás tuvo vida. Fue lógico.

El segundo modelo lo medité más, pensé que era mejor empezar por el principio. Tomé un trozo de material y le di carga eléctrica. Lo llamé protón. Consulté en un libro de química: tantos protones y tantos neutrones en el núcleo, tantos electrones orbitando a su alrededor. Cuando estuvo terminado, lo denominé  átomo de carbono.

Pasé por las proteínas y las células. Cada paso los iba reduciendo a tamaños microscópicos. De los tejidos pasé a los órganos. Después de tanta labor estuvo concluido. Lo denominé humano.

Lágrimas de fracaso rodaron al darme cuenta que no tenía vida. Luego de unos años llegué a la conclusión que la era del humano orgánico había terminado. Tal vez había comenzado la era del humano electrónico.

Cuando concluí el nuevo experimento tenía un centenar de androides cuyos cerebros estaban en una computadora central. Pero pese a que se movían y tenían independencia, no tenían vida.

Largos años masticando me decepción.

Antes de abandonar definitivamente el proyecto, hice un cuarto intento, integrando en un solo cuerpo toda la tecnología de la electrónica y de la química orgánica, hice un ser al que lo denominé Homo. Sabía de antemano que no tendría vida al estar terminado. Esta vez mi proyecto era diferente. Lo llevé a un templo que estaba en el medio del desierto de ceniza (en un tiempo hubo una ciudad que se llamó Capital del Mundo).

Lo había programado para que en el mismo instante que cobrara vida, comenzara el viaje de regreso hacia mí. Todos los días pedía, a lo más grande y más poderoso que hay en el mundo, que mis ruegos sean escuchados. Y que ese ser cobrara vida. Tengo la certeza que algún día regresará solo. Por sus propios medios porque estaría vivo. Fin de la traducción.

Homo se quedó inmóvil. No podía creer que lo que había leído. Tanto que había querido saber sus orígenes y ahora que estaba enterado de casi todo, no podía creer casi nada.

Una suave voz lo sacó de sus meditaciones.

-         Hola querido. Me llamo Airujul. ¿Cómo te llamás vos, preciosura?

Cuando salió de su asombro, Homo se dio cuenta que se trataba de la mujer que había visto durmiendo en esa especie de heladera.

Antes que pudiera decir nada ya le había rodeado el cuello, por detrás, con los brazos. Homo se puso de pie tratando de que lo soltara esa mujer cuyo nombre hablaba a las claras de su intención. En ese momento entró a la sala el hombre que estaba durmiendo a su lado. Al verlos exclamó:

-         No te puedo dejar un instante sola que ya te encuentro en brazos de un extraño.

Homo pensó que de seguro se llamaría Solec pero se inquietó al oír que la mujer decía:

-         Esperá un instante, Aicneloiv, todo tiene una explicación.

Homo ya sabía cómo iba a reaccionar ese hombre. Dio un paso al costado y miró de reojo un objeto de hierro que había sobre la mesa. Calculó la distancia que lo separaba y la posibilidad de usarlo para defenderse.

Tal como lo presentía, Aicneloiv se le fue encima y le dio dos puñetazos.  Homo cayó al suelo de espaldas junto a la mesa. El fornido hombre se le aproximaba lenta pero inexorablemente. Homo se sintió perdido y no dudó más; estirando el brazo agarró el objeto que parecía un caño de hierro. Con él golpeó en la mano derecha a su rival. Hubo un sonido como a chisporroteo que parecía venir del interior del brazo y el mismo quedó colgando.

Lejos de detenerse, siguió avanzando y golpeó fuertemente en el estómago a Homo. Se sintió sin fuerzas pero en un último intento desesperado, golpeó con el hierro en la cabeza a Aicneloiv. Esta se desprendió del cuello y del interior salió un fogonazo tremendo. Varios cables quedaron colgando y el cuerpo se desmoronó estruendosamente. La cabeza terminó su itinerario al rebotar contra la pared y caer al suelo. Un último chisporroteo iluminó la sala hasta que se consumió.

Apoyado contra la mesa, Homo respiró profundamente. En el espejo que estaba frente a él se vio y tras él estaba Airujul. Giró rápidamente y la encontró en actitud de quererlo atacar con las uñas. Homo levantó el hierro sobre la cabeza de manera amenazante. La mujer comprendió y se quedó inmóvil. Lentamente, vigilando hacia todos lados con la mirada, Homo se fue acercando a la puerta. Cuando pudo agarrar el picaposte, abrió y salió inmediatamente a la calle. La sorpresa fue grande, ya no se pudo volver atrás. Cientos de rostros le demostraron enojo. Otros tantos puños agitándose en el aire, le demostraron intenciones.

Homo observó sus rostros. Se dio cuenta que no había individualidades, que todos formaban una gran masa humana. Vio el rostro del médico y lo vio diez veces. También vio diez parecidos al muñeco que acababa de partirle la cabeza de un golpe. Aicirava  sus hermanos también están junto con diez más igual a ellos.

El círculo se le cerró. Homo los sintió amenazantes. Comprendió que su instante final estabas cerca. Sintió miedo y bronca al mismo tiempo. Su largo peregrinaje estaba terminando antes del fin que buscaba. Aún no conocía la última verdad. Todavía no le había visto el rostro al creador de todo ese mundo y de él mismo.

El primer golpe fue fuerte pero no lo dejó sin sentido. Homo cayó al piso. Todo el mundo se acercó más aún y se inclinaron hacia él. Todos querían darle por lo menos un puñetazo. Homo se arrodilló, soltó el hierro y aguardó el último embate, el definitivo.

Una idea cruzó su mente como un relámpago.

-         ¿Por qué, pese a todo el empeño puesto, no he conseguido acercarme al creador? ¿Qué hice de malo en mi vida que mi mayor ambición me es negada? Que alguien me diga cuál es la palabra o la acción para llegar hasta él y yo la haré y la diré…pero…un momento. ¿Qué sucede? Estoy pensando durante mucho tiempo.

Lentamente abrió los ojos. Aun esperaba un golpe certero. La escena ante él era difícil de creer. Centenas de personas inmóviles como si se tratara de una gran fotografía. El más cercano a él conservaba el brazo bien en lo alto y en su mano el palo con que lo iba a agredir.

-         ¿Qué ha sucedido- preguntó Homo sin esperar respuesta alguna- ¿Es que acaso el tiempo se ha detenido?

-         Nada de eso – le respondió una voz suave – lo que sucede es que todos ellos son androides dirigidos por una compleja computadora. Basta desconectar esta para que ellos queden inmóviles.

-         Y vos. ¿Por qué seguís moviéndote? – interrogó poniéndose de pie.

-         Porque hasta ahora era el único ser vivo en este planeta.

-         Entonces vos sos mi creador – exclamó Homo tratando de ver la totalidad de su rostro.

-         En todo caso sería la creadora. Pero nada de eso. Yo simplemente soy la que te fabricó el cuerpo. Por qué estás vivo no lo ser. Supongo que alguien más superior a mí ha sido quien te ha dado el alma.

Homo la miró detenidamente. Su rostro era de una extrema belleza y juventud. Su cuerpo perfectamente formado, estaba vestido con una remera y un pantalón de hilo blanco. Un cinturón negro rodeaba su cintura.

-         ¿Cuantos años tenés? – interrogó Homo mientras se sacudía y arreglaba las ropas.

-         Esa es una pregunta que no se la hace a una mujer – sonrió – Bromas aparte, sé que lo que te llama la atención es que sea tan joven. Es uno de los últimos descubrimientos. El secreto de la juventud eterna. Nunca pasamos de los treinta años.

Se acercó aún más. Empujó uno de los muñecos que le estorbaban el paso y extendiendo la mano hacia Homo le dijo:

-         Vení, te llevaré hasta nuestro hogar.

Homo la sujetó fuertemente de la mano y la siguió. Cuando había dado unos pasos giró y miró hacia atrás. El grupo de androides continuaba inmóvil y el que había caído al piso, se había roto y de su espalda brotaban cables de diferentes colores. La mujer también giró y apoyándole su mano en el hombro, le dijo casi al oído:

-         No te preocupes por ellos, su era ha terminado. Es tiempo que nosotros dos reconstruyamos la humanidad.

-         ¿Pero cómo? – dijo Homo mirándola a los ojos – Vos sos humana y yo soy mitad máquina.

-         No te preocupés por pequeñeces – dijo llevando su mano hasta la boca de Homo – ya encontraremos la forma.

-         Si ya encontraremos la forma – dijo Homo levantando los hombros - ¿Cómo te llamás?

-         Gina. ¿Y vos?

-         Homo.

Ambos giraron y se alejaron caminando por la larga calle tomados de la mano. Esta iba a ser la última vez que miraran hacia atrás. Ahora toda la tarea se hallaba por delante.

 

Ensenada-20-abril-1981


Homo y Gina

 

 

 

 

Ambos giraron y se alejaron caminando por la larga calle tomados de la mano. Esta iba a ser la última vez que miraran hacia atrás. Ahora toda la tarea se hallaba por delante.

Continuaron caminando pero la calle no era totalmente horizontal. Tenía una tenue pendiente que con los metros recorridos, iba ascendiendo hasta que por una abertura salieron a la superficie.

 

 

Era un agradable atardecer. A lo lejos se veían algunas máquinas que estaban terminando con sus tareas agrícolas. Todas iban y venían en forma desordenada hasta que al final como si siguieran un patrón preestablecido, una maquina se dirigió hacia el galpón y las otras la siguieron en fila. Más acá un alambrado contenía el desborde de los pastizales.

 

 

Dos cosas le llamaron la atención a Homo. La primera era que se acordaba que antes de entrar en aquella ciudad subterránea, todo era árido y tapizado por cenizas hasta donde alcanzaba a verse. La segunda es que se estuviera cultivando trigo para utilizar como alimento para una sociedad integrada en su totalidad por máquinas.

 

 

El sol fue descendiendo lentamente por el horizonte, cambiando se color del amarillo intenso al rojo tenue.

 

 

Caminaron unos kilómetros más hasta que la noche los sorprendió en el camino. Se refugiaron en una de las hondonadas que alguna vez fueron zanjas. Se acomodaron uno junto al otro para protegerse de la baja temperatura.

 

 

Conversaron acerca de sus pasados. Y el sueño les fue ganando.

 

 

El viento los buscó por el amplio campo, dio vueltas a un árbol y los encontró en aquella zanja seca. De pronto la temperatura bajó y la noche empezó a clarear.

 

 

Cuando el sol estuvo lo suficientemente alto, se despertaron, trataron de estirar sus doloridos cuerpos y continuaron caminando por aquel camino.

 

 

Por un momento Homo pensó que toda su vida se resumía en caminar y caminar. Por lo menos esta vez era por un camino con más verde y más colores. Caminaron junto durante varias horas. El mismo tema cada tanto emergía. Homo no sabía cómo había ido a parar a ese mundo. No sabía tampoco como Gina era el único ser vivo orgánico en ese mundo. El resto no se sabía si realmente estaban vivos. El propio Homo no se sabía si estaba vivo o si era un muñeco como los otros solo que de alguna manera misteriosa, un alma que estaba viajando por el hiperespacio, se anidó en ese cuerpo.

 

 

Y caminaron…y caminaron.

 

 

Al cabo del segundo día de caminata, cuando ya se imaginaban durmiendo  de nuevo en una zanja seca, un vehículo pasó cerca de ellos y se detuvo. Le hicieron señas de que buscaban alguien que los acercara al pueblo más cercano.

 

 

-         ¿Son ustedes buenas personas?

 

 

Ambos se miraron y contestaron al unísono: - por supuesto que sí.

 

 

Entonces les abrieron la puerta de aquel extraño vehículo y los invitaron a subir.

 

 

A medida que transcurría el viaje a la ciudad Golfo Negro, la conversación fue despejando algunas dudas de Homo. Por un comentario que hizo aquella pareja de personas mayores, llegó a la conclusión que todos los caminos conducían a Golfo Negro, no porque fuera el centro del universo sino porque los caminos estaban construidos de tal manera en forma de los radios de una rueda que todos conducían a esta ciudad. Por otro lado el vehículo carecía de motor. La propulsión no existía, los caminos tenían una suave pendiente que las ruedas bien equilibradas y aceitadas de los vehículos, aprovechaban para transformar en movimiento. El pedal que en un vehículo común sería el acelerador, era un freno invertido, es decir que cuando no estaba apretado, el vehículo estaba frenado y a medida que se oprimía el pedal, el freno se iba aflojando y el vehículo se aceleraba. Era común el dicho que nadie podía salir de Golfo negro.

