Uno más uno: tres

 

Una vez me pidieron que hablara de la rutina.

Desde aquí arriba se ve toda la ciudad. A vuelo de pájaro puedo ver una inmensa ciudad, muy luminosa, muy concurrida. Por debajo de mi vuelo puedo ver a las hormigas que van y que vienen por las populosas calles o las majestuosas avenidas. Realizo un vuelo circular o mejor dicho en espiral que me va acercando al piso, al tan trajinado pavimento. Cuando estoy a pocos metros las hormigas comienzan a tener otra forma. Están vestidas y caminan en dos patas. (Me olvidaba que los humanos no tienen patas porque no son animales). Está todo demasiado agitado y concurrido. Hay un extraño rito que cumplen estos animales todos los fines de año. Se abalanzan sobre las mesas de regalos y gastan hasta lo que no tienen. Como está todo muy concurrido, doblo en la esquina y me dirijo por una diagonal hasta un parque que hay a mitad de camino entre Corrientes y la estatua del Cid. Es grande y con mucha vegetación tiene un lago en el medio y últimamente lo han rodeado de rejas (debe ser para protegerlo de los animales). Bajo un poco más y veo que en uno de los bancos hay sentada una pareja de jóvenes. Los pájaros no sabemos hablar pero sabemos escuchar y esto nos divierte mucho, sobre todo en los parques donde se reúne mucha gente. A veces no entendemos las opiniones de los humanos porque desde nuestra simpleza, todo tendría soluciones simples pero parece que otro hábito de los humanos es complicar todo. Hay una pareja de jóvenes y en el banco de enfrente hay una pareja de adultos de edad media. Los jóvenes son aburridos. Está todo bien, están planificando un viaje a Bahía Blanca, su conversación no parece divertida. Me acerco entonces a los más maduros. Creo que escuchar la conversación de ellos va a ser más interesante porque de primer acercamiento escucho que él le está diciendo.

-Lo importante en cuanto al engaño, es decir, si ha habido engaño o no, es hablar de la intencionalidad.

Con semejante comienzo no me van a decir que no suena prometedor como conversación para pasar el rato escuchando. Sin que presten atención en mí, me poso en el suelo cerca de ellos y comienzo a picotear las piedritas.

-Yo creo-dijo ella-que no se puede hablar de engaño o no, creo que lo más apropiado es hablar de fidelidad o infidelidad.

-No creo-dijo él mientras la tomaba de las manos-la infidelidad es un término muy ampuloso y a la vez muy ambiguo. Yo creo que en realidad habría que hablar de lealtad o falta de lealtad.

-No eso definitivamente suena a partido político.

-No en realidad tiene que sonar a estilo de vida.

-Bueno entonces primero vamos a definir infidelidad, engaño, y falta de lealtad.-decía mientras enumeraba con los dedos.

Entonces me acordé que a estos dos los había escuchado hace como 20 años y también que este tipo de conversaciones eran muy divertidas por lo disparatadas en sus conclusiones y porque tenían una forma muy particular de hablar: todo tipo de opinión sobre cosas ajenas a la pareja eran dadas en función de los parámetros de la pareja y toda opinión sobre la pareja la daban en función de opiniones sobre cosas ajenas a la pareja. Bueno… yo me entiendo.

Él se acomodó mejor en el banco de plaza que había en uno de los laterales del parque que estaba protegido del intenso sol por una especie de pérgola, y comenzó a hablar en tono discursivo:

-Fidelidad es hacer siempre lo mismo. Ejemplo: uno es fiel a un estilo, quiere decir que se viste siempre con la misma ropa. Uno es fiel a una mujer, quiere decir que uno siempre está acompañado de la misma mujer. Es como cuando se habla de la fidelidad de un perro hacia el amo. Cuando uno se va al trabajo le dice, antes de cerrar la puerta, regresaré. Y cuando uno regresa el perro está en la misma posición esperándonos tras la puerta.

Engaño es cuando uno no cumple algo que explícitamente o tácitamente ha prometido. Una vez me dijeron: vos jamás me engañaste, nunca me prometiste nada. Por otro lado cuando uno avisa a su mujer que le va a meter los cuernos, no está engañando.

Lealtad es cuando tiene mucha historia compartida, cuando le ha contado secretos que ni uno mismo se cuenta mirándose al espejo, cuando te ha entendido y te ha valorado hasta a tus debilidades. Cuando sabés lo que piensa cuando está en silencio y sin embargo descubrís que es una mujer nueva que tenés que volver a descubrir cada mañana. Entonces estás junto a esa persona porque la querés más que a un amigo. Creo que eso es lealtad.

Entonces hubo un silencio prolongado que hasta yo dejé de picotear y los miré con expectativa a los dos. Ella, entonces lo miró de frente girando sobre el banco en que se hallaban sentados y le dijo:

-Pero si vos jamás le fuiste leal a tu propia esposa.

Hubo otro silencio prolongado. El rostro de él se ensombreció y mirando hacia el agua del lago dijo en vos baja.

-¿Es que tenemos que volver al principio otra vez? ¿No te acordás que la idea fue tuya?

-Y... mucho no me acuerdo.

-No… entonces vení. Nos cruzamos al banco de enfrente.

La agarró de la mano y la llevo hasta el banco de enfrente, yo los seguí de cerca, un poco caminando y otro poco picoteando. Por un momento creí que se iban a sentar en la falda de los jóvenes pero no. Continuaron en su descenso a través de ellos y ocuparon sus mismos lugares. El rostro de ambos perdió las arrugas y fueron los jóvenes.

