TODO TOMADO

 

 

 

 

 

La sombra pasó deslizándose por el pasillo exterior. Es curioso lo poco que se tarda en aparecer y desaparecer cuando uno pasa apurado tras una puerta que está abierta.

 

 

Dentro de la habitación nos hallábamos Jorge Luis, Bioy, Julio, Graciela y Yo. A veces nos preguntábamos para que estabamos de guardia. Era un sitio alejado, en el tiempo que yo trabajaba jamas vi entrar a nadie que no fuéramos nosotros cinco. Todos teníamos nuestra rutina que sin haberla distribuido en forma oficial, cada uno se iba encargando de las tareas que le resultaban agradables y luego era como si se institucionalizara.  Creo que hasta disfrutaban y les daba seguridad esa rutina.

 

 

-         ¿Vieron? -  dijo Jorge Luis. ¿Qué fue eso?

 

 

-         No sé. No alcancé a ver. - dijo Julio.

 

 

-         ¿Cómo? El corto de vista no era Jorge. – agregó Bioy.

 

 

-         Che... hablando en serio – se puso de pie Graciela con gesto

 

 

serio -A mí también me pareció ver algo.

 

 

-          No sé. Yo nunca estoy atento – finalicé.

 

 

Hubo un minuto de silencio. No. No se había muerto nadie. En ese minuto todos estaban tratando de percibir algo diferente en el ambiente.

 

 

Todos hicieron un imperceptible temblor aunque la temperatura no se había modificado.

 

 

-         ¿Qué pasó? – Pregunté; más para seguir la conversación que porque me interesara – ¿pasó algún monstruo?

 

 

-Vos siempre el mismo – me contestaron todos al mismo tiempo- Lo que no ves, no existe.

 

 

-         Era como una sombra – dijo Jorge sin dejar de mirar hacia la puerta abierta – era como en algunas noches, cuando la ceguera que avanza hacia mi se intensifica por el cansancio y por las ganas de no ver, y temo quedar definitivamente ciego y perderme en el laberinto de las sombras.

 

 

-         Era – dijo Bioy – como una proyección virtual de un ser humano.

 

 

-         Era como... –agregó Julio –  En realidad no vi que haya pasado alguien pero creo que lo sentí. O sería algún sonido imperceptible.

 

 

-         Creo – dijo Graciela aun con miedo en sus ojos – que vi algo como una gran rata que pasó veloz.

 

 

Todos se quedaron nuevamente en silencio. Yo no les dije que para mí lo que había pasado por detrás de la apertura de la puerta se parecía a la imagen de Twitty. (Aquel canarito que se divertía con el gato). Ya sé que un canario es inofensivo pero imagínense uno de 2 mts de altura.

 

 

-         ¿Dónde está Jorge? – dijo Julio mirando con los ojos hacia todos lados – Gustavo, andá hasta la habitación y fijate si está ahí.

 

 

Quise ir hasta la habitación. No fue fácil. Tuve que atravesar por la puerta a través de la cual creíamos haber visto la extraña silueta. Doblar hacia la derecha y seguir hasta el fondo por el pasillo por el que (supuestamente) había avanzado la silueta. Y encima estaba medio oscuro y yo pensando en Twitty aquel canario que en una pesadilla me había asustado mucho cuando era chico. Cuando llegué al sector donde el pasillo se abría en varias puertas una para cada una de las habitaciones para cada uno de nosotros. En realidad no. Faltaba una de las puertas. Era como si nunca hubiera estado. Así es, la que correspondía a la habitación de Jorge. Era extraño pero lógico, pensé, desapareció Jorge y desapareció la habitación de Jorge. Corrí de nuevo a la sala de estar donde estaba Julio junto a la puerta, esperándome ansioso, más atrás estaba Graciela casi contra la pared.

 

 

-         ¿Qué  pasó? – Me preguntaron los dos al mismo tiempo. ¿Los dos?  -  ¿Dónde está Jorge Luis?

 

 

-         ¿Dónde  está Bioy? – Pregunté yo.

 

 

Mientras caminábamos apurados por el pasillo, les fui explicando lo que yo había visto. Ellos me contaron que no sabían dónde estaba Bioy y que no había explicación posible de su desaparición. Cuando llegamos al lugar donde debía estar la puerta, esta no estaba. Julio se aproximó a la pared a través de ella se escuchaban (en realidad sería más correcto decir se percibían)  murmullos y movimientos. Julio trajo entonces a su recuerdo que esta casa, que ahora había sido modificada, pertenecía a dos hermanos que vivían solos en ella. Recordaba que la mujer se llamaba Irene, del hombre no recordaba el nombre. Comentan que la casa fue invadida por otros; que al no soportar esa intromisión se fueron dejándola cerrada. Cuentan que cuando se fueron de esta casa ya no volvieron a ser los mismos. Él le propuso ir a vivir a la casa de campo pero ella lo dejó argumentando necesitar cambiar la rutina por conocer el mundo. No se sabe cuanto tiempo estuvo la casa abandonada. No se sabe si alguien se adueñó de esta casa, el tema es que se modificó y se hizo esta guardia.

 

 

Para volverlo a la realidad le comenté que no creía en fantasmas (desde ya que omití decirle que solo me asustaba la imagen de Twitty).

 

 

El resto del día transcurrió normalmente. A la noche, también  como era costumbre, alguien se quedó despierto: le tocó a Julio.

 

 

A la mañana, como era costumbre, el que había estado despierto ponía la pava a calentar para el mate y luego se iba a dormir. El resto se despertaba y alguien preparaba mate. Al principio no nos llamó la atención la pava sobre la hornalla, tampoco la ausencia de Julio que supusimos durmiendo.

 

 

Durante el desayuno, la rutina fue modificada. No hablamos con Graciela de otra cosa que no fuera de las desapariciones del día anterior.

 

 

-         Te parece – me dijo mientras me alcanzaba el mate – que no tendríamos que hacer la denuncia a dirección que falta Jorge y Bioy.

 

 

-         Creo – dije mientras le devolvía el mate – que no deberíamos avisar todavía. Vos sabés que no tenemos certeza que hallan desaparecido. Si en realidad se han escapado de la guardia y hacemos la notificación a dirección, tal vez cuando aparezcan los sancionen.

 

 

-         ¿Te parece? – me respondió mientras cebaba el mate - ¿... y si están desapareciendo y nosotros no queremos reconocerlo?

 

 

En ese momento nos miramos fijo a los ojos y sin decirnos nada fuimos deprisa al fondo del pasillo donde se hallaban las habitaciones.

 

 

Hay veces en que uno odia tener razón. Cuando llegamos, constatamos que faltaban las puertas de las habitaciones de Jorge, Bioy y, lamentablemente, la de Julio.

 

 

Me acerqué a la pared tal como lo había hecho Julio la vez anterior. No escuché nada pero sin embargo tuve la certeza que detrás del muro había movimientos, murmullos y nos vigilaban. Cuando me di vuelta tampoco vi a Graciela.

 

 

Me dirigí a la sala de estar y, sin dudarlo, redacté el informe a dirección. Cuando puse los legajos uno abajo del otro advertí una curiosidad, junto con el mío, la suma daba una cifra redonda: treinta mil.

 

 

Me senté a seguir tomando mate y recordé que cuando era chico había tenido una pesadilla en la que un Twitty de gran tamaño se me acercaba.

 

 

 

 

 

Gustavo Costas

 

 

27-8-02