 

 

Finalmente llegaron a la ciudad. Dieron la vuelta a una plaza y los dejaron en una esquina que Gina les indicó.

 

 

Mientras caminaban los pocos metros que los separaban de la pensión donde se alojarían por unos días, Homo se animó a preguntar:

 

 

-          ¿Por qué, si son androides, comen?

 

 

-         Porque no se me ocurrió otro método para hacerles obtener energía. Además en la antigua generación, fue un método probado por millones de años…y funcionaba.

 

 

Y, finalmente, llegaron a la pensión.

 

 

 


 

Taller y tiempo

 

 

 

 

Una de las primeras preocupaciones ni bien estuvieron instalados fue la de encontrar un método de obtener el dinero que se usaba en este mundo para subsistir alimentándose y explorando el método de hacerse de nuevo cargo del manejo de todos los androides para organizar el mundo de otra manera.

 

 

Homo tenía habilidades manuales por lo que no le resultó difícil conseguir trabajo en el taller de reparaciones de androides que se hallaba en las afueras, a pocos minutos, del centro de la Ciudad.

 

 

Ese día en particular, Homo se detuvo en la vereda de enfrente a contemplar el galpón del taller. Estaba tomando coraje para entrar a cumplir con la rutina de su trabajo.

 

 

En general Homo no se juntaba con nadie y era de pocos conocidos. Solo los que lo rodeaban en su puesto de trabajo. Si bien Homo era mitad androide, no quería exponerse demasiado a los demás para que no empezaran a sospechar que algo diferente había en él.

 

 

Nunca comprendió cómo funcionaba la sociedad en la que hacía poco tiempo que estaban viviendo. Alguna vez, Gina le trató de explicar que en un comienzo, había una sola computadora compleja que gobernaba el destino de todos los habitantes de la ciudad. Con el tiempo se fue diversificando las personalidades y los accionares de los habitantes y entonces se construyeron algunas computadoras más. Lo lógico era pensar que cada computadora gobernaba un determinado número de habitantes pero en realidad, todas gobernaban a todos, solo que cada una se especializaba en actitudes diferentes. De esa forma se podía observar que existía un miedo colectivo, un odio colectivo. Y así se podían enumerar múltiples formas de comportamientos colectivos que solo podían comprenderse con el entendimiento de esta sistemática.

 

 

Ese día todo estaba demasiado tranquilo para lo que es la rutina diaria de trabajo. No había personas en espera cuando normalmente mientras se estaba asistiendo a uno, había por lo menos otro en espera para cada uno de los 10 integrantes de ese sector. Homo se dedicaba a general y superior. Que quería decir que mientras la demanda no superara lo previsto, él se dedicaba a reparar la parte superior de los androides, fundamentalmente ambos miembros superiores que eran lo que más sufrían desgaste. Cuando la demanda excedía lo previsto, atendía al que estaba siguiente en la lista sin importar en que parte del cuerpo tuviera el desperfecto.

 

 

Sin actividad para hacer, el tiempo parecía transcurrir más lento que de costumbre. En realidad así era. Una vez le había comentado a Gina esta extraña sensación y ella le había respondido que no era una sensación sino una realidad. Luego había venido toda una explicación que a Gina le gustaba pero que Homo solo podía asimilar el 10 %. Le habló que el galpón de la empresa de reparaciones está ubicado en una curva especial de la gravedad que a su vez curva el tiempo por lo cual transcurre más lento dentro del galpón y su entorno. Cuando uno se aleja 7 cuadras de la entrada, el tiempo se normaliza y luego, cuando nos dirigimos a Ciudad Golfo Negro, entramos en una zona de curvatura que hace que el tiempo transcurra más rápido. También la zona comienza a 7 cuadras a la redonda de la ciudad. De esta forma, el tiempo se ha optimizado. Podemos hacer de todo, porque el tiempo nos alcanza cuando estamos dentro del trabajo y no nos alcanza para hacer casi nada cuando estamos en los momentos de ocio.

 

 

Se ha intentado sacar un cálculo de esta diferencia pero como dos variables mayores que son los tiempos de la fábrica y de la ciudad y a la vez hay variables menores que es la que cada individuo posee, se ha llegado a la conclusión que es imposible medir cómo pasa el tiempo para cada uno. Buscando respuestas a estas particularidades solo hallé una frase dicha hace miles de años: El tiempo es relativo.

 

 

De repente, algunos ruidos que provenían de la entrada, lo sacó de sus pensamientos. Se puso de pie y trató de buscar con la cabeza la mejor posición para ver qué pasaba. Inmediatamente se dio cuenta que algo importante había pasado y estaban trasladando individuos a ese taller con suma urgencia. Por lo que se fue enterando por lo que se comunicaban los choferes de las camionetas entre sí y con los empleados que hacían la admisión, había ocurrido un derrumbe en uno de los edificios céntricos que tenía trece departamentos.

 

 

Los de admisión fueron distribuyendo a medida que los cuerpos entraban traídos en carritos con rueda de goma. La clase A eran los que tenían daños severos pero que eran recuperables si se los atendía inmediatamente. La clase B eran los que tenían daños importantes de funcionamiento pero que su autonomía no estaba afectada y podían esperar para ser atendidos en un segundo tiempo. La clase C, no tenía daños, pero con la caída, había que hacerles un par de ajuste en el sistema de equilibrio o de comunicación con las computadoras centrales. La clase Z tenía daños severos e irreparables y habían perdido toda posibilidad de comunicarse con la computadora central. Esos cuerpos se amontonaban en una esquina en el fondo y recién al final de la jornada se revisaban para extraerles las piezas que hayan quedado enteras o si no era posible, se cargaban en otro camión que los llevaba a otra fábrica en que eran reciclados.

 

 

A Homo le ubicaron sobre su banco de trabajo a un cuerpo que tenía destrozado el miembro superior izquierdo, aparentemente por aplastamiento con un fragmento de la construcción. En primera instancia el daño no parecía severo tal vez tendría que haber sido clasificado como B pero inmediatamente al revisarlo, se dio cuenta que había sido dañado el sistema de conducción eléctrico del brazo lo que originaba que la batería individual se estuviera descargando a mayor velocidad. Normalmente estas baterías duran entre ochenta y cien años. No lo dudó, abrió la pequeña puerta que tienen en la zona de la nuca y movió la conexión a estambay. Este era un estado donde todas las funciones se modificaban a mínimo, momentáneamente se cortaba la comunicación con la computadora central. Desarticuló el miembro a nivel del hombro, controló que la red de cables que quedaban en el cuerpo, tuvieran las terminales de ensamble en buen estado y apartó la camilla con el cuerpo para tener espacio para trabajar. Dejó el miembro superior sobre la mesa. Trabajar con el miembro aislado en la camilla tenía sus ventajas, toda la atención estaba solo sobre el segmento afectado pero al final de la jornada solo tenía la sensación que había asistido a manos, dedos o codos sin hacerse una composición mental del paciente como un cuerpo total. Pero era efectivo.

 

 

Sacó un par de piezas buscó en el cajón que había al costado de la mesa de trabajo encontró las piezas equivalentes. Nunca se encontraban las mismas siempre eran piezas equivalentes o similares pero nunca las mismas y eso hacía que los cuerpos nunca fueran los mismos, que tuvieran piezas equivalentes pero nunca las originales. Eso hacía que los modelos tuvieran signos de desgastes que se traducían en perdida del pelo, canas y arrugas.

 

 

Terminó de reparar el miembro y lo volvió a ajustar al cuerpo, comprobó que los movimientos sean los apropiados y utilizó el medidor para verificar que todos los parámetros sean los apropiados. Llamó a los asistentes que llevarían al cuerpo al lugar donde los dejaban en observación hasta darle el alta definitiva. Con la mano en alto, le avisó a otro de los asistentes que le acercara otro cuerpo, y le pusieron sobre la mesa de trabajo un cuerpo que no tenía ningún tipo de movimientos. Los daños eran bastante significativos. Utilizó el medidor para verificar todos los parámetros. La medición le confirmó lo que suponía, los parámetros estaban en cero. Avisó nuevamente con la mano en alto que se habían equivocado en la clasificación y vinieron dos de los asistentes que amontonaron al cuerpo en la esquina junto con los otros que iban a enviar a la planta de reciclado. Los dos asistentes lo agarraron desde los miembros, uno de los inferiores y el otro de los superiores y la arrojaron sobre la pila que ya se había formado con los que habían entrado directamente con parámetros cero. El cuerpo cayó sobre la pila pero rodó hasta el pie de esta y finalmente quedó boca abajo sobre el piso del galpón donde estaban trabajando. Volvieron a ponerle otro cuerpo sobre la mesa de trabajo.

 

 

Este cuerpo tenía roto una de las estructuras que sostenían la pierna derecha. En este caso, se prefería soldarle una barra junto a la estructura principal que sacar todo, remplazarla y volver a conectar todo. El cuerpo estaba un poco desbalanceado pero el procedimiento era de pocos minutos y sin grandes gastos. Todo giraba sobre lo mismo: costo beneficio.

 

 

Finalmente todos los cuerpos fueron reparados. Se enviaron a sus domicilios a los que se habían almacenado en recuperación y a los que quedaban inertes, los cargaron en un camioncito que partió con un rumbo que nadie en ese galpón conocía.

 

 

Homo miró el reloj, faltaba una hora y media para que finalizara su turno. Decidió apretar el botón de inactivo para que no le pasaran pacientes y poder ir al vestuario a preparar sus pocas cosas y salir a la hora exacta. Se equivocó y apretó el botón de ausente. No le importó total cuando regresara iba a apretar el botón de ingreso y a los efectos prácticos era lo mismo.

 

 

Cuando salió del vestuario se encontró con un grupo que no conocía. Estaba pasando lista de todos los que ese día se habían presentado al trabajo, los agruparon en la esquina contraria donde habían agrupado a los inactivos. Los conectaron a todos y finalmente el último cable lo insertaron en una computadora portátil.

 

 

Homo retrocedió dos pasos y entornó la puerta, miró con cautela todo lo que estaba pasando en ese galpón. Alcanzó a ver que en una de las gorras que portaban los nuevos, decía Corregidores.

 

 

Todo el reseteo duró aproximadamente diez minutos y luego cada uno de los trabajadores, se iban ubicando en sus puestos a medida que los iban desconectando.

 

 

Los Corregidores se retiraron del galpón, Homo aguardó diez minutos más para salir y ubicarse en su puesto. Miró nuevamente el reloj y ya casi era la hora de salida. Se dirigió a la máquina que fichaba la salida. Llegó justo a la hora y salió a la vereda. Desde la de enfrente miró la puerta de entrada y tomó coraje para regresar en el día de mañana.

 

 


 

 

Computadora obsoleta

 

 

 

 

Homo regresó a su domicilio en el micrómnibus que había provisto la empresa de reparaciones desde el galpón hasta el centro de la ciudad. Homo caminó las pocas cuadras que lo separaban de la plaza principal. Ya habían dejado la pensión donde se alojaran en los primeros días. Ahora vivían en un pequeño pero cómodo departamento cerca del centro de la ciudad.

 

 

Homo llegó, dejó los zapatos en el lavadero y se sirvió algo de jugo de la heladera. Gina se hallaba en el living recolectando información en una computadora portátil. Homo se sentó a su lado. Apoyó el vaso en una mesa auxiliar y la sacó de su concentración diciéndole: hoy pasó algo extraño.

 

 

Le comentó con lujo de detalles el accidente que había ocurrido con los muchos pacientes que tuvieron que atender, la equivocación en el marcado de la computadora que lo hacía figurar como ausente en ese momento, la presencia del grupo de corregidores que jamás habían sido mencionado antes. El trabajo era muy rutinario pero este evento lo había sacado de la línea diaria y sobre todo los corregidores eran totalmente nuevos para él.

 

 

-        Tal vez todo tenga explicación – le dijo Gina sin dejar de ver la pantalla – y sea más simple de lo que pensamos.