-Mirá- continuó diciendo ella- hay un detalle que no me cierra en este viaje a Bahía Blanca.

-¿Qué no te cierra?-dijo él haciendo ademanes-Está todo listo. Sabemos el día que tenemos que llegar allá. Ya saqué los pasajes en tren…

-No me refiero al viaje en sí sino que este viaje va a ser nuestro comienzo oficial de convivencia. Va a ser como estar casados.

-No. ¡Mejor que estar casados¡ porque al no tener ningún compromiso por escrito, vamos a tener que esforzarnos todos los días.

-No me refiero a eso. Hasta ahora nos estamos llevando bien. ¿Qué va a pasar cuando la rutina se apodere de nuestra pareja?

-Ya te lo dije no hay que tenerle miedo a la rutina. Ya te lo expliqué en el otro cuento: hay rutinas buenas, edificantes y rutinas malas, destructivas o desgastantes. ¿Qué es lo que realmente te pasa?

-No se… creo que estoy confundida. Creo que necesito tomarme mi tiempo.

-Bueno tomate tu tiempo pero recordá que el tren sale dentro de hora y media. Yo ya me voy a Constitución.

-Lo que en realidad yo quiero es que no nos casemos entre nosotros. Que cada uno de nosotros se case con otro y que luego seamos amantes entre vos y yo.

-Creo que es complicado pero se puede intentar. Yo me voy a Constitución a vos te espero allí y a vos vení que nos vamos al banco de enfrente.

Se levantaron, envejecieron y se sentaron en el banco de enfrente. Él se levantó y fue hacia el lado donde pasaban colectivos. Ella se quedó sentada pensativa. Yo disimulando y picoteando me acerqué a donde otra vez se había sentado la pareja.

-¿Te acordás de Constitución? Al final llegaste tarde.

-En realidad no fui. Estaba decidida a probar la opción B.

-Solo que falló. Hace casi 20 años que no nos vemos y si no hubiera sido porque nos cruzamos en aquel ascensor del Hospital Castex, jamás nos hubiéramos encontrado.

-Yo creo que si. Si nos encontramos una vez, nos podemos seguir encontrando varias veces.

-No es tan simple. Las circunstancias han cambiado. Yo estoy casado.

-¿…y bueno no era eso parte del plan? Por eso cuando me citaste para encontrarnos hoy en este parque te dije que si.

Dejé de picotear y miré hacia el banco de enfrente. Me pareció que la joven me miraba. No podía creer que un ser humano se había dado cuenta que los pájaros escuchamos sus conversaciones. Después me di cuenta que en realidad estaba viendo lo que se desarrollaba en el banco donde estaban sentados la pareja más madura. Ella le continuaba diciendo:

-Vos también sentís algo sino no me hubieras invitado o no hubieras venido.

-Dejando de lado que te cité acá porque salí de trabajar de la clínica de allá a la vuelta, si tenés razón todavía sigo sintiendo algo por vos. ¿Por qué no hacemos una cosa? mientras caminamos por la calle Río de Janeiro, después de Rivadavia conozco un lugar muy tranquilo para pasar un par de horas, me contás que fue de tu vida.

Se levantaron, yo los seguí volando, caminaron por la calle rumbo a la avenida Rivadavia y se ponían al día con sus vidas

-Me casé-decía ella-Tuve un único hijo creo que no me va mal en el matrimonio pero a veces creo que es la costumbre de levantarme todas la mañanas con la misma compañía. Jamás me pude olvidar de los días en que hacíamos este recorrido creo que por acá debe estar el quiosco que atendía la china.

-¿Te acordás de “sidla flia”? –Miró hacia el piso y continuó- Yo también me casé en Bahía Blanca…con una enfermera…trabajaba en el piso de abajo.

-Siempre cómodo… además repetitivo. ¿También es enfermera?

-Te acordás que te decía que te había elegido a vos porque como enfermera me ibas a saber cuidar cuando fuera viejo.

-Bueno… no se dio. Pero ahora que nos reencontramos podemos reanudar nuestra relación.

-Creo que no me entendiste. Soy casado. Lo nuestro es de esta salida y nada más. Si seguimos saliendo vamos a entrar en la rutina que querías evitar si nos hubiéramos casado. Además una relación duradera puede afectar a mi familia. Y yo no voy a joder una familia por una aventura.

-¿Cómo?

Me elevé volando. Conozco a los seres humanos. Ya les dije complican todo. Por el tono de vos sabía que iban a discutir. Di unas vueltas sobre la ciudad y después me fui a descansar a la estación de Constitución es tranquila y en los andenes no te da tanto el sol. Cuando entré allá abajo vi sentado en uno de los bancos al humano joven que antes había visto en el parque. Pensaba:

El transito me sorprende todos los días, cuando no llego media hora tarde, llego una hora antes que el horario de salida del tren. Qué hago con todo este tiempo que no estoy acostumbrado a tener. Muy lejos no me puedo ir. ¿Graciela perderá el tren? ¿Me encontrará entre toda esta gente? Vuelvo a mirar hacia el lado del tren y no veo más a los muchachos. Vuelvo a mirar hacia el fondo del andén y veo a Graciela que también me ha visto y me hace señas con la mano en alto. Le explico a Graciela que me siga, que tengo necesidad de sentarme al lado de esos dos muchachos.

Buenos Aires 10-1-07