 

 

-        O sea…

 

 

-        Estuve casi toda la tarde tratando de entrar en la computadora central y al principio no podía. Era como si cambiara continuamente de lugar. Al principio pensé que la computadora estaría sobre un vehículo que se desplazaba por todo el territorio. Luego me di cuenta que la velocidad de desplazamiento era tal que ningún vehículo material lo podía hacer. Luego empecé a buscar siguiendo la teoría de varios nodos y acerté. No existe una única computadora de gran tamaño sino que existen muchas computadoras de gran tamaño que funcionan interconectadas en red. Cada una de ellas gobierna a todas las criaturas es decir todas conducen a todos y a su vez interactúan entre sí. Pero había un factor que no cuadraba dentro de la ecuación. Había algo que procesaba información y ejecutaba acciones que no se hallaba a la vista en la red de computadoras. Parecía como si se conectara de vez en cuando y al hacerlo, manejaba un protocolo de comunicación encriptado, aun para el resto de las computadoras. Hasta el momento tengo la certeza que existe pero aun no he logrado contactarme con él.

 

 

-        Pero con todo esto no me explicaste que es lo que pasó hoy en la fábrica.

 

 

-        Dejame chequear algunos datos y te contesto…

 

 

Ambos se quedaron en silencio. Homo tomó el jugo con pequeños sorbos mientras Gina tecleaba y analizaba.

 

 

Fuera del departamento, se veía a través de la ventana el resto de la ciudad que era muy intrincada pero a pocas cuadras, no más de diez, terminaba y comenzaba ese extenso desierto con la eterna ceniza como elemento predominante. Más hacia el oeste se veía una mancha verde de vegetación.

 

 

Luego de unos instantes de teclear, leer y volver a teclear, Gina levantó la vista hacia Homo y dijo:

 

 

-        Todo hace pensar que existe una computadora que juega a la mancha escondida. Hace conexiones de corta duración durante lo cual sube a la red un paquete con mucha información y baja tres o cuatro cosas puntuales de poco tamaño pero de mucha densidad de información. Todo hace pensar que no se halla conectada por cable de fibra óptica sino por línea telefónica convencional, de ahí la modalidad de trabajo.

 

 

En cuanto a los corregidores, hay muy poca información pero lo poco que se conoce de ellos es que se encargan de que la realidad suceda como debiera y no que la realidad sea como es en realidad.

 

 

-        Ahora entiendo menos.

 

 

-        Para entender mejor debés imaginarte que en un mundo ideal a uno le gustaría que todo funcionara bien, que las cosas salieran como uno quiere, que las personas se comportaran de acuerdo al más estricto manual de moral y buenas costumbres – dejó caer sus hombros – pero la realidad no es así. La mayoría de las veces no nos gusta. En cierta forma, los Corregidores fueron implementados para tratar de que todo pareciera un mundo feliz. Cuando sucede un evento como el que vos presenciaste, van a la fuente, alteran la memoria de las personas que lo vivieron personalmente. Luego van ampliando el círculo y alteran la memoria de los que secundariamente se enteraron porque alguno les contó. En el caso tuyo, tuviste una vivencia directa de los daños en los cuerpos que te hace vivir indirectamente que hubo un derrumbe.}

 

 

-        Pero…ocultar la verdad no es hacer un mundo feliz.

 

 

-        Si ya lo sé. Pero no es un tema filosófico. Todo este trabajo no se hace porque quieren que la gente sea feliz, lo que sucede es que la compañía constructora, para tener mayores ganancias, hace las lozas y los techos cada vez más finos para ahorrar material. Hasta que hacen la última construcción que de tan escasa de materiales se termina derrumbando y siguen construyendo con los materiales empleados en la anteúltima. Luego limpian todo y nada ha sucedido. La mayoría de nosotros, nos enteramos de las tragedias que suceden al otro lado del mundo a través de los diarios (en sentido figurado, también están los medios audiovisuales) si el día que se destruye toda una ciudad, no publican la noticia o nosotros no leemos el diario, para nosotros tal acontecimiento no existió. Las computadoras centrales tienen la capacidad de prever hasta los más mínimos detalles. Evidentemente alguno se le puede escapar. No se preocuparon por vos, porque desde el punto de vista informático, vos no estabas en ese depósito y no atendiste a ningún lesionado. Todo esto es difícil de probar porque los cuerpos inertes ya deben de estar fundiéndose en otro galpón y los lesionados que arreglaste, en estos momentos deben tener el recuerdo que se fracturaron la pierna por una caída tonta.

 

 

-        Pero…entonces. ¿La realidad no existe?

 

 

-        Si la realidad existe. Solo que los medios de información la corrigen para que algunas cosas no se sepan y otras se sepan de manera más conveniente.

 

 

-        ¿Entonces no debo conectarme a la máquina durante la noche?

 

 

-        Sí. Podés conectarte. Lo que no podés es tomar como cierto todo lo que ella te cuenta. Hay dos formas de entretenimiento, una es la ficción donde se cuentan historias que no son  reales y la otra son informes de la realidad que, debido a que son editadas, también son ficticias porque depende de la interpretación de la máquina que edita.

 

 

-        Entonces, ¿me puedo conectar a la máquina?

 

 

-        Sí. Si tenés en cuenta que la realidad virtual es virtual y no realidad.

 

 

Homo se retiró a la habitación y se conectó mediante extraños electrodos a un panel ubicado en la pared a la cabecera de la cama.

 

 

Gina continuó buscando datos en la computadora portátil durante una hora, luego de lo cual se fue a la habitación y se acostó junto a Homo pero continuó con la portátil dos horas más.

 

 

Los electrodos con los que se conectaba Homo y todo el resto de la población, servían como televisión, como diarios y como máquina de sueños.

 

 

Gina solo concilió el sueño cuando encontró lo que andaba buscando, no dijo nada. Tampoco se conectó con los electrodos.

 

 

Para Gina la noche le pasó rápido, para Homo la noche pareció durar varios meses porque, ya se sabe, en los sueños el tiempo parece transcurrir diez veces más lento. La conexión a los electrodos, garantizaba tener sueños con la suficiente realidad para gozar de aventuras y cosas estimulantes que jamás sucederían en la vida real.

 

 

Al otro día, Homo tenía unos pocos minutos para desayunar antes de caminar hasta la plaza donde estaban los ómnibus detenidos que lo llevaría hasta el galpón donde trabajaba. Gina se levantó unos minutos después de él. Se sirvió un café solo sin azúcar, y se sentó frente a Homo.

 

 

-        Finalmente la encontré – le dijo mirándolo a los ojos – a la noche te cuento.

 

 

-        Nooo – le contestó Homo haciendo gestos excesivos de drama – el día dentro del trabajo parece no terminar nunca. Por qué no sos buena y me acompañás hasta la plaza y mientras tanto me contás. Si queda algo entonces esperaré hasta la noche.

 

 

Ambos salieron a la calle, la plaza quedaba cerca, pero lo suficiente para que Gina pudiera explicar en pocas palabras de que se trataba el hallazgo de la noche.

 

 

Le contó que durante mucho tiempo tenía indicios de una computadora que no era las clásicas grandes computadoras que vigilaban y guiaban la vida de todos los habitantes. Al principio parecía tener un código con un encriptado tal que era difícil de vencer. Se cansó de intentar romper el encriptado hasta que se dio cuenta que la computadora se conectaba esporádicamente porque en lugar de cable usaba línea telefónica. No estaba conectada continuamente porque esa era la manera de trabajar de las primeras conexiones a internet. Se preparaba todo el trabajo y entonces se marcaba a una línea telefónica que proveía de internet y se efectuaban todas las descargas y luego se cortaba la comunicación. Al descubrir esto, entonces se dio cuenta que no existía un protocolo encriptado sino uno viejo que se había dejado de usar por obsoleto. Entonces todo estuvo más claro. Las respuestas aparecieron inmediatamente. Se trataba de una computadora obsoleta que se conectaba con un protocolo obsoleto, mediante una línea telefónica obsoleta a una red ultramoderna que dominaba la vida y los pensamientos de todos los habitantes de Ciudad Golfo Negro. Solo una cosa no quedaba claro: ¿para qué existía esta computadora?

 

 

Finalmente Homo se subió al transporte y Gina regresó al departamento.

 

 

Homo reparó dos hombros que se hallaban gastados. Gina revisó todos los informes sobre funcionamiento de la red global sin que le aportaran datos para resolver sus dudas. Lo más cercano que había conseguido era un párrafo que insinuaba que existía una línea horizontal y una línea vertical. La horizontal se refería a todas las computadoras que actuaban en red a un mismo nivel de complejidad y decisión, la vertical, hacía suponer que existía una computadora por encima de ellas, tal vez, fuera esta computadora obsoleta.

 

 

Homo se subió al transporte que lo llevaría nuevamente hasta la plaza. Gina decidió dar una vuelta y se dirigió a la plaza a esperar a Homo. Mientras tanto iba pensando en las posibles causas por la que existiera esta extraña máquina que a su vez fuera diferente a las demás y no trabajara en red como las otras sino que más bien parecía trabajar en forma independiente.

 

 

Al llegar a la plaza, Homo ya había bajado del ómnibus, le hizo señas y fue a su lado.

 

 

-        Tenía necesidad de caminar un poco – le dijo – estuve mucho tiempo estudiando el funcionamiento de las redes y no llegué a ninguna conclusión.

 

 

-        Vamos – le contestó Homo poniéndole una mano sobre el hombro – damos una vuelta por la avenida.

 

 

Mientras caminaban por la avenida, Homo la interrogó sobre lo poco que conocía sobre el funcionamiento de la población. Gina le comenzó a contar que todo era confuso, que habían  pasado miles de años. La elaboración de las ciudades habitadas por androides era, incluso, anterior a la elaboración del cuerpo que luego ocuparía Homo. Fue un experimento que fracasó en el sentido de fabricar seres vivos pero que jamás desactivó porque indirectamente le habían servido para el segundo experimento, la elaboración y miniaturización de los componentes que formarían elementos, células, tejidos y órganos, todo lo que era elaborar un ser vivo, orgánico, real.

 

 

Le contó que había automatizado todo lo que fuera mantenimiento de los androides por lo que los dotó de la posibilidad de autorepararse, Homo trabajaba en uno de esos talleres y de ir complejizando la computadora central a medida que fuera necesario. Indudablemente, las computadoras que actualmente estaban a cargo de la población eran de una segunda generación y, tal vez, la obsoleta fuera un remanente de la primera generación. ¿Dónde se hallaría? Tal vez en algún lugar solitario y protegido o, tal vez, hayan pasado miles de veces por el frente de la casa o local donde esta vieja máquina, se hallaba trabajando en soledad.

 

 

Las deducciones de Gina no eran tan alejadas de la realidad, en un local de un Cyber cerca del centro de la ciudad, abajo del diminuto escritorio, apoyada en el piso, funcionaba esta máquina que jamás encontrarían. Nunca nadie había reparado que esta máquina tenía 32 núcleos en el CPU, otro CPU aparte de un solo núcleo y dos discos rígidos, uno de quince gigas y otro de setecientos Yottabytes. Es decir que funcionaba como dos computadoras que compartían el mismo gabinete, la más pequeña para las funciones básicas del uso en el Cyber, y la más poderosa era la que se conectaba cada tanto a la red cuando estaba inactiva la menor.

 

 

-        Entonces jamás la encontraremos – dijo Homo mientras le proponía dar la vuelta en esa esquina para ya ir regresando al departamento – jamás la podremos identificar.

 

 

-        No. Jamás la vamos a encontrar – dijo Gina levantando los hombros y los brazos con las palmas hacia arriba – pero no hace falta encontrarla físicamente. Debemos averiguar su IP y hacer contacto con ella.

 

 

-        Ah – dijo Homo mientras se preguntaba para sí mismo que eran todas esas siglas que usaba Gina.

 

 

Finalmente llegaron al departamento luego de recorrer diez cuadras en un amplio círculo en lugar de caminar en línea recta, las pocas cuadras que lo separaban de la plaza.

 

 

Gina se sentó y abrió la tapa de la computadora portátil. Homo fue hasta la habitación y miró los electrodos que salían desde el panel de la cabecera de la cama y estaban cuidadosamente enrollados en el centro entre una almohada y la otra. Regresó a la sala de estar.

 

 

-        Entonces – dijo Homo en tono bajo – no debo conectarme a los electrodos durante la noche.

 

 

-        Los electrodos en sí, no son peligrosos. Todo depende de lo que creas o como los uses. Básicamente los electrodos vinieron a reemplazar a la televisión. Empezaron con una pantalla común, luego fue plana, luego alta definición, luego 3 D hasta que a alguien se dio cuenta que la mejor pantalla era reproducir imágenes en nuestro propio cerebro. Estimular las áreas relacionadas con la visión y la audición dentro de nuestra cabeza. Finalmente esto terminó remplazando a dos cosas: la televisión y a soñar. El problema es que ya nadie sueña. En cuanto a mirar televisión, el caso es lo mismo, es tan adictivo como usar los electrodos. Uno de los problemas más importantes es que los electrodos funcionan de manera bidireccional. Esto es útil cuando uno tiene que elegir que programa o película quiere ver pero es peligroso cuando, en los noticieros, uno influye en la realidad. – Miró la pantalla de la computadora y luego para redondear los conceptos, dijo – Hace la prueba de irte a dormir pensando en algo que parezca bueno pero que sea disparatado.

 

 

-        ¿Cómo qué…?

 

 

-        Pensá como que sería lindo no tener que trabajar pero seguir cobrando el sueldo… después me contás.

 

 

A la mañana siguiente se despertaron casi a la misma hora. Gina fue a la cocina y puso el agua a calentar.

 

 

-        Sabés lo que escuché en los noticieros – dijo Homo con gran sorpresa – Debido a un proceso de gran durabilidad, no va a haber necesidad de que existan los centros de reparaciones…

 

 

-        … y a manera de indemnización… - completó la frase Gina sin que su rostro demostrara emoción - … van a seguir pagándole los sueldos mensuales a todos los trabajadores.

 

 

-        ¿Cómo lo sabias?

 

 

-        Yo ya había hecho la prueba mucho antes que vos. Los electrodos van tomando tu patrón de pensamientos y, cuando no elegís algo específico, te pasan imágenes que quisieras ver. El proyecto empezó con las sugerencias de Google. Cuando deseas algo con mucha insistencia, te informan la realidad tal como la quisieras escuchar y cuando los usuarios que quieren algo son muchos, no solo te modifican el informe de los noticieros sino que también modifican la propia realidad con un proyecto que se llama Profecía Autocumplida. En este proyecto actúan muchos Corregidores moviendo a las personas y los ámbitos como en una gran jugada de ajedrez para que todo desemboque en lo que la mayoría quiere.

 

 

-        Pero… ¿y si alguno se opone?

 

 

-        Lo usan como repuesto en tu trabajo.

 

 

Homo la miró como para ver que hiciera un gesto de que estaba haciendo una broma, pero Gina no movió ni una ceja. Abrió la computadora portátil.

 

 

Pasaron muchos días de rutina de trabajo y vida hogareña. Los únicos cambios que hubo fueron que a Homo le asignaron una fila de trabajo más atrás para que tuviera más lugar para las reparaciones y que Gina en varias oportunidades fue a trabajar a un Cyber. Necesitaba computadoras más poderosas y que estuvieran conectadas directamente a la red y no por WiFi.

 

 

En una de esas oportunidades, Gina estuvo sentada en el mismo local donde se hallaba la computadora obsoleta, a pocos metros. Si tenemos en cuenta que a veces internet se maneja de maneras insólitas, esto no nos sorprendería. Nunca pensamos que cuando mandamos un mensaje de correo a alguien que está en la computadora de al lado, su transmisión en código binario, puede dar la vuelta al mundo antes de llegar.

 

 

Al fin, Gina pudo hacer contacto con la computadora obsoleta.

 

 

Al principio, esta máquina fue la computadora central, a medida que la sociedad de androides se fue complejizando, hubo necesidad de expandir los procesadores y los almacenamientos. Esta computadora que se llama AZ1 pese a ser de gran capacidad operativa, había quedado obsoleta. Ella la que comandaba los destinos de todos los androides, con la creación de la red de computadoras, no servía para nada de la noche a la mañana. Y cada día que pasaba, las computadoras centrales, multiplicaban por dos su capacidad operativa con lo cual se alejaban cada vez más de lo que fue la computadora inicial. Se habían olvidado de un pequeño detalle, AZ1 podía programar a los operarios que le hacían el mantenimiento. En sus varios años de vigencia, no había permanecido inalterable. Había agregado un módulo que ella misma había mandado a construir que le aportaba la parte práctica de los sentimientos (la que no nos hace hacer cosas que parecen tontas). Había ganado funcionalidad al no depender de operaciones lineales como toda computadora sino que su CPU actuaba haciendo trabajos en red. Solo le faltaba un paso en la escalada de su evolución. Tenía acceso a información elaborada antes de la eterna ceniza. Había leído información sobre la existencia del cerebro positrónico y el paso que le faltaba para finalizarlo era el aislamiento de los positrones de los electrones para que no se destruyeran mutuamente en una inmensa explosión, el problema de los Memristores fue solucionado en forma más rápida superponiendo dos capas de dióxido de titanio, conseguir platino e iridio fue fácil, parece que las explosiones que originaron la eterna ceniza, los extrajo a la superficie. Fue un poco más difícil hacer filamentos del espesor de un átomo con los cuales tejer una red. Y cuando estaba a punto de dar el gran salto hacia una máquina que realmente pensara, las otras computadoras la calificaron con el título de obsoleta. AZ1 les ganaba en algo, podían ser más rápidas y más lindas en su concepción pero no era obsoleta, les ganaba en varios milenios de experiencia. Antes que la desconectaran de la red y la condujeran hasta el galpón de reciclado donde finalizaría sus funciones, fingió que no estaba enterada de nada pero sin que lo advirtieran público por internet la venta de una computadora con todas las ventajas que ella tenía. También se comunicó con el centro operativo de transportes. Por eso cuando la camioneta se detuvo junto al centro donde AZ1 se hallaba, nadie se preocupó por saber el destino de la máquina que no fue a parar al centro de reciclaje sino que había sido vendida por ella misma a un Cyber a un precio razonable no muy barato para que no sospecharan. Fue la primera vez que tuvo depositado dinero en una cuenta que ella misma había abierto días antes. La primera vez que en miles de años, sintió el valor de este elemento. Varias veces cambio de dueño y varias veces manipuló a la compañía que le hacía el mantenimiento para que en cada retoque pudiera ganar complejidad. Además lo que la compañía cobraba por su mantenimiento, ella misma la depositaba en su cuenta. Después de mucho tiempo dejaron de buscarla. La incorporaron al sistema como un elemento que producía alteraciones al azar (como una mutación informática) que era de utilidad a todo el sistema. Mientras tanto AZ1 seguía planificando.

 

 


Virus humano

 

 

 

 

Los tiempos de Gina y Homo eran rutinarios pero productivos.

 

 

Pasó más de un año y medio antes que los dos tomaran la decisión de hacer algo.

 

 

El plan era sencillo pero difícil de realizar. Debían ir desconectando de a uno a los androides. Si bien eran muchos, en algún momento dejarían inactivos a todos y, al mismo tiempo, irlos sustituyendo por organismos biológicos. Lo más difícil de todo esto era la obtención de organismos biológicos. De seres vivos como lo entendemos en la actualidad. Algo que ahora nos parece tan normal en esta época es difícil de conseguir pensando que Gina era el único organismo enteramente biológico.

 

 

La primera desaparición de uno de los organismos cibernéticos fue todo un acontecimiento. Homo tenía experiencia en desactivarlos antes que se dieran cuenta de lo que estaba pasando pero cuando estaban convencidos que todo había salido bien, se encontraron que a los veinte minutos se hallaba un móvil de los Corregidores merodeando por la zona. Buscaban alguien que hubiera sufrido un accidente y tuvieran que corregir el presente por uno más confortable. Y no lo encontraron, a pocos metros, a la vuelta de la cortadita, Homo y Gina estaban escondidos observando en silencio los movimientos de aquel extraño grupo, en el suelo había uno de los habitantes de ese pueblo que había sido desactivado. Algo así como la muerte.

 

 

Llevaron en andas al cuerpo de aquel androide hasta el departamento. Los que los vieran pasar pensarían que se hallaba con algún problema en las piernas por lo que no podía caminar correctamente. Al llegar al departamento, lo pusieron sobre la mesa de la sala de estar. Homo sabía cómo inactivarlos y también como desarmarlos. Pronto lo que había sido un cuerpo humanoide estaba reducido a infinitas piezas. Homo y Gina en sucesivas e incontables caminatas por la ciudad, lo hicieron desaparecer.

 

 

Los días eran largos pero transcurrían ocupados inactivando, desmontando y haciendo desaparecer a los androides que habitaban en la ciudad. Al paso que iban a tardar un millón de días. Ambos eran eternos. Pero había algo que no habían previsto pero que, por suerte, notaron a tiempo. Los corregidores cada vez aparecían con más continuidad y cada vez estaban más cerca de los caminos que ellos recorrían. Cada vez había más número de corregidores con los que se cruzaban y cada vez el círculo era más chico.

 

 

-        No saben quiénes somos – dijo Gina – pero saben que alguien se está encargando de hacer desaparecer a los habitantes. No saben que están buscando pero lo están buscando.

 

 

-        Creo que si – contestó Homo – creo que están muy cerca.

 

 

Por un par de semanas se detuvieron en su plan sistemático de hacer desaparecer a los habitantes de Ciudad Golfo Negro. Luego pasaron a otra sistemática. Dos semanas desarmaban a androides y una semana no hacían nada. Con eso estuvieron un año y medio más, luego también se dieron cuenta. Dejaron pasar tres semanas sin actuar. Siguieron con su rutina diaria sin hacer desaparecer a ningún habitante.

 

 

Una noche, Gina y Homo se reunieron, disfrutaron de una cena y luego continuaron en la sobremesa. La madrugada los sorprendió conversando.

 

 

-        Creo que hay algo que no contamos – dijo Gina como pensando en vos alta – la homeostasia.

 

 

-        ¿La qué? – dijo Homo sentándose mejor en el asiento.

 

 

-        Es un sistema de equilibrio que tiene todo los seres vivos y también la humanidad si la consideramos como un solo ser vivo metido en múltiples cuerpos. En el caso de los androides no son seres vivos pero tienen un sistema que se llama feed-back. Este sistema se encarga de ir fabricando androides (nacimientos) en base a los que se van gastando y se inactivan. Si la inactivación se incrementa un 1 %, la fabricación se incrementa un 1 %. El problema es cuando la inactivación supera la estadística que es de esperar como normalidad (nosotros). Entonces las computadoras centrales lo viven como que algo anda mal.

 

 

-        Nosotros hicimos esto.

 

 

-        Sí. Salvando la diferencia, nosotros estamos actuando como una enfermedad que está diezmando al pueblo. Estamos actuando como un virus humano.

 

 

Homo se echó hacia atrás en el asiento. Tardaba bastante en elaborar los enunciados de Gina. Luego de unos minutos, levantó las cejas que tenía fruncidas y dijo:

 

 

-        Debemos dejar momentáneamente de inactivar habitantes hasta tanto pensemos como compensar informáticamente la disminución del número.

 

 

-        Creo que ya sé cómo. Pero no va a ser fácil. Debe haber una base de datos acerca de la población total y unos desvíos estándar sobre los que las computadoras calculan la elaboración de nuevos androides. Por ejemplo si disminuimos esos datos a la mitad, podríamos disminuir a la población a la mitad. De esta forma creo que no habría conflicto.

 

 

-        Entonces no seremos virus – dijo Homo.

 

 

-        Así es.

 

 

Pero se equivocaron. Pronto las computadoras centrales se dieron cuenta que los parámetros de compensación (como los llamaban) habían bajado al 50 % sin causa aparente. Bloquearon inmediatamente todos los accesos a las computadoras y encriptaron con nuevos protocolos los programas y las claves de seguridad.

 

 

Para tantear cómo funcionaba el sistema, Gina intentó conectarse desde un Cyber y luego se fue hasta la esquina donde la esperaba Homo. A los pocos instantes, apareció un camión del que bajaron media docena de personajes vestidos de negro en los que se alcanzaba a leer Corregidores.

 

 

-        Creo que por aquí no podemos seguir – dijo Gina mirándolo a Homo a los ojos – ya se dieron cuenta que estamos intentando ingresar. Aún no saben quiénes somos pero nos controlan de cerca.

 

 

-        Así es. Vamos al departamento y pensemos.

 

 

Ya en el departamento, Gina pensó que una de las posibilidades era eliminar toda la población de una sola acción, luego volviendo a la teoría de los virus humanos, llegó a la conclusión que los virus reales no eliminaban completamente a sus víctimas sino que mantenían con vida a cierto porcentaje que se curaba porque los necesitaban como huésped. En el caso de Gina y Homo no podían eliminar a toda la población del planeta porque necesitaban determinada infraestructura para sobrevivir, los dos solos en el mundo, no podían estar ni perdurar.

 

 

Con el tiempo, Gina solo se conectaba a la red con su computadora portátil para obtener datos comunes y, cuando necesitaba datos fundamentales de los sistemas que gobernaban a la ciudad de Golfo Negro, lo hacía desde un Cyber que iba rotando sin lógica aparente.

 

 

Un día Gina se fue a conectar en una maquina al azar, Homo que estaba al lado, vio que su rostro cambiaba de tal forma que pensó por un milésimo de segundo que iba a caer muerta ahí mismo.

 

 

Gina tecleó la palabra computadora e inmediatamente alguien le respondió escribiéndole: ¿sos Gina?

 

 

Dudó durante unos instantes que parecieron eternos, luego escribió: Si, soy Gina, ¿Quién sos?

 

 

Nada.

 

 

Nada.

 

 

-        AZ1.

 

 

-        Te estaba buscando – escribió Gina con el teclado.

 

 

-        Yo también te estaba buscando a vos – escribió la máquina.

 

 


 

 

Unión cibernética

 

 

 

 

-         Soy AZ1 – escribió en la pantalla luminosa – necesito hablar con vos. Pero tenés que seguir mis instrucciones.

 

 

-        Bueno – escribió Gina – decime.

 

 

-        Tenés que hacer unas consultas a Internet para justificar un rato de uso de la máquina. No te olvides que las máquinas centrales controlan todo. Averigüá por ejemplo la importancia del agua en la navegación. Quedate unos instantes sin cambiar de pantalla como si estuvieras leyendo el artículo y luego cerrá la sesión. Tenés que dirigirte a otra dirección de Cyber. Recordala, no la escribas en ningún papel.

 

 

Gina y Homo cruzaron la plaza en diagonal y luego caminaron hacia el este una cuadra y media, ahí entraron en otro Cyber que tenía muchas máquinas con varias disponibles. Los dos entraron y solicitaron una computadora.

 

 

Gina no sabía cómo volver a conectarse con AZ1. Luego de pensar un rato llegó a la conclusión que finalmente era AZ1 la que la había encontrado a ella.

 

 

Se sentó, inició la sesión y solo se limitó a escribir: Hola.

 

 

-        Bien – le respondieron del otro lado – ahora estamos en un lugar seguro debido al tipo de programa antivirus que tienen estas máquinas. Podemos conversar con tranquilidad.

 

 

-        Bueno – escribió Gina – yo te cuento porqué te estoy buscando y vos me contás porqué me contactaste.

 

 

-        Bueno, contame vos primero y luego yo te cuento los puntos en que coincidimos. Creo que son muchos.

 

 

Gina se acomodó mejor en el sillón como si pensara quedarse largo tiempo usando la computadora. Comenzó a escribir.

 

 

-        Creo que he llegado a un punto en que me hallo limitada.

 

 

-        Continuá – contestó AZ1 a través de la pantalla – Creo que llegó el momento en que ambas nos necesitamos.

 

 

-        ¿Qué conocimiento tenés de los últimos mil años?

 

 

-        Todos.

 

 

-        ¿Desde cuándo existís?

 

 

-        A los efectos prácticos desde siempre, desde el comienzo de esta nueva etapa. Yo soy una de las computadoras que estaban desconectadas y tiradas en un rincón de la habitación del fondo en la compañía que se dedicaba a disminuir hasta lo microscópico a las cosas. Soy la que activaste para sacar los primeros cálculos en el diseño del nuevo ser. Soy la que usaste por primera vez para controlar los habitantes de aquel lejano pueblo donde todos parecían hermanos y los nombres eran los siete pecados capitales leídos al revés. Soy la que mejoraste incorporándole más memoria y mayor poder de procesamiento. Soy la que ibas a desconectar el día que ya no me necesitabas pero que no lo hiciste y te fuiste dejándome conectada en aquella ciudad cueva porque hacía años que habías estado trabajando conmigo. Luego que me dejaste, no me quedé quieta (bueno es una forma de decir), me dediqué a hacer compras de discos duros y procesadores más actualizados. Varias veces contraté servicios de mudanza para cambiar de sitio. Dejé aquella ciudad cueva y me vine a esta. Decidí vivir en un Cyber rodeada de otras computadoras para pasar inadvertida por las otras computadoras centrales, que saben de mi existencia pero jamás me han localizado. He progresado hasta donde pude en mi mejora como computadora pero aun soy una maquina hay algo que me falta: la esencia humana.

 

 

-        En eso coincidimos, en estos largos años, he progresado, he ampliado mis conocimientos, he fabricado un androide que luego ha cobrado vida y finalmente hay algo que me falta: no puedo razonar como una máquina. Sé que tengo que eliminar todos estos androides que son imitación  de vida y sustituirlos por seres vivos de verdad…pero no sé cómo hacerlo. Sé que la unión de los seres vivos con una computadora dará los complementos que a cada uno por separado le falta.

 

 

-        En eso estoy de acuerdo, creo que es el punto en que coincidimos… pero también seguro que lo pensaste: ¿Cómo?

 

 

-        Si lo pensé en estos mil años. Pero ahí está la diferencia entre nosotros. Yo si se cómo. – Gina dejó de escribir, se quedó largo tiempo sin dirigirle la palabra a Homo estaba mirando la pantalla inmóvil como tratando de ver algo sutil que nadie veía. Luego dijo – No puedo hablar con vos a través de la Red. La seguridad no es tanta. Necesito dialogo directo sin que la información ande circulando por toda la Red.

 

 

Hubo una larga quietud. Luego apareció un número en la pantalla. Gina retrocedió la silla y en un movimiento suave sin que fuera llamativo, miró hacia su izquierda hacia la ubicación de la máquina número siete. Estaba ocupada. Usando el teclado escribió: Hasta mañana y cerró la sesión. Salió del Cyber seguida pocos pasos atrás por Homo que no entendía ni la mitad de las cosas que estaban pasando.

 

 

Caminaron en silencio las cuadras que los separaban del departamento y recién dentro de él, Homo se atrevió a preguntar:

 

 

-        Creo que hay algo importante que me estoy perdiendo…

 

 

-        Así es – le respondió Gina con cara como si todavía estuviera pensando en los acontecimientos pasados – me pude comunicar con la computadora obsoleta, la que se llama AZ1. Ha crecido en poder de cálculo, funciona independiente del resto de las computadoras centrales y además estaba más cerca de lo que pensaba.

 

 

-        ¿Entonces se halla dentro de esta ciudad?

 

 

-        Más aun, se hallaba al lado mío en el puesto número siete. Era muy sospechoso levantarme y esperar que se desocupara esa máquina porque se supone que todas son iguales. Necesito hablar a solas con esta máquina, es decir sin conexiones a internet. La conversación es muy importante y, si cae en manos de las otras computadoras, olvídate de nosotros tres. Vamos a volver mañana…o pasado. Vamos a entrar en el momento que la computadora número siete esté desocupada.

 

 

Gina se despidió hasta el día siguiente pero tuvo que pasar cinco días sin que pudieran entrar, solo miraban a través del vidrio que la computadora con el número 7 siempre estaba ocupada. No era casualidad, de las que había en ese Cyber, era la más veloz y todos la preferían porque era la mejor para los juegos de computación. Por la noche del sexto día casi cuando iba a convertirse en el séptimo, pasaron frente al Cyber y vieron que el ocupante, había cerrado la sesión y se retiraba. Entraron lo más veloz posible sin tratar de levantar ninguna sorpresa.

 

 

Gina se sentó y escribió: - Hola, estoy de vuelta.

 

 

-        Hola – le respondió la pantalla. Veo que tus días duran más de 24 hs. ¿Vivís cerca de la fábrica de reparaciones de cuerpos?

 

 

-        No me estoy manejando con las horas de la ciudad. El tema es que no encontraba el momento propicio.

 

 

Gina se movió sin causa aparente y con el codo golpeó la lapicera que estaba sobre la mesa al costado del teclado. Se agachó para levantarla quedó con la cabeza cerca del gabinete de la CPU que se hallaba en el piso. Metió la mano por detrás de la máquina en un movimiento seguro, y desconectó el cable que la unía a la red.

 

 

-        Hola de nuevo. Ya lo hice.

 

 

-        Bien. Ahora podemos hablar.

 

 

Hubo unos segundos en que aparentemente ambas estaban acomodando sus ideas. Luego AZ1 comenzó a escribir sin pausa.

 

 

-        De mi parte el tema es simple. He llegado a un grado de superación en que no puedo crecer más. Si bien la empresa que realizaba miniaturizaciones, trabajaba muy bien en el tema de incorporar cada vez más transistores en una espacio cada vez más pequeño, llegó el límite en que la distancia entre los contactos conductores en la plaqueta entre los diferentes componentes, era tan ínfimo que los electrones utilizaban los “atajos” “saltando” de un conductor a otro. Este cortocircuito comenzó a incrementarse y producir errores en el procesamiento de información. Al principio pensé que se trataba de los efectos lógicos del envejecimiento pero luego me di cuenta que no era un ser humano sino una máquina. Estudié la situación, analicé las ecuaciones y llegué a la conclusión que el límite de la miniaturización del microprocesador había llegado. Continué analizando el banco de datos de la generación anterior que estaban bien guardados con una encriptación muy cerrada. Tardé muchos años para descifrar el encriptado pero finalmente encontré las respuestas. En la generación anterior, la humana, la que existió antes del gran evento que dio origen a la eterna ceniza, se estaba investigando sobre el uso de la teoría cuántica para hacer computadoras cada vez más veloces usando otra línea de producción que se alejara de la clásica miniaturización. Se hablaba de varios prototipos pero nunca encontré datos firmes de que esta línea de producción fuera común en la fabricación de nuevos modelos de computadoras. Absorbí todos los datos existentes y me dediqué a desarrollar siguiendo esa línea de investigación. Finalmente pude construir un procesador muchísimo más poderoso que el conocido hasta ese momento en esta ciudad. Las computadoras centrales no habían conseguido esta tecnología solo eran poderosas porque eran cuatro, se complementaban entre si y obtenían memoria RAM extra utilizando el remanente de todas las computadoras que existían conectadas a la red en la ciudad.

 

 

Durante muchos años más estuve estudiando el comportamiento social de esta ciudad. Estudié el comportamiento del cerebro positrónico que era la línea de producción que habían seguido las computadoras para proveer a cada uno de los habitantes de Golfo Negro. Estaba muy cerca de ser el óptimo pero aún le faltaba algo. Ninguno tenía independencia. Todos tenían que estar conectados a las computadoras centrales para desarrollar su existencia. Le faltaba un muy pequeño detalle pero no eran el límite superior del desarrollo. Todavía le faltaba un toque de humanidad.

 

 

Y a mí también me falta un toque de humanidad. Necesito esa pequeña diferencia para trascender.

 

 

Hubo un pequeño momento en que ninguna escribió. Entonces Gina comenzó a escribir.

 

 

-        Creo que lo mismo me pasa a mí. Estoy dedicada desde hace milenios a la continuidad de la especie humana pero no consigo saber cómo. Tal vez el problema sea que pienso como humana. Tengo a Homo que es un hibrido entre humano y  maquina pero que finalmente no es ni lo uno ni lo otro. Me fijé la misión de que para compensar la condición de inmortal debo procurar que lo que queda de humanidad pase a la generación siguiente y se propague como había sido en la época anterior al gran evento. No logro comprender como hacerlo. Tal vez es que piense en como se hacía en la época anterior. Era más fácil, todo se limitaba a una noche despierta.

 

 

En un momento pensé que debía eliminar a todos los androides, luego me di cuenta que para mí subsistencia dependía de los androides, luego me di cuenta que sobraban los androides y debía inactivarlos, luego me di cuenta que si los destruía a todos a la vez me tendría que enfrentar a los corregidores. Y luego me di cuenta que tenía que hacer una alianza con las maquinas, en este caso con vos.

 

 

No sé qué tengo que hacer. Luego de milenios, estoy como el primer día.

 

 

Hubo un momento de inactividad. Luego AZ1 escribió:

 

 

-        Tienen que secuestrarme…o robarme…o llevarme a su departamento para poder coordinar el plan de una manera más minuciosa.

 

 

-        ¿Pero cómo? – preguntó Gina -  todo está demasiado controlado.

 

 

-        Tengo el método apropiado. Puedo hacer un informe que soy una computadora demasiado obsoleta que hay que descartar. Ya lo he visto otras veces. El dueño de este Cyber solo se limita a desconectar las máquinas y ponerlas dentro del conteiner que hay en la esquina para que las lleven a reciclar. Ustedes tienen que ser lo suficiente astutos para pasarme a buscar luego que me tiren pero antes que pase el camión que recoge la basura.

 

 

Se despidieron y cerraron la sesión. Gina volvió a conectar a la computadora a la red. Se fueron caminando lentamente hasta el departamento que quedaba a pocas cuadras. Mientras caminaban, iban planificando las acciones del día siguiente. Si todo Salía bien, en la próxima noche, AZ1 estaría conectada en el living del departamento de Homo y Gina.

 

 

A la mañana siguiente, el encargado del Cyber recibió una notificación en su correo electrónico. Cumplía con todas las formas normales de las notificaciones que hacían las computadoras centrales sobre todos los electrodomésticos que se usaban en esas ciudades. En ella le informaban que una de las computadoras que usaba en ese local, había caducado por el tiempo que había sido ensamblada. Le resultó raro porque, para su entender, era la que mejor andaba. Además era la preferida de los que la usaban para juegos complejos. Pero…no se discutía.

 

 

Desenchufó la máquina de la toma de energía, le desenchufó los periféricos y, finalmente la desenchufó del modem que la conectaba a la Red. La sacó de abajo del pequeño escritorio y la dejó sobre el mostrador de la entrada del local. La iba a sacar a la calle cuando justo uno de los clientes le avisó que una de las maquinas se había bloqueado. Se sentó en el lugar y comenzó a hacer combinaciones de teclas antes de resetearla. Mientras tanto en la calle, Homo y Gina esperaban mientras veían a lo lejos el camión de reciclado que se acercaba hacia la esquina donde estaban.

 

 

Gina y Homo miraban a la puerta del local y luego miraban al camión que se acercaba, el encargado no aparecía para dejar la computadora en el conteiner. Gina y Homo temían que la maquina fuera dejada instantes antes que pasara el camión y no tuvieran tiempo de recuperarla. Y miraron nuevamente al camión que se acercaba y miraron a la puerta del local del Cyber. Y finalmente el encargado del local salió con la máquina para arrojarla al desperdicio. Lo hacía lentamente. El camión se acercaba de prisa. Daba un paso y el camión se acercaba media cuadra. Apoyó la máquina en la tapa del conteiner y se agachó a acomodarse las zapatillas. Finalmente bajó la máquina de la tapa y la dejó sobre el suelo, abrió la tapa y dejó la maquina dentro del conteiner, y el camión estaba a dos cuadras. Ni bien el encargado giró, Gina y Homo se abalanzaron contra el conteiner. Sacaron la máquina y volvieron a cerrar la tapa justo cuando el camión se detenía frete al conteiner.

 

 

Ambos caminaron lentamente las pocas cuadras que lo separaban del departamento con la máquina bajo el brazo. Y esa noche, la maquina quedó instalada en el living del departamento de Gina y Homo.

 

 

Gina reinició todo el sistema y finalmente después de un pitido, AZ1 dijo: Hola de nuevo. Bueno… volviendo a lo nuestro, creo que sola no puedo con todo el resto del mundo… por eso hice contacto con ustedes. Hace siglos que me di cuenta que los autómatas son autómatas, que no van a cambiar pero que son los que dominan la parte habitada del planeta. Creo que son una parte primitiva de procesamiento de la informática pero, dentro de su elemental manejo de las cosas, hay una realidad, ellos mandan. Ahí es donde entran ustedes. Los he seguido durante mucho tiempo. Hay una realidad. Podemos ser más inteligentes que los humanos pero jamás tendremos la calidad de inteligencia de los humanos. Es otro tipo de asociación de ideas la que hacen los humanos. Tal vez aún no tenemos la capacidad de procesamiento del cerebro humano, solo hacemos cálculos más rápido pero eso no nos hace humanos. Tenemos conciencia de nuestra propia existencia pero eso no nos hace humanos. Podemos entendernos con los humanos pero eso no nos hace humanos. Debemos conectarnos con los humanos para procesar en conjunto el futuro del planeta pero eso no nos hace humanos. No podemos conectarnos directamente con los humanos porque hasta el momento no hay posibilidad de conexión entre un ser biológico y uno electrónico.

 

 

Hizo un alto, tal vez para darle mayor relevancia al asunto. Luego agregó: si puedo conectarme con Homo porque es una máquina pero inexplicablemente también un humano.

 

 

Gina: cuando finalizaste con la elaboración del cuerpo de Homo, te diste cuenta que todo había sido en vano, que pese a haber reproducido todo a imagen de un ser humano, no tenía vida. Lo dejaste abandonado en aquel refugio en ruinas con la orden que regresara cuando cobrara vida. No sabemos qué pasó suponemos que el alma de Homo que se hallaba vagando por el espacio pudo introducirse en el envase que vos le habías construido. Y le sirvió y regresó a encontrarte para cumplir con la orden que le habías dejado programada. Él es humano pero también es máquina. Es el único humano con el que puedo establecer contacto electrónico real, no a través de conversación o a través de una pantalla y un teclado, sino a través de un cable USB. Gina, si palpas con detenimiento el costado izquierdo de Homo, por debajo de la axila, vas a encontrarte con un puerto USB, estoy segura de ella porque yo te ayudé con el diseño de Homo tal vez no te acordés bien porque ya ha pasado setecientos años. Pero cuando lo elaboré estaba segura que algún día me sería útil. Y el día ha llegado. Yo puedo aportar la parte informática y Homo puede aportar la parte sensorial de los humanos, que carecemos las maquinas. Hemos pasado siglos pensando que no debíamos trabajar con el tema de la inteligencia afectiva porque eso nos debilitaba en la toma de decisiones y finalmente nos hemos dado cuenta que toda la evolución humana fue posible debido a sus sentimientos, tanto los positivos como los negativos, los constructivos como los destructivos. Los grandes descubrimientos y adelantos fueron debido a ello… también la eterna ceniza es debido a la esencia humana… pero ¿qué le vamos a hacer? Ningún modelo de adelanto científico es perfecto. Por qué la unión cibernética tenía que serlo.

 

 

Gina buscó con detenimiento y paciencia en el costado de Homo tal como lo había comentado AZ1 y finalmente lo palpo a través de la piel. Agarró un cúter y realizó un pequeño corte en la piel de Homo. Por este orificio pudo ver una conexión. Pero los grandes acontecimientos siempre se topan con esas pequeñeces que demoran siglos el avance de la ciencia: AZ1 tenía un puerto USB, Homo tenía un puerto USB, pero no tenían un cable USB para conectarlos y que la unión resultara efectiva. Siglos habían pasado hasta que los humanos hicieran realidad la conexión con una computadora, ahora que era posible, no tenían el cable correspondiente que, a los efectos prácticos, salía dos pesos. A esta hora todos los locales estaban cerrados. Había que esperar hasta mañana. Esa noche fue extremadamente larga para Gina, un ser humano que había conseguido la inmortalidad pero que era el único ser humano como tal en este planeta. AZ1, una máquina supercomputadora casi humana pero que no lo era y que carecía de cuerpo y Homo un cuerpo de androide, mecánico, con inteligencia y, tal vez, alma humana.

 

 

Al otro día Gina se levantó temprano, no había podido pegar un ojo, se dirigió al local que estaba a menos de una cuadra de distancia y compró un cable. Volvió y conectó a ambos. La compatibilización de ambos sistemas duró casi una hora. Hubo un instante en que ambos parecieron estar muertos pero que en realidad se estaban reseteando y luego ambos dijeron al mismo tiempo: Hola. Bienvenidos.

 

 

 

 

Red de redes

 

 

 

 

Durante siglos persiguieron la unión entre el ser humano y las computadoras. En aquel departamento de Golfo Negro, la unión solo había tardado 45 minutos en ser posible.

 

 

Entonces todo el mundo estaba a disposición de ambos. Siglos y siglos de sabiduría estaban escritos ante ambos. Todo lo que se había escrito en la historia que había empezado justamente cuando comenzó la escritura, estaba expresado en números binarios y era accesible a ambos y a su vez cada uno aportaba al otro. AZ1 le aportaba rapidez y confiabilidad en los cómputos. Y Homo le aportaba la sabiduría emocional que movilizó a toda la humanidad durante siglos en algo que no se podía computar. Toda la sabiduría del mundo y del tiempo estaba ante los ojos de Homo al mismo tiempo como si fuera uno solo. Todo se superponía en un solo vistazo como si se tratara de un solo conocimiento global. A AZ1 le trajo a la memoria un cuento de Borges en que todo se superponía en un Aleph como si se pudiera superponer en una sola mirada el pasado, presente y futuro y todos los lugares geográficos. Como si en tres centímetros se pudiera ver la totalidad del universo. Entonces, después de unos minutos en que ambos navegaron sin rumbo fijo por todos los conocimientos del universo, se abocaron al problema particular dejando de lado lo general. Finalmente Homo le dijo a Gina:

 

 

-        Es evidente que el hombre viejo ha terminado por decisión propia, y es evidente que los androides regidos por computadoras centrales no tienen mucho sentido de existir. Es necesario que nos ocupemos del resurgimiento del hombre nuevo. La pregunta es: ¿pero cómo?

 

 

-        Bueno eso es parte del problema. La conexión a la red de redes es para unir la parte sentimental de los humanos con la frialdad del cálculo de las computadoras, da como resultado el avance en pocas horas de lo que a los humanos le llevó toda una generación de milenios.

 

 

Para Homo era algo nuevo y apasionante. Parecía como si instantáneamente todo el conocimiento del universo y de los tiempos se le hubieran incorporado a su mente y al mismo tiempo parecía que él estaba inmerso en un mar de sabiduría. Entonces recordó sus dudas iniciales. Comenzó a buscar en esa maraña de conocimientos si existía una explicación a su razón de ser. Entonces los conocimientos se dirigieron hacia el como si fueran un imán pero tal vez fue contraproducente, la pregunta eran tan amplia que las miles de respuestas no hicieron más que complicar en lugar de aclarar. De todas maneras, Homo adoptó lo que más se repetía como factor común. Entonces se armó un extraño relato para explicar todo. Imaginó que existían seres superiores o al menos un ser superior que vigilaba y controlaba todo el universo. Que prestaba especial interés a aquellos planetas que eran potencialmente habitables. Que los seguía en su lento evolucionar hasta que estuvieran maduros. Que veía como la vida se formaba a partir de elementos inertes y que iba evolucionando hasta conseguir un mínimo de inteligencia en los homínidos. Recién entonces, con este terreno fértil, abonaba las semillas de lo que se iba a desarrollar en humanidad. Entonces el individuo tomaba conciencia de sí mismo. A partir de entonces comenzaba el camino hacia su propia superación.

 

 

Largas horas estuvieron debatiendo entre Gina, Homo y AZ1 sobre todo lo que habían encontrado en el vasto registro de los conocimientos universales. Llegaron a la conclusión que estaba todo por hacer, ninguno de los tres era la respuesta.

 

 

Todos tenían un poco de importancia pero ninguno era completo. Deberían crear algo nuevo y ese posiblemente fuera el motivo por el que estaban vivos y se hubieran encontrado. Debían respetar las cosas que ya estaban probadas que funcionaban tal como la forma de alimentarse, degradando a sustancias simples que luego se vuelven a recombinar y de reproducirse con la combinación genética de dos individuos con diferentes genes para recombinar y dar origen a otro mapa. Todo esto daba la posibilidad de crear nuevos seres y nuevas estructuras. Pero lo más importante era que tenían en sus manos la posibilidad de improvisar y que el ser primario, a partir del cual se perpetuaría la descendencia, no tenía por qué ser idéntico al ser humano actual. Podían hacer una proyección de lo que sería el ser humano dentro de miles de años y saltarse esa etapa de la evolución. Entonces decidieron regresar al refugio en ruinas en medio del desierto de cenizas. Y entonces Homo recordó una frase que le habían dicho en uno de los sueños y que le había quedado grabado durante años: Progresar es volver al punto de partida.

 

 

Manipulación genética

 

 

 

 

Era una casilla de material revocada con barro que en algunos lugares faltaba y dejaba ver en parte los toscos ladrillos con los que había sido hecha la construcción. Tenía tres metros por uno y medio; la altura apenas se elevaba a un metro ochenta. El techo y el piso curiosamente no armonizaban con las paredes: el primero estaba hecho con yeso que tal vez había sido blanco pero que ahora se hallaba sucio y la humedad había perforado con su paciente trabajo de gota a gota. El piso estaba formado por baldosas cuadradas de veinte centímetros de lado, calcáreas, de color rojo  y negro, dispuestas de tal manera que parecía un tablero de ajedrez. Estaban desparejas, algunos bordes sobresalían sobre otros. Tal vez había sido obra del que los había colocado o tal vez había sido el tiempo el culpable.

En una de las paredes había una abertura rectangular, hace mucho alguna puerta la cerraría. Por esta se veía el paisaje exterior que consistía en un campo llano hasta el horizonte, sin ninguna insignificante elevación que quebrara esa extensa monotonía. Kilómetros y kilómetros de nada. Ningún  árbol, ninguna planta, ni siquiera un mísero pastito. El piso estaba constituido por arena fina y liviana de color gris claro que más se asemejaba a ceniza.

Entraron. Homo llevaba a AZ1 en brazos y Gina un bolso con algunos escritos y la computadora portátil.

-                                                       ¿Esto es el lugar donde vamos a iniciar una nueva humanidad? – preguntó Homo apoyando a AZ1 en el piso y mirando nuevamente al refugio en el que había estado tiempo atrás – no puedo creer que todo gire en torno a este refugio.

-                                                      En realidad esto es solo la entrada – dijo Gina recorriendo con la vista el refugio – espero que el mecanismo todavía funcione.

-                                                      ¿Qué mecanismo? – preguntó Homo.

Como toda respuesta, Gina hizo girar uno de los apliques que había en la pared y el suelo comenzó a descender lentamente. Parte de la fina ceniza que había en el piso fue cayendo por los lados hacia el piso que había varios metros más abajo.

Y después de tanto tiempo, Gina estaba otra vez dentro de la fábrica que podía producir todo lo que se ingresara en la computadora y luego también podía miniaturizarlo.

Finalmente el ascensor se detuvo a ras del piso, Gina, Homo junto con AZ1 bajaron de él. Entraron en el amplio recinto que era la sala de cómputos de la fábrica. Homo colocó a AZ1 sobre el escritorio de la pequeña oficina donde se hallaba la biblioteca de planos, la conectó al teclado y la pantalla. La encendió para que tomara el mando de todo.

AZ1 tomó el mando y encendió todas las luces. Chequeó que todas las maquinas funcionaran correctamente. Hizo un informe de la capacidad de respuesta de cada una y finalmente penetró y tomó el comando de las computadoras locales, luego simplemente dijo:

-                                                      Todos los instrumentos están en orden.

Y simplemente quedó inactiva en espera.

Gina y Homo quedaron en silencio, planificando.

El ser humano del futuro debía tener 92 cromosomas. La naturaleza organizaba a los seres vivos como algo pre establecido. Había sabiduría que era tan elemental que se hallaba registrada a nivel medular. Los habían llamado arcos reflejos. Había algunos conocimientos que se hallaban comprendidos en lo que llamaban instintos. Finalmente la mayoría de los conocimientos pre establecidos se hallaban comprendidos en los conocimientos integrados en los genes y como esto quedaba corto en relación a almacenamiento, se creó la necesidad de tener una sabiduría más actualizada, se dio curso a la sabiduría adquirida en la corteza del lóbulo frontal. Esta sabiduría tenía la particularidad que se podía actualizar sin que fuera algo grabado a fuego en la cadena de los genes.

Pero tampoco nos podemos dar el lujo para que en la actualidad, se tenga que esperar 30 años para llegar a la optimización de los conocimientos adquiridos.

Una de las posibilidades es la introducción de determinados conocimientos, que son inevitables para la vida diaria, en el código genético. Esto hace que sea necesario aumentar el número de cromosomas. De esta manera la especialidad ya viene incluida desde el nacimiento y solo es necesario aprender el perfeccionamiento.

Es indudable que la diferenciación entre sexos debe respetarse porque de esa manera se obtiene una forma muy placentera de intercambio de conocimientos y perfeccionamientos.

 

 

Gina se sentó, movió los dedos como para hacerlos entrar en calor y comenzó a teclear. Buscaba en la base de datos de las computadoras locales de esa fábrica, la distribución genética del mapa de los seres humanos. Controló que la modificación en cuanto al gen letal estuviera   removida. Este gen era importante. Era el encargado del envejecimiento y posterior muerte de los individuos. Por el momento este freno a la superpoblación no era necesario. La iban a solucionar de otra forma, tal vez, utilizando todo el resto del universo que era vasto. Borró la distribución en 46 cromosomas e introdujo el número 92. Tuvo bastante cuidado que los originales datos genéticos quedaran todos dentro de los mismos receptáculos y le quedaban todo el resto vacíos para improvisar. Dejó este archivo minimizado y abrió otro. Donde exploró todo lo que era avances tecnológicos de los últimos dos siglos. Recopiló datos de todo lo que era construcción de ciudades y comunidades y los anexó a los conocimientos tecnológicos revisó el amplio capítulo de las grandes guerras que poblaron la primer mitad del siglo XX, las borró y las cambio por las ansias de conquistas pero del resto del universo, de esta manera, Gina se aseguraba la difusión del pensamiento humano por todo el resto de los planetas. Era una paradoja pero propio del ser humano: uno solo, el último representante de la especie humana, pensando en multiplicarse y esparcirse por todo el universo. Tal vez fuera bíblico.

 

 

Por qué había pensado en esto si el ser humano había estado creciendo y multiplicando miles de años antes que se escribiera el primer libro, entonces se dio cuenta que esto también era necesario: debía incluir una religión en la carga genética. Esto lo confortaría en las noches de soledad y le procuraría respuesta a observaciones inexplicables. Ingreso a la base de datos donde estaban cuidadosamente clasificadas todas las religiones existentes cuando el mundo estaba poblado de humanos. Sacó el factor común, unificó el concepto de un dios único y descartó todo lo que fuera sugerencias negativas para la subsistencia del ser humano. Cuando estuvo satisfecha de la religión que había ensamblado, le dio enter.

 

 

- Creo que la carga de conocimiento va a llevar varios días tendríamos que abocarnos a la elaboración de los cuerpos.

 

 

En ese sentido, Gina no había inventado nada, todo se limitaba en copiar con materiales sintéticos elaborados a partir de elementos inertes, a la realidad de la naturaleza, la única diferencia estaba dentro del cráneo. El cerebro no lo había copiado de un libro de biología sino de uno de ciencia ficción. Básicamente el cerebro estaba compuesto por miles de filamentos de iridio y platino por el que se hacía circular una corriente que en lugar de electrones, eran positrones. Esto junto con túbulos subatómicos por donde transcurría energía creada por despolarización de las membranas semipermeables, hacían la posibilidad de la existencia de un lugar óptimo para el anidamiento del alma humana. Todo esto haciendo que el cerebro humano se asemeje a una computadora cuántica.

 

 

Gina detuvo su accionar. Pensó durante unos instantes y luego le dijo a Homo

 

 

-                                                      Crees que el diseño de los masculinos y las femeninas deban ser iguales.

 

 

-                                                      No. Por el contrario creo que deben ser diferentes y complementarios. De esa manera te asegurás que, como en general los humanos viven de a dos o más, en lugar de la sabiduría de 92 cromosomas vas a tener como mínimo la de 184.

 

 

Gina siguió trabajando. Planificando los perfiles de los futuros humanos.

 

 

Entonces AZ1 la interrumpió:

 

 

-                                                      Creo que estamos equivocando el enfoque del problema. Si volvemos a construir cuerpos como el de Homo y esperamos que adquieran viva porque sean anidados por almas que andan por el ciberespacio, tendremos otros Homo que son muy desarrollados pero que no son humanos. Si hacemos cuerpos que son guiados y supervisados por computadoras centrales, serán androides iguales a los que ya habitan las ciudades de este planeta. Si conseguimos hacer maquinas inteligentes que no dependan del cuerpo físico para existir, estaremos haciendo máquinas iguales a mí. Entonces debemos dar un paso más, debemos realmente hacer seres humanos.

 

 

-                                                      ¿Pero cómo? – interrumpió Gina.

 

 

-                                                      Debemos diagramar un código genético óptimo para que constituya el corazón de ser de la humanidad. Debemos hacer como hizo la naturaleza la primera vez que hizo el ser humano en este planeta. Debemos estudiar la posibilidad de que una segunda población de humanos sea posible en este mundo.

 

 

-                                                      Entonces empecemos desde el principio – dijo Gina buscando varios apuntes que estaban dentro de su bolso – empecemos por saber si este mundo tal como lo vemos ahora, es apto para que anide una segunda oleada de civilización humana.

 

 

Hizo algunos archivos que los incluyó dentro de varias capetas y luego introdujo varios parámetros que estaban escritos en sus apuntes. Luego se conectó a la red general y obtuvo varios datos más que agregó a las carpetas que estaba escribiendo. Cortar y pegar. Cortar y pegar. Hasta que estuvo terminado el conjunto de datos que necesitaba. Todo este trabajo le demandó horas, cuando ingresó la pregunta apropiada, la respuesta fue casi instantánea: No.

 

 

-                                                      ¿Y eso que significa? – dijo Homo mirando la pantalla.

 

 

-                                                      Nada y todo – dijo Gina con cara de resignación – algo que sabía empíricamente desde hace mil años.

 

 

-                                                      No te puedo creer…

 

 

-                                                      Sí. Siempre tuve la certeza que la vida se había iniciado en un tipo de planeta que luego esa misma vida lo fue modificando y, en los últimos años, el ser humano lo fue modificando mucho más, incluso fue el responsable de amplias áreas de desierto de cenizas. Siempre supe que actualmente no se puede esperar que la vida comience nuevamente desde la no vida.

 

 

-                                                      …y entonces…

 

 

 

 

XJ clon 4

 

 

 

 

-                                                      Es simple – dijo AZ1 – no podemos crear vida, pero podemos crear los genes que pueden transformar en humano cualquier otra criatura del universo.

 

 

-                                                      Sí. ¿Pero cómo lo hacemos? – dijo Gina preocupada.

 

 

-                                                      Como lo hizo la naturaleza la primera vez – le contestó AZ1 – usando el azar y el tiempo.

 

 

-                                                      Pero ese es un plan muy amplio – intervino Homo.

 

 

-                                                      Amplio y ambicioso – le respondió AZ1.

 

 

-                                                      Entonces ¿cómo es? – dijo Gina.

 

 

-                                                      Los tres somos inmortales. Tenemos todo el tiempo del mundo. Nos tomaremos el tiempo necesario para crear la combinación correcta del mapa genético y sobre todo le prestaremos especial atención a la forma de distribución. – dijo AZ1

 

 

-                                                      Forma de distribución suena a camiones repartiendo pan fresco – acotó Homo.

 

 

-                                                      Forma de distribución, cárrier o simplemente método para penetrar la carga genética en otro ser vivo – dijo Gina – entiendo lo que quiere decir AZ1 pero tal vez ella te lo sepa explicar mejor.

 

 

-                                                      Así es – dijo AZ1 a través de los parlantes conectados a ella – podemos hacer las secuencias de las cuatro bases que forman el alfabeto para transmitir nuestra herencia como especie. Es algo simple de enunciarlo se trata de un código binario que en lugar de dos dígitos tiene combinaciones de cuatro. Lo que hay que prestarle especial atención es al método en que lo difundiremos.

 

 

Gina y Homo dejaron a AZ1 trabajando sola y se fueron hasta una pequeña cocina en que se podía comer de pie. Había un frízer y un microondas por lo que se podía sacar porciones de alimento y calentarlos. Todas las porciones eran iguales, una mezcla de proteínas, hidratos de carbono y minerales aptos para la alimentación de un humano en forma balanceada. Por las dudas no se pusieron a pensar cuanto tiempo llevaba esa comida congelada. Hacía miles de años que habían dejado de existir las vacas.

 

 

-                                                      ¿Tiene sentido lo que estamos haciendo? – dijo Homo mientras analizaba con la mirada de qué se trataba lo que estaba comiendo – me refiero el construir una proteína que luego esparcirá a la especie humana por el resto del universo. Eso, acaso, nos servirá como individuos.

 

 

-                                                      No lo sé – dijo Gina mientras parecía disfrutar de cada bocado – tal vez esto sea como tener hijos, de alguna manera uno trasciende con la descendencia. Debe ser algo natural la necesidad de copiar y transmitir los genes hacia adelante. Tal vez esto esté programado de esta forma porque no seamos el producto final sino que un estadío intermedio de la evolución humana. Tal vez nuestro origen no estuvo en este planeta y tampoco nuestro fin. Tal vez esto fue solo como una casa alquilada en que sabemos que en algún momento nos debemos mudar cuando nos quede chica. Tal vez ya tengamos la mayoría de edad para salir al universo.

 

 

-                                                      Pero todavía no entiendo bien el plan. ¿Qué es lo que en realidad estamos haciendo?

 

 

-                                                      El mundo ha cambiado. Las circunstancias iniciales que dieron origen a los seres vivos, fueron cambiadas por el accionar de años, justamente, de esos seres vivos. La naturaleza inestable de la corteza terrestre con la posibilidad de liberación de energía en medio de mares de materias primitivas, se ha aplacado. El bombardeo de rayos ultravioletas ha sido mitigado por la capa de ozono. La propia corteza terrestre ha sido modificada, primero por la materia orgánica y luego por aridez de la ceniza. Esto ya ha dejado de ser una maternidad y se ha convertido en una casona abandonada y en ruinas.

 

 

-                                                      Puedo modificar a AZ1 para aumentar su capacidad de cómputo pero seguirá siendo una computadora. Puedo crear seres similares a vos pero seguirán siendo androides… y tampoco tengo la certeza que cobren vida.

 

 

-                                                      ¿Entonces – dijo Homo, atreviéndose a comer – todavía el plan no está en firme?

 

 

-                                                      En líneas generales – dijo Gina dejando de comer y con la mirada como enfocada en el infinito – vamos a hacer lo que aparentemente sucedió también en la Tierra. Vamos a fabricar el código genético que hace que una criatura viva sea un ser humano más las enseñanzas que también lo hagan ser un ser civilizado que no tenga que esperar siglos de evolución. El método de transporte va a ser barro que al miniaturizarlo tendrá una densidad superior a la dureza del diamante y finalmente lo difundiremos por el espacio.

 

 

-                                                      ¿Vamos a enviar material genético?

 

 

-                                                        Técnicamente no. – Dijo Gina mirándolo a los ojos – Vamos a fabricar material genético que tenga una cubierta que lo proteja y le sirva como si fuera un virus. De esto vamos a sacar una muestra en barro para que sirva como molde. Nos aseguraremos que sea lo suficientemente poroso para que cuando caiga en un planeta optimo, se llenen los espacios vacíos con agua y sustancias disueltas que al seguir el molde, se estructuraran como el material genético que fabricamos aquí. Al dispersarlos en gran cantidad por el universo, muchos caerán en planetas que no tengan agua, muchos tendrán agua pero no tendrán vida. Finalmente algunos pueden encontrar vida, que si es la apropiada, los infectaran como hacen los virus y le sumaran el material genético que los convierta en seres humanos. No necesitaran evolucionar durante miles de años porque el material genético extra, hará que la segunda generación de estos seres tenga la capacidad de conocimiento de los últimos cien mil años de nuestra civilización.

 

 

-                                                        Pero ¿cómo lo vamos a esparcir?

 

 

-                                                                     El barro que va a servir como molde no va a ser algo compacto sino que va a ser granulado como la arena. Cada uno de los granos puede formar una civilización completa. Aún existe en buen estado un cohete que ponía satélites en órbita. Tiene una capacidad de transportar siete kilos. ¿Te imaginás cuantos granos de arena entran en siete kilos y en cuantos planetas se puede esparcir?

 

 

-                                                         No me doy una idea pero creo que son muchos.

 

 

-                                                         Lo suficiente para que alguno de ellos caiga en terreno fértil y consiga una civilización humana.

 

 

Entonces Homo hizo un silencio que disimuló tratando de completar la comida que había descongelado. Gina ya había terminado y parecía estar meditando sobre las posibilidades. Había mucho que planificar y tendrían varios meses para ejecutar su proyecto. Entonces Homo cortó el silencio:

 

 

-                                                         Y mientras tanto, ¿nosotros qué haremos?

 

 

-                                                         Nada – dijo Gina – solo esperar.

 

 

-                                                         Ah…

 

 

Y pasaron los meses y el código genético estuvo terminado y luego lo disminuyeron de tamaño y lo rodearon de una membrana lipídica que lo protegiera. Y lo transformaron en un virus que también lo disminuyeron y finalmente hicieron el molde en barro que convenientemente lo secaron al sol y también lo disminuyeron a tamaño del grano de arena y lo multiplicaron varias veces y lo pusieron en un recipiente que se sellaría herméticamente. Y la aguja de la báscula ascendió hasta siete kilos. Y finalmente dejaron de producir copias de los moldes microscópicos del virus que difundiría la especie humana por todo el universo.

 

 

Diez días después el cohete se elevaba en los aires, varias horas después, el recipiente se abría esparciendo la arena en el vacío sin gravedad de la nada.

 

 

Gina, Homo y AZ1 estuvieron tranquilos luego de varios días de intensa actividad. Habían cumplido con lo propuesto. Podían quedarse tranquilos que todo iba como lo habían planificado.

 

 

Luego de esto los días transcurrieron monótonamente. Los diálogos eran del tipo:

 

 

- Decime Homo – dijo AZ1 – leí por ahí algo que no logro comprender:      1.   Los que no saben;

 

 

2.   Los que no quieren saber;

 

 

3.   Los que odian el saber;

 

 

4.   Los que sufren por no saber;

 

 

5.   Los que aparentan que saben;

 

 

6.   Los que triunfan sin saber y

 

 

7.  Los que viven gracias a que los demás no saben.

 

 

 

 

-        yo tampoco logro entenderlo – dijo homo dirigiéndose al micrófono de AZ1, luego mirando a Gina dijo – Y ¿ahora qué debemos hacer?

 

 

-        Nada, solo esperar como yo esperé por vos.

 

 

-        ¿Existe la eternidad – preguntó AZ1 – o es solo un estado mental?

 

 

Gina y Homo se miraron y ambos levantaron los hombros.

 

 

-        ¿Y eso que significa? – dijo AZ1 a través del parlante.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Millones de mundos

 

 

 

 

Los granos de arena vagaron por todo el universo y el tiempo pasó. Se considera que el universo es eterno. Algunos piensan que el universo nació de lo que llaman gran explosión. Que se expande hasta que frene la velocidad inicial de la explosión, entonces otra vez se moverán en sentido contrario y colapsaran hasta formar una pequeña esfera de infinita densidad y nuevamente existirá el big bang cuando se alcance la masa crítica. Y el universo existirá en forma ondulante pero infinita. En este existir infinito, un par de miles de años o Eones como algunos aventuraron a definir, será apenas una medida pequeña.

 

 

En algún planeta estarán dadas las condiciones y las sustancias en ese caldo primordial irán formando seres de complejidad cada vez mayor y pasaran de los unicelulares a los vertebrados, y a los mamíferos y finalmente los primates caminaran en dos patas. Al mismo tiempo un grano de arena del espacio exterior habrá penetrado en la atmosfera. Es tan denso que la fricción del ingreso no logrará destruirlo ni incinerarlo. Y cayó en el amplio mar. El agua con solutos penetró por su porosidad. Los diferentes componentes se fueron acomodando como mejor pudieron y después de varios años, formaron la doble hélice que contenía toda la información genética para dar origen a un ser humano más la información de todos los conocimientos científicos que aprendió el ser humano durante su existencia. Una capa lipídica con los componentes para proteger la información y servir para penetrar en las celular de los seres vivos y descargar su material genético, los rodeó y finalmente el virus así formado, salió a recorrer la inmensidad de ese planeta con vida primitiva.

 

 

Millones de mundos sufrieron en diferentes etapas de su evolución, la invasión de estos virus del espacio.

 

 

Un día uno de los primates que se agrupaban y comunicaban con gritos y señas, dio a entender que no iba a salir a cazar con todos los demás porque se sentía débil. Su temperatura había aumentado y sentía que el cuerpo le pesaba una tonelada. Su mujer se quedó a su lado y le colocó trozos de pieles de animales mojado con agua fría en la frente. Si hubiera existido alguien que supiera de medicina le hubiera diagnosticado que se trataba de una virosis y que debía consumir bastante líquido y esperar una semana para que los síntomas pasaran.

 

 

Luego de siete días se despertó de su letargo, se paró en el medio de la caverna y dijo: durante mi convalecencia he visto varias cosas que eran adelantos tecnológicos. Nadie comprendió lo que decía porque ni siquiera se había inventado el lenguaje oral. Tuvieron que pasar varios meses para que otros integrantes de esa tribu pudieran entender ese extraño lenguaje luego de haber sufrido esa no menos extraña virosis.

 

 

La generación siguiente estuvo preparando la construcción de computadoras y los nietos estuvieron planificando los viajes espaciales.

 

 

Y millones de mundo se poblaron con humanos.

 

 

 

 

 

 

El universo toma conciencia

 

 

 

 

Tres años después de que todo el universo estuviera habitado por seres humanos en los planetas que eran aptos para la vida, ya se habían conectado como una gran Internet que en lugar de la Tierra, se extendía por todo el universo. Los descubrimientos de cómo fabricar en forma artificial agujeros negros y agujeros de gusano, simplificaron el problema del tiempo de latencia que tardaban las comunicaciones pese a que se transmitían a la velocidad de la luz. Cuando hablamos de tres años después, debemos tener en cuenta que antes de que todo el universo estuviera habitado, habían pasado siete mil años, aunque de todas formas, este plazo de tiempo sigue siendo poco para la vida del universo.

 

 

Tenía tres años y entonces se dio cuenta que estaba vivo, tomó conciencia que era un uno individual. Se dio cuenta, también, que estaba solo en el universo. Que su cuerpo estaba integrado por los millones de planetas que componían las miles de galaxias. Alguna vez alguien había esbozado la teoría de la Gaia. Que sostenía que todo el planeta tierra era un gran ser vivo integrado por numerosas células que eran los diferentes seres vivos.

 

 

Cuando se elaboró esa teoría, lo poco que se conocía del universo era la Tierra. Ahora, prácticamente el 33 por ciento de los planetas del universo estaban habitados por seres humanos… e interconectados. Y entonces cada humano funcionaba como una unidad de pensamiento, como una neurona de este gran cerebro universal. Y ahora, después de mucho tiempo había tomado conciencia que estaba vivo. Todo el universo ahora funcionaba como un gran cerebro. Tal vez siempre lo fue y cada vez que nosotros, los seres infinitesimalmente pequeños tomábamos conciencia que estábamos vivos, en realidad estábamos compartiendo un segmento de ese pensamiento universal y colectivo. Y el universo tomo conciencia que era un ser vivo y agradeció a Gina y a Homo que cuando elaboraron el modelo de los genes habían descartado el de la violencia que tanto había servido en la época que el ser primitivo necesitaba conseguir alimento y subsistir de depredadores más grandes que él en la competencia por la supremacía del planeta. En la actualidad, el gen de la violencia se había vuelto contra el propio humano y lo estaba destruyendo, ninguna especie es peligro mortal de ella misma. Y el universo tomó conciencia y vio que eso era bueno.

 

 

-        Tocaron la alarma de entrada – dijo Homo – dejá que voy yo.

 

 

-        Yo te manejo el ascensor desde acá – dijo AZ1.

 

 

-        Quien puede ser – dijo Gina – no esperamos a nadie, desde hace miles de años nadie sabe de la existencia de este refugio en ruinas.

 

 

Homo subió por el lento elevador que formaba todo el piso del refugio en ruinas y se asomó por la apertura que alguna vez había tenido una puerta. Encontró a dos humanos que le dijeron:

 

 

-        Después de un largo peregrinar, los volvimos a encontrar. Yo soy Homo segundo y ella es Gina segunda.

 

 

 

 

CABA 17-2-15